Son muchas las carreteras que en Asturias conducen a rincones que, al descubrirlos por primera vez, son pequeños paraísos. Y es que muchas veces se disfruta con la misma intensidad tanto del camino como del destino final. Es el caso de un pequeño pueblo, prácticamente deshabitado, en el concejo de Taramundi: As Veigas o Las Veigas, un lugar realmente hermoso que ha cobrado nueva vida tras abrirse allí un complejo de turismo rural que cuenta, además, con un mesón.
Este pueblo es un pequeño tesoro etnográfico como es también otro pueblo al que se le considera todo un museo vivo. Se trata de Os Teixóis, ambos ligados por una ruta en común, la Ruta del Agua, que comienza en Taramundi y que a lo largo de 14 kilómetros permite descubrir al viajero lugares de gran interés como Mazonovo, donde se encuentra el museo de los molinos. Tras llegar a Esquíos, se continúa hacia As Veigas por un camino que discurre por medio de la naturaleza y en un bosque donde abundan castaños, robles y abedules. Una vez cerca de As Veigas, las paredes de piedra y tejados de pizarra brillan al sol y muestran al viajero el pueblo que habita el bosque allá al fondo, en medio del valle, con su presencia de piedra, recordando a quienes una vez allí vivieron y ya no están. Un pueblo curiosamente casi sin habitantes donde buena parte de sus casas se rehabilitaron para uso turístico.
En el sendero que se sigue hasta Os Teixóis no falta ni el molino, ni el hórreo ni un cabazo como muestra de la mezcla de culturas asturiana y gallega que conviven en armonía en este hermoso rincón de Asturias. Un poco más allá, camino ya del pueblo deshabitado de Barreiroá, está la iglesia, dedicada a la Virgen de las Nieves, construida en 1892. En la parroquia hay otras sietes capillas. El camino, el bosque que lo rodea y el lugar donde se levanta convierten a As Veigas en un pueblo de gran interés etnográfico y muy guapo para los amantes de la fotografía. También se puede ir directamente por carretera, cruzando Taramundi y luego Mazonovo y siguiendo las indicaciones de la vía, durante siete kilómetros, para llegar hasta este rincón de Asturias donde el tiempo pasa más despacio.
