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Ochenta años del asesinato del político gijonés en la Guerra Civil

Sarah Álvarez: "El único heredero político de Melquíades Álvarez podría ser Albert Rivera"

La nieta del tribuno asturiano cree que "el pueblo español siempre ha sido muy generoso; son sus reyes los que no han estado a la altura"

Sarah Álvarez, nieta de Melquíades Álvarez, en su domicilio de Salas. LAURA CARADUJE

Sarah Álvarez de Miranda tenía cuatro años cuando milicianos de extrema izquierda asesinaron a su abuelo, Melquíades Álvarez, en los sótanos de la Cárcel Modelo de Madrid, en agosto de 1936, hace ochenta años. Y aún tiene grabada en la memoria las lágrimas de sus familiares, incluso de todo el servicio, tras conocerse el terrible final del "tribuno asturiano". Sin embargo, esta mujer de 84 años -que vive en Doriga (Salas) junto a su hermana Helena, de 86- no quiere hablar tanto de las circunstancias de un crimen que ejemplifica la ciega furia que se apoderó de la España de los años treinta, como del legado de su programa político, "el reformismo político, en el que no se ha profundizado", y que bebe del krausismo impartido por el profesor Sanz del Río y la pléyade de catedráticos que se dieron en Oviedo, como Leopoldo Alas, "Clarín", que según su nieta, "fue el gran pigmalión de Melquíades Álvarez": "Lo educó y lo puso en el camino para realizar una tarea que se me antoja heroica".

Y esa misión no era otra que llevar a cabo "la revolución desde arriba", hacer que la monarquía de Alfonso XIII se mirase en la británica, y evolucionase hacia un régimen genuinamente parlamentario. Pero la "obcecación" del bisabuelo del actual rey, obsesionado con la revolución rusa y el peligro revolucionario, "no dio la oportunidad a Melquíades de conseguir la tercera vía que podría haber evitado la guerra civil". Sarah Álvarez de Miranda cree que parte del programa de Melquíades Álvarez se ha ido aplicando finalmente en la actual España democrática, aunque faltan dos retos sobre los que hizo hincapié que no se han solventado: el problema catalán y el del funcionamiento de la Justicia. "El abuelo no quería la separación, porque Cataluña es España", asegura su nieta. Quizá por eso, considera que, en la España actual, el único heredero político que le queda a Melquíades Álvarez, "podría ser en cierto modo Albert Rivera". "Me parece limpio y sano, y es importante que sea catalán. El separatismo es malo para los catalanes y los españoles. Y no es justo, porque España se volcó con Cataluña", opina Sarah Álvarez de Miranda.

El otro gran desafío es la Justicia. "Melquíades Álvarez decía que un país que tuviera el poder judicial a buen recaudo no tenía nada que temer. Quizá el principal problema que tenemos en este país sea la corrupción, no solo por lo que ha supuesto como despojo de la nación, sino como ejemplo pernicioso de una justicia a la carta de la que se han aprovechado tantos desaprensivos en la seguridad de que a la larga no va a sucederles nada. Esta burla a la ley queremos, tenemos que verla castigada. Que la Justicia se vuelva a ajustar fuertemente la venda y sea lo que siempre fue. Sin castigo, todos estamos dispuestos a delinquir", señala la nieta del "tribuno asturiano".

Cree que el PP de Rajoy no ha hecho nada por que esa Justicia vuelva a resplandecer. En realidad, ese PP no ha hecho gran cosa, cree, por reivindicar la memoria de su abuelo. "De la Fundación no se ocupó y se la quitamos", asegura. El gran problema para reivindicar esa memoria es que Melquíades Álvarez no dejó nada escrito. Sus papeles desaparecieron de su casa en Velázquez, 41, en Madrid. Y no queda ningún recuerdo de su finca en Silla del Rey, en Oviedo, "asediada tanto por la izquierda como por la derecha". Para Sarah Álvarez de Miranda, "debería ponerse allí por lo menos una placa que dijese: 'Esta fue la finca de Melquíades Álvarez'. Ahora se le recuerda porque le mataron hace ochenta años. Luego vuelve a ser el olvido". El caso es que "al Franquismo le interesó reivindicarlo para tirarlo sobre el cadáver de García Lorca", pero "en el fondo era un hombre de centro, en un país apasionado, de extremismos, en el que el centro no interesa a nadie". Era "un demócrata profundo, aunque le tildaron de haberse pasado a la derecha, cuando apoyó el Gobierno de Lerroux -al que ella conoció en Estoril, Portugal-, un demagogo total, y Gil Robles, que no quería la República. Se metió en ese trío con la mejor intención, para enderezar a la República", asegura. Tras la Revolución de 1934, "pidió Justicia, porque le horrorizaron los desmanes que se cometieron". También quiso defender a José Antonio Primo de Rivera, "aunque no tenían las mismas ideas, pero él le admiraba". Y es que, si algo tuvo Melquíades Álvarez, fue "aceptar los aspectos positivos de los otros, en unos tiempos de tremenda confusión". Su muerte a manos de milicias de trabajadores no deja de ser una paradoja, la sarcástica retribución para un hombre que "durante treinta años se preocupó honestamente por los obreros, que machacó a los caciques y a quienes explotaban a los desfavorecidos. Como había salido de la pobreza, se sentía en la obligación de hacer algo por esa gente".

Sarah Álvarez de Miranda no cree que la muerte de Melquíades Álvarez haya sido fruto de una conspiración por parte de los dirigentes republicanos de la época. "Azaña permitió que lo encarcelaran, creyendo que así lo protegía", estima. "Azaña tiene más valor como literato que como político. Tampoco se ha sido justo con él", cree. No da tampoco mucha importancia a los duros juicios que pueden leerse sobre su abuelo en las memorias del presidente de la República. "Eran sus diarios, no eran para publicar. De ellos pensaba sacar material para sus memorias. Pero también es verdad que pudo haber visto que mi abuelo estaba más seguro en el extranjero que en España", aventura. Sarah Álvarez de Miranda considera que su abuelo, agnóstico, contrario al clericalismo, partidario de universalizar la enseñanza, abandonada en la época de Alfonso XIII -"un rey absolutista"-, "fue un republicano por encima de todo".

Pese a la traición de Alfonso XIII a la "lucha titánica de Melquíades por procurar una tercera vía", el juicio de Sarah Álvarez de Miranda sobre la monarquía actual es más positivo. "Este último rey ha aprendido bastante la lección. El padre hizo cosas bien, como representar a España en el exterior, pero también fue un corrupto. El pueblo español ha estado siempre a la altura de sus reyes, son ellos los que no han estado a la altura. Que se diga que España tiene el destino que se merece, es algo muy injusto. España es un país muy generoso, y yo creo que nos viene de los ocho siglo de cultura árabe", señala.

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