Con un mes y medio de retraso, por fin se ha publicado el listado definitivo de admitidos al Programa de Doctorado en Ciencias de la Salud de la Universidad de Oviedo. Se lo han tomado con calma, y eso que no tenían muchos títulos que revisar, ya que el criterio fundamental para ser admitido consistía en tener un amiguete que te promocionara. O, dicho con otras palabras, asignando 9 puntos a una "carta personal", 8 puntos a la formación académica y 3 puntos a publicaciones y ponencias. Consultando el documento -y concretamente la línea de medicina clínica-, se puede apreciar cómo la gran mayoría de candidatos cuenta con la totalidad de la puntuación en los apartados de formación y publicaciones, recayendo así todo el peso de la admisión en la carta personal. Hecha la ley, hecha la trampa: el clientelismo y la endogamia universitaria al poder.

Por estas palabras habrán deducido que en mi familia no hay ningún catedrático que pueda haber hecho una llamada. Iluso de mí, creía que los méritos que aportaba superarían con creces los requisitos mínimos exigidos por la Universidad. De nada ha servido obtener el Premio Fin de Carrera "Severo Ochoa" de la Licenciatura en Medicina en 2013, ni el Premio Extraordinario de Licenciatura en 2015. Tampoco parece haberles interesado el tercer Premio Nacional Fin de Carrera de la Licenciatura en Medicina que tuve el honor de recibir en mayo de este año, aportando el mejor currículum de todos los licenciados en cualquier disciplina de Ciencias de la Salud del país. Ni siquiera han considerado las tres estancias de investigación que realicé en el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares en los últimos diez años. Cuarenta matrículas de honor no han sido suficientes para llamarles la atención. Faltaba el dato clave: hijo del profesor mengano o amigo de fulanito. ¡Qué tristeza!

Nuestra Universidad está en crisis. Retrocede año tras año en los rankings nacionales e internacionales. Se está quedando sin profesores, sobre todo en Medicina. Sus trabajadores no se interesan por producir conocimiento sino por mantener el chiringuito funcionarial. El talento y el mérito no están bien vistos.

Por suerte, sigue habiendo Universidades con mayúsculas, lugares de referencia para la creación de conocimiento que genera valor añadido. Centros que atraen a los mejores para que la ciencia progrese. Estoy convencido de que encontraré una Universidad así en la que pueda aportar mi granito de arena como doctorando y como profesor. Será, eso sí, fuera de Asturias. Mientras tanto, Uniovi, campus de excelencia de pacotilla, seguirá reclutando a sus amiguetes. Y cada cual que aguante su vela.