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JAVIER CALZADILLA | Arquitecto | Memorias y 2

"No entré en política porque creo que el poder siempre tiende a corromper"

"Entre mis cuatro hijos me han regalado dos nietas y cinco nietos, y me encanta esto de la 'abuelez'"

Javier Calzadilla, en Oviedo. LUISMA MURIAS

El arquitecto tinetense y ovetense Javier Calzadilla culmina sus "Memorias" para LA NUEVA ESPAÑA con el repaso a su carrera profesional y a sus aficiones, sobremanera la música y su familia.

El magisterio de Castelao. "Durante el verano de 1964, después de finalizar el tercero de los cursos de la carrera, tuve otro golpe de suerte: entré a trabajar con Ignacio Álvarez Castelao, uno de los mejores arquitectos asturianos del Siglo XX: y con él, aprendiendo de él y gozando de su paciencia y su cariño, estuve hasta un año después de finalizada la carrera, en julio de 1966. Era arquitecto de Hacienda y me animó a hacer las oposiciones a ese cuerpo. Las aprobé en junio de 1967, escogí plaza en la delegación de Oviedo y me casé con la que para muchos era 'la chica más guapa de Grado' y ya lo creo que lo era, al menos para mí. En la delegación, nos ocupábamos, principalmente, del Catastro, con Arturo Tuero de jefe, una persona encantadora y padre de Arturo, que fue años más tarde delegado especial de la Agencia Tributaria de Asturias; del Jurado de Expropiación, en donde fui acogido casi como un hijo por Pedro Caicoya, César Linera y Santiago Fentanes, entre otros y de las obras del Ministerio. Estuve excedente unos años, trabajé con Juan Antonio Castaño, Roberto García Alonso, Joaquín Cores, Guillermo y Javier Goizueta y Francisco García Mata, y de todos aprendí muchas cosas, lo mismo que hice después con Isidro Fernández Urdangaray y Mariana Borissova. Hice, entre otros, el edificio de la Pescadería de Gijón, el edificio que fue del Banco de Asturias, hoy de la Mutua Madrileña, en la calle Fruela de Oviedo y el Conservatorio de Oviedo. Luego, y ya en la última etapa de mi vida profesional, trabajé en la Agencia Tributaria de Asturias, rodeado de excelentes compañeros y en un ambiente de trabajo magnífico, proyecté y dirigí las obras de la delegación de Gijón y de las administraciones de Avilés y Luarca; y allí me jubilé en el 2008, siendo mi jefe Arturo Tuero, hijo de quien había sido el primero, en el mismo despacho en el que había comenzado a trabajar en 1967, e inmediatamente antes de redactar un proyecto de reforma y ampliación para el edificio que no llegó a ejecutarse; el mismo edificio en el que yo había hecho mis primeros pinitos siendo un estudiante bajo la tutela de Ignacio Álvarez Castelao. El destino es así. Y tengo que decir que en todas las obras que hice para la Administración ésta se portó siempre como un magnífico cliente, lo mismo que quienes al frente de cada una de ellas entonces estaban: Pedro de Silva, Manuel de la Cera, Vicente Álvarez Areces y Arturo Tuero".

Gloria y ruina de la Sociedad Fonográfica. "Fui Decano del Colegio de Arquitectos de Asturias entre 1987 y 1981, una etapa muy recordable tanto desde el punto de vista personal como profesional. Y canté, con Luis Gutiérrez Arias, Alfredo de la Roza, Benito Lauret y Alberto Blancafort como directores y fui presidente de la Capilla Polifónica Ciudad de Oviedo, que ahí sigue a muy buen nivel. Desde allí partió la fundación de la Sociedad Fonográfica Asturiana, para editar dos discos que habíamos grabado en Madrid; y ahí comenzó una etapa inolvidable, tanto por lo que desde allí se hizo por la música asturiana como por la cantidad de dinero que unos cuantos perdimos en el proyecto. Pero el hecho es que editamos más de doscientas discos, algunos de ellos muy importantes para la historia de la música asturiana, y que hoy ese trabajo sigue en buenas manos, que son las de Julio y Alberto".

