José Antonio Balboa de Paz (Cacabelos, León, 1950), doctor en Historia, acaba de publicar un minucioso estudio sobre la siderurgia tradicional que floreció en la zona del noroeste peninsular (Asturias, León y Lugo) con una enorme fuerza entre los siglos XVI y XIX. La aparición de los primeros hornos altos fue un golpe definitivo para este mercado muy artesanal que ya no pudo competir en precios con las nuevas formas de fundir el hierro. Balboa de Paz presentó hace unos días su estudio en el Club de Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA.

-¿Cómo surge el sector de la siderurgia tradicional en esta zona de la Península?

-Encontré una importante relación entre los propietarios y arrendatarios de las ferrerías vascas y los de esta zona. La idea era hacer una tesis sobre el Bierzo y Galicia, pero al buscar documentación en el Archivo Provincial de Lugo vi que en Asturias aparecía el mismo fenómeno que había detectado en León. Había unos lazos muy estrechos, muchas veces incluso familiares, de propietarios y arrendatarios con las ferrerías asturianas. Constaté que aunque existe una actividad siderúrgica medieval, en realidad la siderurgia tradicional, la que empieza a finales del siglo XV, tiene que ver con la presencia de ferrones y empresarios vascos. Buena parte de la terminología de las ferrerías viene de la lengua vasca.

-¿Y por qué vinieron a instalar sus negocios a estas provincias?

-La tradición de la siderurgia vasca es importantísima. Allí hay muchísima materia prima, el hierro de Somorrostro fue un suministro vital para las ferrerías de Asturias, Galicia, Navarra... Se habla que en el País Vasco llegó a haber 200 o 300 ferrerías, pero a finales del siglo XV se producen unos cuantos hechos muy importantes. Probablemente muchos ferrones tuvieron que buscar empleo en otros lugares porque tantas ferrerías en el País Vasco habían deforestado aquella zona, porque consumían mucha madera como carbón vegetal. Luego, la política de los Reyes Católicos y las guerras que España mantuvo en Europa van a propiciar un mayor consumo de hierro, lo que lleva a estos vascos a buscar lugares con características semejantes a las de su comunidad para poder instalar su negocio.

-¿Como cuáles?

-Tiene que haber agua, porque son hidráulicas, para activar los mazos que reducen el mineral. También es necesaria mucha madera y hierro. Aunque tener este mineral cerca no era tan importante porque se podía conseguir fácilmente en el propio País Vasco. Era importante estar próximo a bosques, sobre todo de roble o cepos de la urz (brezo), que se transformaban en carbón vegetal, que era el que se metía en el horno junto con el hierro. Aunque no llegaban a fundirlo del todo, para hacerlo hacen falta 1.530 grados aproximadamente, pero estas instalaciones no llegaban ni de lejos. Así que lo que salía era un tocho incandescente al que había que dar forma con un mazo. Era hierro forjado.

-¿Tan popular fue este negocio?

-En el Noroeste (el Bierzo, Asturias y Lugo) llegó a haber funcionando a la vez más de un centenar. Muchas de ellas trabajaban unos nueve meses al año, había otras que lo hacían menos porque estaban al lado de arroyos que tenían menos caudal. Se trabajaba de día y de noche, y tenían una media de cinco trabajadores, pero alrededor de ellas trabajaban unas cuarenta personas. Había también muchos descalabros debido a las lluvias y las crecidas que destruían muchas partes de estas ferrerías. Cada una podía producir unas cuarenta toneladas al año.

-¿Había demanda para tantas ferrerías?

-Gracias a las ferrerías se elaboraban útiles, aperos de labranza, sartenes, cuchillos... Porque en torno a los mazos había muchos herreros que eran los que transformaban ese hierro en las fraguas en ese tipo de productos. En Asturias, además, en el entorno de Taramundi y del río Eo había muchos astilleros de pequeño tamaño y para ellos les vendían muchos materiales para hacer goletas o bergantines para la Armada Española, que necesitaba mucho hierro. En ese entorno llegó a haber cinco mil herreros en el siglo XVIII. Antes, en el siglo XVI he comprobado cómo herreros asturianos venden hierro en Andalucía, probablemente, porque se mandaba después con destino a América.

-¿Y por qué desaparece?

-No decae tan rápido. He calculado que la producción de hierro en esta zona (León, Asturias y Lugo) en el siglo XVI es el 3% del producido en España, dos siglos más tarde puede llegar al 15% y en el XIX llega al 30%. Lo que pasa es que la siderurgia vasca entra en crisis en el XVIII y las ferrerías del Noroeste se aprovechan de ello.

-¿Y entonces?

-A partir de los años sesenta del siglo XIX comienza la siderurgia moderna, primero se Sabero (León) y luego en Mieres con los hornos altos, que van a ser una competencia muy grande para estas ferrerías. Pero lograron subsistir durante mucho tiempo porque hacían un hierro de mucha calidad y, por entonces, no había medios de transporte adecuados. Pero cuando llega el ferrocarril y se abaratan los precios del hierro ya no pueden resistir. Otro problema es que estas ferrerías seguían teniendo que utilizar carbón vegetal, mientras que estas nuevas instalaciones ya usan coque, que trajo del Reino Unido el general Francisco Antonio de Elorza.