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El retorno del exilio científico

La física noreñense Cecilia Solís, que hoy cumple 40 años, vivirá gracias a un contrato "Ramón y Cajal" su primera oportunidad de ejercer en Asturias, tras un largo periodo en Alemania, de donde es su marido

Pablo Lindenmüller con su esposa, Cecilia Solís, y su hijo, Erik. P. L.

Pablo Lindenmüller quiere dar hoy una sorpresa a su mujer, la noreñense Cecilia Solís Díaz, madre de su hijo y compañera de viaje de la vida. Se conocieron en Valencia hace ocho años, cuando Solís, investigadora Física, licenciada por la Universidad de Oviedo en esta rama, y doctora cum laude por la Universidad Politécnica de Barcelona, se desplazó a la capital del Turia para trabajar con una beca. Es la vida de los investigadores, que durante años pasan de un sitio a otro intentando lograr una plaza fija donde dedicarse a la ciencia enganchando oportunidades, de liana en liana, con la esperanza de que algún día llegue ese trabajo fijo.

"Ella trabajaba en el CSIC, y teníamos un amigo en común que me dijo 'esa chica es para ti'. Tardó un año en presentármela, pero desde que la conocí me enamoré de ella y de Asturias", explica Lindenmüller. La ciencia es así, no ofrece contratos laborales fijos a las primeras de cambio y a veces tampoco a las segundas. Por eso, cuando Cecilia Solís terminó su beca en el CSIC hizo balance junto a su pareja y decidieron entre los dos instalarse en Alemania, tierra de nacimiento del que por aquel entonces era su novio y se convertiría en marido en 2015, cuando se casaron en Noreña, tras el nacimiento de su hijo, Erik, en el HUCA. "Nuestro guaje", apostilla el alemán.

Lindenmüller es desarrollador de proyectos farmacéuticos y puede trabajar desde casa, por eso ahora que Cecilia Solís está loca por volver a su tierra, él también quiere volver con ella y enchufar su portátil todos los días desde Asturias. Porque Lindenmüller, con este apellido tan germano, bien podría ser nacido en Noreña. Y de Noreña podrían pensar que es si alguna vez en el aeropuerto le abren la maleta, donde no hay sitio para calcetines ni chaquetas, pero sí para cargar treinta kilos de "chorizo, sabadiego, orujo de sidra y fabes", explica Lindenmüller en un alemán con acento asturiano que resulta gracioso.

Por primera vez en su carrera, Solís, que hoy cumple 40 años, tiene una oportunidad de desarrollar su actividad profesional como investigadora en Asturias. Ha solicitado una beca para el Centro de Nanotecnología de El Entrego, donde tiene puestas todas sus esperanzas para poder, de una vez por todas, trabajar desde Asturias y asentarse en su tierra. Cuando termine la beca, si finalmente es la seleccionada, optará a una plaza fija. Relata su marido que han sido muchos años de "moverse de aquí para allá" y que ya es hora de que la vida haga justicia con Cecilia y su impecable currículo. Ahora la noreñense trabaja en la Universidad Técnica de Munich como investigadora de materiales cerámicos y metálicos, haciendo aleaciones que se emplean para construir las baterías que después se aplican en las energías renovables. Además, también disponen de una pequeña central nuclear donde se llevan a cabo investigaciones para Airbus y BMW.

¿No merece Asturias tener entre sus trabajadores un perfil tan prestigioso como el de esta investigadora? ¿No hay hueco para todos esos talentos que han tenido que irse fuera porque aquí no hay una oportunidad de desarrollar su carrera? ¿No necesita el Principado a investigadores como Cecilia Solís? "Mi mujer siempre ha querido tener un trabajo fijo. Los investigadores luchan mucho por desarrollar sus carreras y en España es muy difícil hacerlo porque han recortado mucha financiación en investigación. Ahora, a través de una beca 'Ramón y Cajal', ella puede solicitar un contrato de tres años en un centro español, y luego optar a una plaza fija. Ella no se lo ha pensado dos veces y ha elegido Asturias", cuenta su marido.

- ¿Y a usted le gusta Asturias?

-A mí Asturias me encanta. Yo soy feliz cuando estoy allí. Me encanta el clima, me llevo genial con mis suegros, y lo de la comida? ¿Qué quieres que te diga de la comida? Si es que está todo bueno.

Pablo Lindenmüller ha sacado sus propias conclusiones sobre las bondades del Principado durante estos años de feliz relación con la que hoy es su esposa. "Yo nací en Baviera, y en el fondo los asturianos y nosotros nos parecemos mucho. Tenemos orígenes celtas y hasta se celebra una fiesta de Comadres para las mujeres antes de Carnaval. Para mí, vivir en Asturias es estar en casa", apostilla él.

Hoy en casa de los Lindenmüller Solís, en pleno corazón de la fría Alemania, habrá fabes para comer y sidra, y seguro que Pablo le ha preparado a su mujer alguna tarta con un toque asturiano, de manzana, o un arroz con leche.

"Ella y mi hijo son lo mejor que me ha pasado en la vida. Ahora sólo espero que la vida sea justa con mi mujer y le dé esa oportunidad laboral que tanto se merece por ser una profesional excelente", subraya emocionado Pablo Lindenmüller.

Y es que los alemanes también se emocionan, cuando se enamoran de una asturiana, cuando comen sabadiego (embutido que representa a Noreña ante el mundo gastronómico), cuanto traen al mundo un guaje y cuando sienten que la vida está a punto de darle a su pareja esa oportunidad de regresar a casa que tanto llevaban esperando.

"Todos los días leo LA NUEVA ESPAÑA, me gustaría decirle a mi mujer lo mucho que la quiero y que espero que pronto estemos todos viviendo en Asturias", dice Pablo Lindenmüller. Pues que quede escrito.

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