"Gastar es gobernar. Y gobernar es gastar". Las dos primeras frases de la introducción explican la pertinencia del libro. El volumen, de firma colectiva y coordinado por el economista Roberto Fernández Llera, se llama "Economía del gasto público para mayores de edad" y entra por distintas puertas y con diversas perspectivas al problema esencial de cómo decidir dónde invertir el dinero de todos. La apuesta general, la que el coordinador afianza en el arranque del volumen, la que reafirmó ayer durante su presentación en la Universidad de Oviedo, abraza un paradigma de formulación sencilla y práctica compleja, "un modelo de gasto que no ponga en riesgo el sector público, pero que sea suficiente para promover el progreso social y el desarrollo económico".

Elegir dónde gastar es, en esencia, una decisión de intrincada práctica política pero que siempre ha de compaginar, sostiene Fernández Llera, el beneficio con el coste económico y social. Y la España de hoy, que al decir del economista no tiene un exceso de gasto público si se compara con sus vecinos de la Eurozona -el 43 por ciento del PIB resiste la media europea del 48-, aún "debe definir su modelo de gasto público", toda vez que a la luz de la doctrina más extendida "su problema no es de volumen, sino de composición del gasto". La cuestión no sería cuánto, sino cómo gastar, y, sobre todo, el abordaje de una dificultad fundamental en relación con los "ingresos estructurales".

En su exposición introductoria al contenido del libro, que aborda el asunto con las aportaciones de una veintena de profesionales de distintas áreas, el coordinador diseccionó ayer una realidad en la que esos ingresos, los impuestos, no cubren "todo el gasto que queremos financiar, de modo que todos los años se genera un déficit que será difícil aminorar si no se toman medidas, también estructurales, tanto sobre el gasto como sobre los ingresos". En su idea toma cuerpo una formulación de los presupuestos públicos que en vez de partir de los ingresos se calcule desde los gastos. Que en lugar de sumar los ingresos y el margen de endeudamiento para decidir a partir de ahí cuánto se puede invertir priorice el gasto, "acuerde políticamente qué y cuánto queremos gastar" para que eso determine "cómo jugamos con los ingresos para financiar ese gasto. No lo dejemos todo a la vía del déficit", asegura.

En este territorio, el libro busca "políticas de gasto público sensatas, serias y no demagógicas", que entiendan que "no se gasta por gastar, sino para mejorar la vida de las personas" y atiendan al menos a una línea roja: toda inversión "que desplace el gasto educativo es un mal gasto". "En estos días inciertos", remata, "el gasto público no es un problema y sí puede ser parte de la solución. Pero hay que abordarlo bien desde la política y la economía".