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Los "Ramón y Cajal", jóvenes talentos para la investigación regional

Cerebros retornados y enriquecidos

"No volvemos por dinero sino por la garantía de estabilidad", defiende la élite científica que, tras más de una década en centros del extranjero, regresa a la Universidad con contrato de profesor-investigador

Cerebros retornados y enriquecidos

Bárbara Álvarez, Enrique Palencia, Germán Orizaola, Laura Gutiérrez y Alfredo de la Escosura ocuparon un día la nómina de "cerebros fugados". Se fueron de Asturias voluntariamente tras haber leído su tesis.Y aunque siempre ha sido recomendable que a la inteligencia le diera el aire fresco de otras latitudes con condiciones más favorables para la investigación, llevaban más de una década ansiando volver. Un contrato "Ramón y Cajal" les ha devuelto la ilusión, al encontrar unas condiciones laborales con cierta garantía para volver. Cumplido el romanticismo de una etapa de aventura y la traslación de sus respectivos saberes a otros laboratorios, con el inicio del nuevo año todos ellos se incorporarán a la Universidad de Oviedo con un contrato de profesor-investigador.

El programa "Ramón y Cajal" que comenzó hace 16 años en España con el objetivo de atraer a los cerebros más brillantes de todas las disciplinas científicas, permitirá captar a siete de esos talentos "fugados" el próximo año en Asturias. Bárbara, Enrique, Germán, Laura y Alfredo ponen cara a esa realidad. "He tenido más suerte de la que esperaba pero costó lograr el curriculum para acceder a este contrato", asegura Bárbara Álvarez, física, formada en el grupo de Javier Cuevas, quien retorna a casa, recién estrenada la maternidad (dio a luz a una niña hace tres meses) tras 12 años fuera de la región, la última etapa en las instalaciones del CERN en Ginebra. Su pareja, Enrique Palenzuela, siguió una trayectoria parecida aunque pudo volver antes. En su primer intento en acceder a un "Ramón y Cajal" fue rechazado pero logró una de las ayudas "Clarín" del Principado y en 2015 adelantó su vuelta al grupo de Cuevas. "El principal atractivo de estos contratos es la continuidad que ofrecen", explica el joven, de 40 años.

Lograr una de estas plazas se considera ya en sí mismo un gran mérito dada la alta competitividad de los candidatos así como su veteranía. Germán Orizaola se "peleaba" por nueve de estos contratos en toda España para su área, Ecología, frente a otros 120 candidatos. "A mí me hacía ilusión reencontrarme con el grupo del que salí", reconoce Bárbara Álvarez. Actualmente se ofrecen un total de 175 contratos al año para todo el país -frente a los 500 de antes de la crisis- pero sólo optan a un "Ramón y Cajal" alrededor del 8% de los investigadores y se obtienen después de 10 años de experiencia posdoctoral, varios en centros de investigación del extranjero.

El biólogo Orizaola volverá a la Universidad asturiana en junio. Pondrá fin entonces a 13 años de investigación en Upsala (Suecia), donde trabajaba como líder de grupo en Ecología analizando cómo los animales se adaptan a un hábitat en condiciones de estrés. "Hemos trabajado en el Ártico o en zonas de alta contaminación como Chenóbil", explica. En el entorno de la central nuclear de Ucrania han tenido oportunidad, igual que en Fukushina, de explorar qué ocurre con la fauna. "Se pensaba que iba a ser un desierto total, pero está lleno de animales, están comenzando a adaptarse. De Chernóbil se fueron 300.000 personas y se generó una zona de exclusión pero ahora hay más lobos allí que en todo el Norte de España. El efecto de los humanos a veces es peor que la propia radiactividad", continúa Orizaola. En la Universidad de Oviedo se incorporará a la Unidad Mixta de Investigación donde quiere abrir una línea nueva de investigación, centrada en el Occidente asturiano y algunas zonas de Galicia para evaluar el impacto sobre la población del gas radón que prolifera en estas zonas.

