Desaliñado, con manchas de suciedad en el rostro, el cuello y la ropa, la cabeza gacha y los ojos cerrados por la vergüenza, despeinado y con aspecto de haber pasado horas muy largas en los calabozos de la Guardia Civil de Llanes, el atracador detenido el martes en el asalto frustrado de la sucursal de Liberbank de Cangas de Onís compareció ante la magistrada gijonesa Silvia Golfe González, a las cinco menos cuarto de la tarde de ayer. Dos horas después, salía de los Juzgados camino del centro penitenciario de Asturias, tras ordenar la jueza su prisión provisional sin fianza, investigado por cuatro delitos: robo con violencia en grado de tentativa, tenencia ilícita de armas, detención ilegal y atentado a la autoridad, cuatro cargos que pueden valerle una decena de años de prisión, y eso aunque él no apretase el gatillo en ningún momento.

José Manuel Sánchez Vidal, de 43 años, con una decena de antecedentes por hurto y robo, solo contestó a un par de preguntas de la jueza, solo para asegurar que no sabía que viniese a Asturias para cometer un atraco, y que, cuando se dio cuenta, no tuvo participación alguna en los hechos, y menos en el tiroteo indiscriminado que protagonizó su compinche, Juan Carlos Sahagún Gobantes, que se enfrentó a agentes de la Guardia Civil y la Policía Local que les esperaban en el exterior de la sucursal con dos pistolas de nueve milímetros, para terminar suicidándose tras retener durante tres horas a dos cajeras y un cliente de la entidad.

Cuando la jueza quiso indagar más, se encontró con el silencio del investigado, que se acogió a su derecho a no contestar. La jueza se quedó sin saber qué relación tenía con el otro atracador, cómo decidieron acudir a Asturias desde Burgos para cometer un atraco, si contaban con cómplices...

Tuvieron el éxito al alcance de los dedos. Hubiese sido un buen golpe, no precisamente de los que retiran a un delincuente de este tipo, pero suficiente para pasar una temporada de forma desahogada hasta el golpe siguiente. Cuando se dieron cuenta de las fuerzas de seguridad les esperaban en el exterior, ya tenían el dinero -más de 100.000 euros, como adelantó LA NUEVA ESPAÑA en su edición de ayer jueves- metido en bolsas, después de esperar diez minutos a la apertura de la caja de seguridad del banco, y se disponían a salir con ellas de vuelta a casa. La caja estaba repleta de dinero, como corresponde al último día del mes. ¿Dispusieron de información privilegiada, o actuaron al azar? Todo indica que no habían planificado mucho el asalto y que tuvieron éxito de carambola. Pero todo iba a complicarse, y mucho.

Nada más recibir el alto de los agentes, José Manuel Sánchez levantó los brazos en señal de rendición. Pero detrás venía Juan Carlos Sahagún con dos armas. ¿Una estrategia acordada? El delincuente detenido lo niega. Al oír los primeros disparos se echó al suelo con los brazos abiertos, como para indicar que no llevaba arma alguna y evitar que le disparasen. Luego le hicieron arrastrarse de espaldas para alejarse de la puerta de la sucursal, antes de que tres agentes le echasen el guante y le llevasen detenido.

Los agentes de la Policía Judicial de la Guardia Civil no han agotado las 72 horas que podían tener detenido al atracador. Las pruebas son muy claras, aunque numerosas, por lo que ha llevado su tiempo realizar el atestado. La próxima semana, los testigos de este angustioso atraco ratificarán sus declaraciones ante la jueza. Ayer se reabrió la sucursal atracada, con su directora al frente -el día del atraco acababa de salir a tomar un café-, pero no con las cajeras que fueron retenidas, que están de baja por razones obvias. Los clientes acudieron en masa, sobre todo jubilados, y daban la cabeza cuando se les preguntaba por lo ocurrido el martes.