El arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes, nombró ayer en una misa multitudinaria a tres sacerdotes y dos diáconos "con piel samaritana". El prelado, que presidió en la catedral la homilía de la festividad de Pentecostés, pidió a Rafael Giménez, Sergio Andrés Santa, Ernesto Schnaas, David Cueto y Juan Restrepo que curasen "las heridas de los errantes refugiados". Sanz Montes insistió en que los nuevos cargos de la Iglesia asturiana están llamados a ser "buenos samaritanos" y a "cuidar de los malheridos" en un momento en el que el dolor abunda en el mundo.

"Están las heridas del desafecto, de la soledad y del miedo; las heridas del cansancio, de la enfermedad y del hastío; las heridas de la frivolidad y el egoísmo; las heridas de la increencia y los sinsentidos; las heridas de los errantes refugiados, del hambre y del terrorismo; las heridas de quienes han abandonado a Dios o no lo han encontrado todavía y andan extraviados perdiéndose en sus diablos. Tantas heridas, tantas", enumeró Sanz Montes, que estuvo acompañado durante la ceremonia por los dos únicos diáconos casados de la región: el avilesino Juan Antonio Blanco y el gijonés Alberto José Fernández, que fueron ordenados el pasado mes de diciembre.

El acto comenzó a las seis de la tarde en la catedral de Oviedo, cuyo interior estuvo de principio a fin abarrotado de fieles. Entre ellos, sentados en las primeras filas, los familiares de los nuevos curas y diáconos. Se trataban de Rafael Giménez -madrileño de 64 años-, Sergio Andrés Santa -colombiano de 34 años- y David Cueto -granadino de 37 años-, además de dos integrantes de la asociación eclesiástica Lumen Dei, que están llamados a desempeñar sus cargos en Asturias, Ernesto Schnaas y Juan F. Restrepo. Los neosacerdotes celebrarán sus primeras misas el próximo fin de semana. Ayer fue su puesta de largo, marcada por los nervios y la emoción.

"Jesús os ha pedido en préstamo vuestros ojos, vuestras manos y vuestro corazón para seguir siendo esa parábola viviente con obras de misericordia en vuestro ministerio", recitó Sanz Montes, con ayuda de un ipad. "Curar las heridas y abrazar a los heridos será vuestra humilde aportación que comienza en este año dedicado a la misericordia", prosiguió, para terminar calificando el nombramiento de "regalo inmenso".

"Cuando llegan las órdenes sagradas, cada año me vuelvo a conmover. No por vistas tantas veces me dejan de tocar el corazón", confesó el Arzobispo durante su homilía. Ya dirigiéndose a sus presbíteros y diáconos, les indicó: "Tendréis que enseñar una palabra más grande que vosotros aunque la griten vuestros pequeños labios, pero la enseñaréis de veras si antes de predicarla la habéis guardado en el corazón".

Tras sus palabras, llegó el momento más especial de la eucaristía: la imposición de manos y la postración. El Arzobispo preguntó a la persona encargada de la preparación de los nuevos curas sobre la capacidad de los aspirantes para a continuación sellar cada uno de ellos su compromiso con la Iglesia. Finalmente, se produjo la esperada postración, en la que los religiosos se tumbaron en el suelo boca a bajo mientras se enumeraban los santos. Fueron los cinco minutos más conmovedores de la misa.