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La convulsa estrategia política

Rajoy, en los zapatos de Javier

El presidente en funciones renuncia a hacer sangre de la fractura del PSOE sin poner condiciones a su abstención

Mariano Rajoy y Javier Fernández, en la inauguración del último tramo de la Autovía del Cantábrico, en enero de 2015. LUISMA MURIAS

"No pondré condiciones al PSOE para negociar la investidura". Hacía cinco días que el socialista era un partido partido y Mariano Rajoy aflojó de pronto la soga que algunos en el PP se aprestaban a apretar sobre el cuello herido del PSOE. Dirigentes populares que habían olido sangre, portavoz en el Congreso incluido, decidieron decir que no bastaba que les dejasen pasar con una simple abstención "técnica" con la nariz tapada. Que querían más. Presupuestos, "estabilidad", no sólo la investidura. Embridando a los suyos, no obstante, el Presidente en funciones mandó bajar el hacha contra el rival arrodillado, renunciando a señalar al PSOE el camino de unas terceras elecciones que en estas circunstancias serían seguramente devastadoras para un partido más que centenario que se desangra. Mirando el reloj, midiendo los tiempos como siempre, acaso con la vista puesta en el largo plazo y tratando de no confundir lo urgente con lo importante, Rajoy había tomado partido. Puede que la lógica del corto aconsejara dejarse ir hacia las urnas, sacar ventaja de la debilidad ajena y tratar de dar el tiro de gracia a los socialistas una semana antes de Navidad, pero el Presidente paró y giró. "No se trata de poner exigencias, lo urgente es que haya un gobierno".

La fractura socialista le había brindado la opción de elegir a quién prefería como referencia de la oposición, si a la izquierda moderada de siempre o a la morada de ahora, la "extremista y radical" que según propia declaración representa Podemos. Podría haber tratado de poner algo de su parte para repetir la cita con las urnas, pero no lo ha hecho. Puede que también haya visto difícil que el PSOE aceptara justo ahora unas elecciones, puede que identificara un coste político en la leña del árbol caído, o puede que entre Podemos y el PSOE prefiera enfrente al PSOE.

Si esto fuera así, Rajoy habría respondido de forma parecida delante de un dilema similar al que hace unos años hubo de afrontar en Asturias el que hoy es su principal antagonista político. Javier Fernández, el presidente dual del Principado y de la gestora socialista, vio crecer frente sus ojos a Foro como gran referencia de la derecha asturiana. Sucedió en 2011, cuando el partido fundado por Francisco Álvarez-Cascos irrumpió en las elecciones autonómicas para reventar de una vez doce años consecutivos de gobiernos socialistas y el liderazgo del PP en el bloque conservador.

En aquella tesitura de ausencia de mayorías estables, a los socialistas asturianos, y a su frente a Javier Fernández, se les presentaron entonces algunas ocasiones de elegir si colaboraban en el desmontaje del PP para unos cuantos años o decidían que a la larga les convenía más la derecha popular que la de Foro, cuya acometida ya lo había llevado a la Presidencia del Principado y a la Alcaldía de Gijón. Hay que salvar muchas distancias. No es aquel dilema exactamente el de Rajoy, que ahora tiene sobre el PSOE una ventaja electoral de la que los socialistas carecían en aquel momento frente a Foro, pero las dos situaciones tienen sus paralelismos si se considera que ambos tuvieron ocasiones para defenestrar al adversario tradicional y optaron por cierta cautela tras un somero cálculo de costes y beneficios.

En el Ayuntamiento de Oviedo, el reparto de fuerzas de aquella corporación de 2011 daba para una alcaldía sin Gabino de Lorenzo, la primera en veinte años, si se sumaban los votos de Foro a los socialistas, o viceversa, en un momento de particular enconamiento de las relaciones entre foristas y populares. En el PSOE decidieron que no podía ser y, por si sucedía, el socialista fue en aquel pleno de constitución el único grupo que no presentó candidato y Alfredo Carreño, entonces secretario general de los socialistas ovetenses y número uno tras la dimisión de la candidata a alcaldesa, Paloma Sáinz, dejó para la historia aquella perla de "¿cómo voy a presentar la candidatura? ¿Y si de repente salgo Alcalde".

De alguna manera, con la boca pequeña, los mismos socialistas lo dijeron el día de 2011 en el que reconocieron que sus votos habían dado la Presidencia de la Junta al popular Fernando Goñi "como mal menor" frente a Foro. Es el pragmatismo de la política como el arte de lo posible, a lo mejor eso mismo que de otro modo defienden ahora cuando emplazan a abstenerse ante Rajoy para elegir "entre lo malo y lo peor". En la votación de hace cinco años, El PSOE obtuvo a cambio la vicepresidencia y secretaría primeras de aquel parlamento que luego resultó efímero y entonces y después de entonces también tuvo que aguantar como contrapartida, eso sí, la letanía que desde las filas foristas, entre otras, repitió hasta la saciedad que aquello fue un episodio más del supuesto reparto de las instituciones entre el PSOE y el PP, un mensaje que luego, y muy recientemente, Podemos ha abrazado con delectación.

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