Hace poco, cayó en mis manos un mensaje de WhatsApp, en el que se hacía a los niños una doble encuesta encaminada a saber que pedirían de regalo estas Navidades. Primero se les preguntó que pedían a sus majestades, los Reyes Magos; luego se les preguntó que pedirían a sus papás y a sus mamás, si ellos fuesen los encargados de hacerles los regalos. Por último se les preguntaba, si solo podían hacer una carta en Navidad, ¿cuál de las dos cartas enviarían?

Las respuestas fueron curiosas, realmente sorprendentes. Es evidente que, a Melchor, Gaspar y Baltasar, en sus cartas nuestros hijos/as, pedían lo más variopinto, y por supuesto de última generación y a ser posible lo más caro. Cuando se ponían a escribir la carta a sus padres/madres, les surgían muchas dudas, pues los niños son pequeños, pero no tontos, y saben, aunque parezca que no, las dificultades económicas, laborales o personales que hay en sus casas, de ahí que les costase inicialmente elegir un regalo. Pero al final, casi todos coincidían, que lo que querían de papá y mamá, era que compartiesen con ellos más tiempo. Para jugar al futbol, a la videoconsola, para pasear, para contarles cuentos, para hacerles cosquillas, etc. Lo importante, no eran los objetos, sino tener a su disposición al menos ese día a papá y mamá, y por supuesto si fuera posible algún día más durante el año.

Pero lo más sorprendente fue a la hora de elegir entre una carta u otra, si solo podían mandar una, eligieron la dirigida a sus padres. Sí, queridos papás y mamás, nos empeñamos en que esa noche sea mágica para nuestros hijos e hijas, y para ello buscamos el juguete de moda, el último modelo, el más caro, el más grande, el más colorido. Pero luego, tal vez nos olvidamos, que lo importante de que regalemos uno u otro juguete, no es el objeto, sino más bien que permitamos a esos pequeñajos que lo compartan con nosotros, que nos enseñen a jugar con él, que nos expliquen cómo funciona y, sobre todo, que a través de ese juguete nos tengan a su disposición un tiempo con dedicación exclusiva. Vivimos atados al trabajo, al móvil, a las preocupaciones, al reloj, a las actividades extraescolares? El tiempo se nos escapa entre los dedos, y lo que es peor se nos escapa la infancia y los recuerdos de nuestros hijos/as.

Con los regalos, nos ocurre lo mismos que con las cenas de Navidad o con las rebajas. Alguien, no sabemos quién, ha señalado en el calendario, determinadas fechas en las que tenemos que comprar y comer compulsivamente. No importa que lo necesitemos o no, que nos guste o no, hay que comer hasta reventar y comprar hasta quedar en números rojos. Pero realmente, nos hemos sentado a pensar alguna vez, por que actuamos de esa manera. Si me gustan los huevos fritos, la pizza, o el pollo; ¿por qué estos días tengo que comer cosas especiales, más caras y que me gustan menos?

Algo parecido, ocurre con los regalos del día Reyes o de Papá Noel. Pues llegadas estas fechas, nos sentimos obligados a comprar los regalos más caros, más vistosos, pues están de moda. Y si no se los compramos, tememos que nuestros hijos puedan verse aislados y marginados. Es más, muchas veces compramos regalos inadecuados para su edad, así vemos a niños y niñas de 8 años o menos, que tienen teléfonos de última generación, mucho más potentes que los de sus padres, conexiones y acceso ilimitado a internet y a las redes sociales, equipos electrónicos tremendos, motos, drones, etc., para cuyo uso, en muchas ocasiones, no están capacitados ni tienen la madurez necesaria. De ahí que luego vengan los problemas derivados de su uso, siendo cada vez más frecuentes los casos de: Bullyng telefónico, el Ciberacoso, el Child Grooming, el Stalking (diferentes formas de acoso en definitiva) que generan graves problemas físicos y psicológicos a nuestro menores, y que a veces por desgracia, terminan en suicidio.

Pero lo más grave aún, es que, como se recogía en una reciente encuesta, muchos padres para comprar esos juguetes se endeudan por encima de sus posibilidades; generando descubiertos, que van a lastar su economía durante el año siguiente o tal vez más tiempo. Y si bien es cierto, que a veces tendremos que endeudarnos, y pedir créditos para cuestiones realmente importantes, que incidirán positivamente en el futuro de los hijos/as, como pueden ser estudios superiores, estudio de idiomas, mejorar condiciones de la vivienda, un vehículo adecuado a la familia etc. No es de recibo, asumir tan a la ligera, deudas y pago de intereses, por comprar unos juguetes, que en la mayoría de las veces tienen una vida útil muy corta, y no son necesarios ni beneficiosos para la familia.

Debemos recapacitar, y acomodar nuestros regalos a la verdadera edad y madurez de nuestro hijos/as. Permitiéndoles que vivan su infancia, y que esta dure el tiempo necesario. Vivimos en una sociedad, en la que nuestros hijos queman etapas rápidamente, de tal forma que cuando aún están en la infancia o preadolescencia, les estamos haciendo regalos de adultos, para que vivan como adultos. Y el problema, es que cuando llegan a los 18/20 años, o incluso antes, ya no tiene ilusión por casi nada, pues ya han tenido en sus manos todos los juguetes habidos y por haber; y, lo peor de todo, una libertad sin límites, para hacer lo que les da la gana, sin apenas responsabilidad por sus actos, y las consecuencias de estos. Juguetes y/o regalos, que, por otro lado, cada vez les aíslan más del mundo y la sociedad en que viven. Pasan a vivir en una realidad virtual, con amigos o conocidos en la red, con los que nunca tendrán contacto físico, alejándose y perdiendo la relación y contacto personal con sus amigos de clase o del barrio.

Aún recuerdo hace años, cuando a uno de mis hijos le regalamos un coche a pedales, por supuesto muy caro. Se lo dejamos a la puerta de casa y le hicimos salir para que lo viera. Cuando abrió la puerta, lo que más le llamó la atención fue la nieve que había en la calle y pasó olímpicamente del coche; pues tenía la oportunidad de jugar, en la nieve, con sus papas y hermanos. O cuando otro de mis hijos, disfrutaba más con los envoltorios que con el regalo en sí.

Los niños/as necesitan jugar con los juguetes, no que los juguetes jueguen con nuestro hijos/as. Por eso es bueno y necesario potenciar con nuestros regalos la imaginación, la inventiva, la creatividad y la necesidad de relacionarse físicamente con otros niños/as de su misma edad. Seamos adultos y responsables. Regalemos a nuestros hijos juguetes que les hagan realmente felices y que puedan compartir con nosotros. No juguetes que sirvan para justificar nuestra falta de dedicación personal hacia ellos, nuestro estatus social, o que les aíslen del mundo físico y real en el que viven.