Hace treinta años que Alejandro Mieres, uno de los nombres fundamentales del arte que se ha hecho en Asturias en el último medio siglo, esperaba una medalla. Pero no la que recibió ayer, agradecido e ilusionado en el ovetense Auditorio Príncipe de Asturias. La que el pintor ha aguardado con exquisita paciencia durante esas tres décadas era una sencilla copia, en plomo, de la que diseñó por encargo gubernamental en 1986 como símbolo de la más alta distinción que concede el Principado.

"Por lo menos ahora podré ver el trabajo que hice entonces", explicó el artista, quien a sus 89 años rumia aún que hace treinta años no le fundieran en plomo una de las medallas para ver el resultado de su ideación estética. "Les dije que pagaba de mi bolsillo la fundición de la pieza, pero ni por ésas", relató.

La primera Medalla del Principado de Asturias se entregó, en aquel año de 1986 y en la categoría de oro, al entonces Príncipe de Asturias, Felipe de Borbón, y hoy Rey. En realidad se trata de una condecoración civil, que tiene en sus dos versiones (áurea o de plata) forma circular. Su diámetro es de siete centímetros y posee un grosor de cuatro milímetros.

Alejandro Mieres no recuerda muy bien qué soluciones plásticas dio entonces a aquel encargo. Dice que, a sus ochenta y nueve años recién cumplidos, se ha vuelto un "desmemoriado" y que la cabeza le da ya "para poco más" que tocarse con el sombrero o con la boina "niveladora" que tanto apreciaba Unamuno.

La mano del artista está no obstante en las muy singulares geometrías e incisiones de una medalla en la que, además, debían incluirse un relieve del escudo asturiano (anverso), con la inscripción "Principado de Asturias". Y, en el reverso, el nombre de la persona e entidad galardonadas. La pieza se realiza, siguiendo ese modelo que formalizó Mieres, en oro y en plata.

"Para un artista son siempre trabajos muy importantes, aunque te encargan la obra y luego se olvidan", cuenta el artista. Éste, que ha hecho de la laboriosidad una de las divisas de su vida, mantiene el "humor imprescindible" y la ironía de base humanista que le caracterizan. Y ello pese a las siempre molestas sesiones de diálisis a las que se somete.

Alejandro Mieres, que tanto esperó por aquella réplica plomiza para ver cómo había quedado su solución al reto artístico de diseñar una medalla creada por ley, tuvo ayer por primera vez en sus manos la medalla después de esos treinta años de espera. Estas condecoraciones tienen carácter honorífico y se entregan, por decisión del Consejo de Gobierno del Principado, para premiar "méritos considerados verdaderamente singulares". Y, además, "realizados tanto por personas como entidades destacadas por haber prestado servicios o actividades de diferente naturaleza en beneficio de los intereses generales del Principado de Asturias". No conlleva recompensa económica y no puede ser entregada a los miembros del Gobierno asturiano en ejercicio. Tampoco a los diputados de la Junta General o a los altos cargos de la Administración regional. En cambio, puede ser concedida a título póstumo (ocurrió en los casos de Emilio Barbón, José María Martínez Cachero, Rafael Fernández Álvarez o Sergio Marqués), aunque tienen que transcurrir dos años desde el fallecimiento del candidato.

Alejandro Mieres, con obra en instalaciones tan importantes como el Reina Sofía o en el Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca, nació en Astudillo (Palencia) en 1927. Concluyó sus estudios en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando y en 1960 obtuvo una plaza, en Gijón, como catedrático de Dibujo. Desde aquella fecha ha permanecido fiel a la ciudad que le acogió, donde hay una calle con su nombre, y desde la que ha desarrollado una obra de gran rigor y originalidad. El poeta y premio "Cervantes" Antonio Gamoneda, que se sumó el pasado viernes al concurrido homenaje que se tributó al pintor con motivo de la inauguración de una muestra retrospectiva en el Museo Barjola, ha descrito ese trabajo como una "lírica de las formas". Y al pintor, con medalla o sin ella, como "ejemplar".