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La Guía Secreta De Asturias

Querencia por las viejas moliendas

Los hijos del molinero Benjamín Arias recuperaron junto al río Buciellos la construcción que cuidaba este vecino muy cerca del pueblo de Serandi, en Proaza

Molín La Molnera, muy cerca del pueblo de Serandi, en Proaza. ANA PAZ PAREDES

Suena el río y suena quedo. El rumor del agua, en estas fechas, invita a refrescarse aunque el caudal sea poco una vez llegados al rincón donde se levanta el viejo molín La Molnera, construido al paso del río Buciellos, muy cerca del pueblo de Serandi, en el concejo de Proaza. Y es que a veces hay senderos que, sin estar señalizados en la carretera, lleva a rincones donde la querencia de los vecinos por su historia los convierten en únicos y singulares además de dignos de admiración por mantener vivas unas piedras que, hace ya tiempo, quedaron para siempre en silencio.

Dos de los hijos del molinero Benjamín Arias Alonso, concretamente Emiliano y Raquel, decidieron restaurarlo y cuidarlo como el mejor homenaje hacia su padre, su pasado y sus vecinos. "El molín estuvo funcionando hasta hace cuatro años. Decidimos arreglarlo porque forma parte de nuestra historia y porque no podíamos dejarlo caer como ha pasado con otros tantos en Asturias", señala Emiliano desde su casa de Serandi, a su vez un pueblo precioso y con mucho que ver etnográficamente hablando, con una cantidad de hórreos y paneras a destacar.

A este hermoso rincón proacín se llega por la carretera que desde Proaza lleva a Villamejín y Serandi. Tras pasar el primer pueblo y un kilómetro antes de llegar a Serandi, más o menos, hay una curva sobre el río en la carretera en cuya parte izquierda hay una pequeña zona donde dejar el coche. Unos pasos más arriba y a la derecha, sale un camino que ha sido recientemente segado y está muy limpio que, en menos de diez minutos, lleva hasta este lugar donde el molino, el puente, el río y el bosque descubren al viajero un lugar de paz, de belleza y de querencia por las viejas moliendas. El camino, en ocasiones empedrado, sigue de frente y en ascenso por el bosque donde, al menos en uno de los laterales, se encuentran los restos de otro molino que empezó a ser rehabilitado pero que quedó a la mitad. Hablan los vecinos de un tercer molino que también se cayó y es prácticamente invisible en medio del verde frondoso de esta zona.

El camino, monte arriba, se va estrechando y la vegetación impide ver bien lo que hay en la parte izquierda, por donde baja el río. "El río es Buciellos. Mi padre molía trigo, maíz, escanda y cebada. Se molía de todo, era un molín de maquila. La piedra que está fuera era con la que se molía la escanda", recuerda Emiliano, para quien, al igual que su hermana Raquel, es tan importante mantener en pie y cuidado el viejo molino familiar, algo que también agradecen cuantos hasta allí se acercan para disfrutar de un lugar con tanta paz y tanta historia.

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