Enrique Palencia confía en poder avanzar en el estudio de quarks, que son las partículas constituyentes de la materia visible que interactúan fuertemente formando la materia nuclear y ciertos tipos de partículas llamadas hadrones, que son la base de funcionamiento del Gran Colisionador de Hadrones, LHC, ubicado en la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN), cerca de Ginebra, en la frontera franco-suiza, cuyo propósito es revisar el marco teórico de la física de partículas. Su pareja, Bárbara Álvarez, de 34 años, estuvo ligada al experimento del CERN desde 2006 cuando se trasladó desde Estados Unidos, donde realizó parte de su tesis. En la última etapa en Ginebra trabajaba en cámaras de neones y aspectos de hardware pero reconoce que cumplidos ya diez años en la Organización Europea existían pocas posibilidades de prolongar su exilio. "Vas envejeciendo y viendo que el embudo se cierra. Después de más de cinco años no hay garantías de quedarse", apunta, "los contratos son más limitados y en el staff del CERN hay muy pocos físicos". El retorno al grupo de la Universidad de Oviedo le permitirá tanto a ella como a su pareja aprovechar el próximo parón del acelerador de partículas para plantear nuevas colaboraciones con los grupos del CERN.

La joven regresa ilusionada, por la oportunidad de incorporarse también a la docencia. "Nos consideramos un poco privilegiados", valora Bárbara Álvarez sobre lo que se le viene por delante. Eso sí, coincide con sus compañeros en que en la cuantía de los contratos no hay razón para la vuelta. "No volvemos por dinero sino por la seguridad de un puesto con posibilidades de permanencia; porque llevas tiempo fuera y éste es tu lugar. Además, pesa la ilusión de poner en práctica lo aprendido fuera", asevera. Con ella coincide Germán Orizaola. "Falla el interés por la investigación; nos usan como reemplazo o mano de obra barata", lamenta el joven en referencia a la oportunidad de que el sistema de ciencia español les incorpore a un coste muy bajo. "Los currículos de los Ramón y Cajal son de lo más selecto", especifica. En Upsala tenía concentrada toda la docencia en dos semanas para centrarse el resto del tiempo en la investigación. Allí tenía su propio grupo con acceso a financiación internacional. "Las clases allí son más abiertas y participativas, sin tanta lección magistral", señala.

Laura Gutiérrez estudió Biología en Oviedo. Comenzó el doctorado en el departamento de Fisiología Vegetal. En el año 2000 se fue a Rotterdam para cursar un máster de biotecnología. Después continuó allí y logró que la reconocieran como "junior group leader" en 2010, etapa en la que tuvo oportunidad de estudiar diferentes procesos hematopoyéticos, que responden a la formación, desarrollo y maduración de los elementos de la sangre. "En Amsterdam comencé a especializarme; lo interesante para un científico es estar expuesto a varios puntos de vista, eso te ayuda a implementar la investigación", explica. De Holanda regresó cumplidos quince años de su primera salida. Fue al hospital clínico San Carlos de Madrid, su primer destino del contrato "Ramón y Cajal", en 2015, junto a su marido, que se quedará allí con una ayuda de la Comunidad de Madrid a la retención de talento. Este enero, Laura, por fin, vuelve a casa. "En Oviedo estudié y crecí, es una ciudad muy agradable para vivir", subraya. Se incorporará al Instituto de Investigación Sanitaria del Principado (ISPA) donde podrá montar su propio laboratorio. "Es una oportunidad única para participar en su desarrollo", expone, "tengo proyectos para iniciar en próximos años y poder empezar a contratar ayuda técnica". Como el resto de los "Ramón y Cajal", compaginará docencia e investigación. Su línea sobre megacariopoyesis y plaquetas a buen seguro que dará grandes resultados próximamente, con su enfoque hacia campos menos explorados como la Oftalmología y la Psiquiatría. "Puedo aplicar mis conocimientos en función plaquetaria en otras patologías", explica, "hacemos proteómica de plaquetas y queremos generar una base de datos muy completa". A su juicio, la investigación "aporta mucho a la sociedad aunque no sea algo tangible pero los países que son conscientes de ello, invierten". Aun así, la joven reconoce que en España "hay gente muy buena: tener recursos más limitados te espabila pero cuesta encontrar el camino", sentencia.

Alfredo de la Escosura-Muñiz retornará en junio desde Barcelona. Ha pasado por el Instituto de Nanociencia de Aragón, el Instituto Catalán de Nanotecnología, la Universidad Chalmers de Tecnología (Suecia) y en los últimos seis años venía trabajando como investigador senior en el Instituto Catalán de Nanociencia y Nanotecnología. La experiencia adquirida en sistemas de biodetección basados en nanopartículas le ha facilitado el retorno al grupo del que salió en Química, el del profesor Agustín Costa. El contrato "Ramón y Cajal" representa para él "una oportunidad única". En comparación con el sistema de investigación catalán, De la Escosura destaca que allí es posible lograr financiación para instalaciones y personal. "Son centros de investigación donde prima mucho la excelencia", arguye, "ahora aprovecharé los contactos de estos años para que el grupo crezca".

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