Elena Arias, de 73 años y vecina de la localidad santirseña de Espasande, no recuerda un año sin cosecha de patata, por eso ayer entregó el saco adquirido este año para la siembra con una mezcla de tristeza e incertidumbre: "¡Qué sé yo los años que vamos a echar sin volver a sembrar!". Es una sensación compartida por sus vecinos que acatan con dudas sobre su efectividad la prohibición estatal de no plantar el tubérculo durante dos años para así poner freno a la tecia solanivora o polilla guatemalteca de la patata.

El Principado inició ayer en San Tirso de Abres el proceso de recogida del tubérculo preparado para la siembra. La ruta dispuesta por la empresa Tragsa se realizó antes de lo previsto, ya que fueron muy pocos los vecinos que se animaron a adquirir patata. En Espasande, por ejemplo, lo normal era que las seis casas habitadas tuvieran cosecha propia, pero este año solo dos vecinos compraron la semilla. Es el caso de Elena Arias y su marido, aunque en esta ocasión solo compraron un saco frente a los dos que solían adquirir otros años. Pagaron por él unos 18 euros, pero tienen claro que no van a solicitar la indemnización dispuesta por el Principado (hasta 0,70 euros por kilo para la patata certificada y 0,30 para la de reempleo de la propia explotación): "No vamos a reclamar nada".

La cosecha del año pasado, reconoce, fue menor que la de otras temporadas, pero en Espasande no se localizó polilla. "Un vecino puso una de esas trampas y no había polilla", explica. En casa de Elena lo habitual es que a finales de febrero hubieran sembrado un poco de patata temprana y a mediados de marzo echaran el resto. Sin embargo, este año esperaron hasta ver la decisión final sobre la plaga y acertaron, evitando tener que levantar ahora el cultivo.

También para Isabel Miranda, otra vecina de Espasande que ayer entregó un saco de patata de siembra certificada, será su primer año sin cosecha propia. "Siempre sembramos para casa, no era para vender", explica mientras recibe el acta de recepción por parte del encargado de Tragsa, Félix Juan Rodríguez.

María López y Ángel Ocampo aguardaban la recogida del tubérculo a las puertas de su casa de Lombal. "Qué se va a hacer, es así la vida y hay que cogerla como viene y que no vengan plagas peores", dice Ocampo, quien reconoce que "es fastidiado" apañarse sin patata de casa, ya que, "es una cosa que se usa a diario".

"Tendremos que comer pan en vez de patata", bromea el matrimonio tras entregar los 45 kilos de patata "baraka" que habían adquirido por 35 euros. "La última cosecha fue de esta misma patata. Llevamos muchos años con esta marca y todo bien", comenta el matrimonio. Tenían ya la tierra a punto para iniciar el cultivo, pero ahora, apunta Ocampo, tendrán que cambiar de planes "y echaremos forraje para el ganado".

Unos metros más abajo, en el pueblo de Vilar, Enrique Lombardía y María José Santamarina llenan los sacos con la patata de siembra. El camión de Tragsa (que al final de la jornada recogió un total de 320 kilos del tubérculo) llegó una hora antes de lo previsto y todavía no tenían lista la entrega. "Nunca vienen tan preciosas como este año", se lamenta Lombardía mientras apura el empaquetado.

Esta pareja tiene sus dudas de la efectividad de la medida y se pregunta por qué en Navia, Valdés y Cudillero se han seleccionado las zonas afectadas y en cambio en Taramundi, San Tirso, Vegadeo y Castropol la prohibición afecta al concejo completo. "Aquí no había plaga, creo que vamos a pagar unos cuantos por este tema y no va a servir de nada", dice Santamarina.

Lombardía considera que los gobiernos les están usando como conejillos de indias: "Las plagas cuando vienen son para quedarse. Si se pudiera parar, lo habrían parado en Canarias. Creo que esto no va a ser efectivo, la manera de pararlo tendrá que ser con insecticidas". Lamenta además esta situación, pues explica que las patatas son un alimento básico para el autoconsumo de las familias, que contribuyen a la supervivencia de los pequeños agricultores que salen adelante con escasas rentas.

Ayer entregaron a Tragsa los tres sacos de patata que adquirieron el 18 de febrero por 48 euros y con la incertidumbre de saber cuándo volverán a ver otra cosecha de patata. Lo peor, añaden, es encontrar un buen producto que llevarse a la boca: "Las que compras por ahí no valen nada".

Trampas en Gijón

Técnicos de la Consejería se personaron ayer en la zona gijonesa de Montiana para colocar varias trampas con feromona sexual en algunos huertos, ante la posibilidad de que haya polilla guatemalteca en otras plantaciones. El Ayuntamiento ha exigido además al Principado "instrucciones precisas sobre lo que tenemos que hacer", indica el edil Manuel Arrieta, ante la "falta de información".