La política como agencia de empleo. "Tuve propuestas para entrar en política, pero todas las rechacé. En primer lugar, porque con el actual sistema de listas cerradas debes obediencia a quien hace las listas, no a quien te vota; y en segundo lugar, porque creo que el poder siempre tiende a corromper; y no hablo de 'meter la mano en el cajón', si no de creer que tienes muchos amigos cuando no son más que aduladores circunstanciales; o de pensar que el coche oficial, que está al servicio del cargo que ocupas, lo está al servicio tuyo y de tu familia; o de considerar que el respeto que merece tu cargo lo mereces tú personalmente; o de estimar que los obsequios que has recibido por ocupar el puesto en una institución pública son tuyos y no de aquella y que por tanto en ella deben de quedar cuando te vayas. En fin, todo eso puede pasar y yo nunca quise que me pasase a mí. Y he de decir que soy de los que creo que la mayoría de nuestros políticos son personas honradas y con ánimo de servicio; pero tengo un mal concepto de los partidos políticos que tal y como están ahora, tienden a convertirse en agencias de empleo para los que obedezcan ciegamente a quienes los dirigen".

Piano, clarinete, guitarra y armónica. "Siempre me interesó la música. Mi madre cantaba muy bien, y con ella fui a zarzuelas y a alguna ópera desde niño y fui comparsa en la temporada del Campoamor durante dos años. Hice pinitos con el piano y con el clarinete, pero mi actitud hacia esa disciplina no era correspondida por mis aptitudes. De todas formas, sigo con mis clases de guitarra y con mi armónica, el único instrumento que toco bien, quizás porque aprendí a hacerlo siendo muy niño. Hay muchos arquitectos aficionados a la música y hasta los hay que son buenos intérpretes. Y es que creo que la música y la arquitectura tienen muchas cosas en común, Goethe dijo que 'la arquitectura es música congelada', y Xenakis, el compositor y arquitecto griego que trabajó con Le Corbusier dijo que 'hacer música y arquitectura es crear ambientes que envuelven sonora y visualmente'. Además, Música y Arquitectura son dos artes de las llamadas atenaicas, es decir, sujetas a un proceso de creación que es una continua renuncia: renuncia de lo que quieres hacer ante lo que puedes con los medios técnicos, materiales e instrumentos con los que cuentas. Hacer música, como hacer arquitectura, es un continuo proceso de renuncia; pero ambas tienen esa magia que supone el estar presente, como creador, desde un papel en blanco hasta la obra terminada. La ventaja de la música con respecto a la arquitectura es que aquella se recrea en cada interpretación y que el disfrute de ella es un acto voluntario, mientras que la obra arquitectónica, una vez acabada, permanece inalterada ante los ojos de los que ante ella pasan, quieran o no quieran. Y los arquitectos debemos tener eso muy presente. Ahora soy tesorero de la Asociación Asturiana de Amigos de la Ópera que preside Jaime Martínez, mi amigo desde el bachillerato en el Instituto Alfonso II".

Cuatro hijos y siete nietos. "Me jubilé en el 2008, y ahora procuro mantenerme fresco y actualizado. Tengo un hijo en Oviedo que es abogado, otro que es arquitecto y que vive en Costa Rica después de trabajar para Cruz Roja en Perú, Bolivia y Honduras, una hija en Madrid que es bióloga y otra que también es arquitecta y que vive ahora en Senegal trabajando para Arquitectos Sin Fronteras después de haberlo hecho para Cruz Roja en Indonesia, Haití, República Dominicana, Malawi y Mozambique. Entre todos me han regalado dos nietas y cinco nietos; y me encanta esto de la 'abuelez'. Pero, además, procuro disfrutar de la vida, que tan bien me trató. Guitarra, pilates, los amigos; y soy coordinador del grupo de urbanismo del Colegio Oficial de Arquitecto, lo que me sirve para mantenerme en contacto con la profesión, con la actualidad y con los compañeros y compañeras más jóvenes. En definitiva, me siento feliz en contacto con todos y siguiendo al pie de la letra una convicción personal: las personas son más dignas de admiración que de desprecio".

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