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Los Tesoros Forestales De Asturias | Hayedos De Redes

Un mar de hayas

El parque natural del Alto Nalón está cubierto de bosque en un tercio de su superficie, con un claro predominio del hayedo, que cubre 10.000 hectáreas

Un mar de hayas

Diez mil hectáreas de hayedo convierten el Parque Natural de Redes en una de las grandes reservas forestales de Asturias, con su núcleo en el monte cuyo nombre designa al conjunto del espacio protegido. Un nombre largo tiempo escrito erróneamente "Reres" (por un desliz tipográfico en la Orden Ministerial de declaración del Coto Nacional de Caza, del 4 de septiembre de 1943) y de etimología incierta; se vincula con el uso de trampas de empalizada (redes, en una acepción antigua del término), apoyando la hipótesis en otros topónimos de la zona con su misma raíz y en la documentada actividad cinegética local. Sea como fuere, Redes es hoy sinónimo de naturaleza, de bosque, de hayedo. Y el monte Redes, en la cabecera del río Monasteriu, por encima de la afamada vega de Brañagallones, es su piedra fundamental, su ara.

El oso y el gallu monte. Llegar al corazón de estas tierras feraces y ubérrimas -que diría José Ramón Lueje, explorador y divulgador pionero de la cordillera Cantábrica, y gran amante de las montañas de Redes- no es difícil: una pista de amplio trazado comunica el pueblo de Bezanes, al pie de la carretera As-117 que remonta el Alto Nalón, con Brañagallones, en una subida sostenida de una decena de kilómetros que ha de prolongarse un poco más, ya por un sendero, hasta entrar en la espesura del monte Redes, por el que vuelve a pasear el señor del bosque, el que da nombre al Cantu l'Osu, una peña singular aupada a la corona del valle. No hace mucho que el plantígrado ha recolonizado estos bosques tras décadas de presencia esporádica, errante, como un hijo pródigo. En paralelo, otro de los grandes símbolos de Redes, el urogallo cantábrico, el gallu monte al que alude el topónimo de Brañagallones, ha ido perdiéndose hasta quedar reducido a la condición de resistente, refugiado, casi ya un fantasma.

En el principio fue el rebeco. Tampoco se puede dejar de mencionar al hablar de Redes al animal que dio origen al Coto Nacional de Caza, embrión del actual Parque Natural, declarado en 1996: el rebeco cantábrico. Su crítica situación, por lo mucho que se lo cazó en tiempos de guerra y hambre, llevó a protegerlo a él y a sus peñas y bosques, primero con el coto, de 1943, y después con una veda, que se alargó hasta 1956, cuando la especie se consideró fuera de peligro y volvió a estar en la mira de las escopetas. Su prosperidad posterior elevó su población hasta los 3.000 ejemplares, pero una epidemia de sarna en los años noventa del siglo XX redujo de forma drástica su número. Con todo, conserva una buena situación y es fácil verlo en las peñas y los pastos de altura.

El rebeco toca el bosque para refugiarse, sobre todo en invierno. Pero los bosques de Redes albergan muchos otros habitantes, y caminando con atención por la pista a Brañagallones no es difícil detectar a muchos de ellos, aunque algunos solo por su voz o por sus rastros. Son estos bosques un hogar apropiado para pájaros carpinteros y, en particular, para el mayor de todos ellos, el picamaderos negro, del tamaño de una corneja, que martillea los troncos con increíble potencia. Entre su audiencia, pájaros más discretos, aunque acrobáticos, volatineros y, muchos de ellos, coloridos: agateadores euroasiáticos, trepadores azules, reyezuelos sencillos, carboneros palustres... y el poderoso azor común, que lo escucha con particular interés, pues, no en vano, lo caza con cierta frecuencia. El águila calzada y el abejero europeo, ambos ausentes en esta época, hasta bien asentada la primavera, tienen otros objetivos en sus garras y en su pico.

Voces en la noche. Por la noche, en los hayedos de Redes resuena la lúgubre voz del cárabo común y del búho chico, y allí donde el bosque se encuentra con la peña, se suma al coro, sobre todo en los meses invernales, los del celo, el hondo y grave ulular del búho real, el "gran duque", cuya presencia en Redes se conoce, sobre todo, por los ejemplares hallados muertos por atropello y por colisión con vallas y tendidos eléctricos, que hablan de una densidad nada despreciable de este misterioso cazador nocturno al que los inquisitivos lirones, ahora inmersos en un profundo letargo (en escondites naturales o como okupas de alguna cabaña), presienten con temor (solo tienen un segundo para reaccionar, justo antes de sentir el acero de sus garras).

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