En México se piensa mucho en Trump, pero a lo mejor no tanto de esa manera. O no con tanto miedo. En un hotel de la colonia Polanco de la capital federal, empresarios asturianos enraizados en el país azteca y los de la misión institucional y comercial del Principado que estos días visita la nación confluyen en relativizar la influencia que la inestabilidad política y las tensiones sociales entre Estados Unidos y México deberían tener sobre el intento de búsqueda de ocasiones de negocio que ha movido a una delegación empresarial e institucional asturiana hasta el convulso Norte de América. Esa crisis se parecerá más a una oportunidad si se acepta, con el piloñés Eduardo Cepeda, director general de JP Morgan en México y presidente de la Confederación de Empresarios Asturianos en la nación, que "en los momentos más delicados es cuando hay que apostar por los países". Que en todo caso puede que la tormenta acabe en seco, o que también a partir de ahora "México ha de tener una enorme relación comercial con Estados Unidos, porque ese es además el mayor interés de Estados Unidos".

Era un foro para el encuentro y el intercambio de oferta y demanda entre empresarios asturianos y firmas locales, y ahí la experiencia compartida invita a la calma. En esa línea van las manifestaciones, hechas inmediatamente después de lo último en cambios de rumbo: se filtra que Estados Unidos saldrá del Tratado de Libre Comercio con México y Canadá y al día siguiente la Casa Blanca lo desmiente. "Una crisis de verborrea" que pasará, dirá pronto Antonio Suárez, empresario asturmexicano de la fabricación naval con fuertes inversiones a ambos lados del Atlántico.

Mucho ruido, dirán a coro casi todos, y no se sabe si al final pocas nueces. Cepeda observa el futuro con mejores perspectivas para la inversión asturiana en México -que ocupa una parte "todavía pequeña" en el enorme volumen del negocio español en el país azteca- que en el trayecto inversor inverso desde México hacia el Principado. En la primera dirección el empresario ve mejor el futuro en el territorio de los servicios tecnológicos que en lo que llama "productos de nostalgia", sobre todo alimenticios, e invita a buscarse la vida aquí sobre todo a la empresa metalmecánica y a la de servicios tecnológicos, habida cuenta de sus capacidades y sin descartar lo mucho que ayuda todavía "ser asturiano en México".

El consejero de Industria y Empleo del Principado, Francisco Blanco, había abierto el acto con un significativo "aquí estamos" justo ahora, tal vez incluso "más en un momento en el que teniendo en cuenta los problemas de México, estamos especialmente satisfechos de venir a recordarles que sigue habiendo una tierra que se acuerda de ustedes y que está ahí para hacer negocios". Lo dicho, una oportunidad.

El momento es incierto y "el daño ya se hizo", asumirá Antonio Suárez desde su atalaya privilegiada de empresario con intereses a los dos lados del océano. México está "muy ligado al dólar" y las fluctuaciones del cambio del peso están asimismo vinculadas a las de la opinión de su presidente. Trump es "una persona muy volátil", afirma el empresario enraizado en Sobrescobio, que reconoce que si se cortan los lazos del tratado "México va a sufrir", pero Estados Unidos también si pierde mercado y perjudica a sus empresas en el país vecino, y que apostilla que "ni Trump ni nadie van a poder acabar" con su país y que "tal vez esto pueda ser de acicate y muchos empresarios puedan llegar a agradecer este susto, porque van a poder abrir nuevos mercados".

Al final, Suárez piensa que "todo se va a arreglar". "No soy pesimista. No me acaba de aterrorizar este asunto". Lo mismo dicen los empresarios de allí y de aquí. El llanisco Vicente Tamés, responsable comercial de Duro Felguera en México, reconoce que "hay mucho ruido" y a lo mejor más que posibilidad de nueces. "La inestabilidad en el tipo cambiario afecta a la posibles inversiones", pero no es éste su peor momento en 24 años en México, ahora al frente de Duro, que lleva treinta en el país y tiene en ejecución un ciclo combinado y una planta de cogeneración para una papelera. Total, cuatrocientos y 27 millones de euros, respectivamente. Para José Miguel Fernández, el asturmexicano propietario de Aguas de Fuensanta, apuesta por la pericia para "hacer bueno el mal momento" y lamenta que "la realidad suele alejarse mucho de lo que dicen los políticos", pero da por hecho que "las aguas volverán a su cauce".

"Tenemos que aprender a vivir en la incertidumbre", confluye el presidente de la Federación Asturiana de Empresarios (FADE), Pedro Luis Fernández, persuadido de que no existe bola de cristal capaz de asegurar el momento en el que se disiparán del todo las dudas: "México va a seguir, Donald Trump pasará".