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La guía secreta de Asturias

Agua que no mueve molino en Cudillero

La playa de la Vallina, en Oviñana, alberga uno de los seis ingenios hidráulicos con los que llegaron a contar los vecinos a orillas del río Vivigo

Descenso hasta la playa de cantos rodados donde está el molino casi al borde del mar. ANA PAZ PAREDES

Algo especial tienen los molinos que, junto a los ríos y alguno a unos metros del mar, como el caso del que nos ocupa, convirtieron durante tantos años en harina el trigo, el maíz y la escanda en tantos lugares de Asturias. Posiblemente sea una mezcla de nostalgia y curiosidad, de tristeza y admiración al mismo tiempo al contemplar estos "monumentos" a los viejos oficios artesanales que, como éste, han ido quedando en desuso allá donde fueron levantados.

Sucede todo eso y además está el hermoso enclave en el que se encuentran y al que se llega partiendo de la localidad de Oviñana, en Cudillero, donde una de sus rutas lleva hasta la playa o ribera de la Vallina, uno de los pocos rincones de Asturias donde se puede ver una de estas construcciones tan cerca del mar formando, sin duda, una composición cuando menos sorprendente y poco habitual. Un lugar con magia donde es fácil imaginar a espumeros y a serenas espiando, cuando no los ve, las labores del afanado molinero.

La hermosa ruta que lleva hasta esta playa de algo más de un kilómetro y de, mayormente, cantos rodados de diferente tamaño, así como pequeñas zonas de arena dorada, se inicia junto a la iglesia y las escuelas en Oviñana. En el suelo hay unas flechas amarillas, color que indica que se va por buen camino. Tras cruzar todo el pueblo, se llega hasta una desviación, a la izquierda, donde un letrero señaliza la playa. Hay que entrar en un sendero cómodo de caminar que introduce al viajero en un bosque cuya sombra, en ocasiones, se agradece si apura el calor, algo que no sucede en estas fechas, pero que hay que tener en cuenta si se piensa en hacerla llegada la primavera o el verano. Al poco de iniciar el descenso hacia esta playa, ya se siente el viajero acompañado por el rumor del río Vivigo, que otros llaman aquí arroyo de Boumión.

Aunque ya no son visibles la mayoría, en buena parte porque han desaparecido o están en ruinas, se cuenta que hubo aquí al menos hasta seis molinos harineros a orillas de este río. Unos metros antes de llegar, y en una curva, se obtiene ya una vista panorámica preciosa de todo el cabo Vidío y la playa de Cueva, a derecha, y la punta del Esquilón, a la izquierda. En cuanto a los molinos, hoy se pueden admirar dos de estos ingenios hidráulicos, los dos restaurados. Uno tiene una curiosa ventana lateral, y el otro, asomado al Cantábrico, está acompañado de una pequeña cascada por la que el río, finalmente, se encuentra con el mar. Agua que ya no mueve las ruedas del molino pero sí la curiosidad y las ganas de descubrir este lugar a quienes buscan rincones con alma, con paz y con historia.

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