Conchi Alonso dejó su trabajo como abogada para trabajar en la mina. Aunque hoy ejerce la abogacía en la asesoría jurídica de Hunosa, tuvo que empezar desde abajo: comenzó como ayudante minero en el pozo Carrio. "Tenía muchas ganas, pero tenía que ser consciente de mi limitación física", comenta. A pesar de todo, asegura que nunca se sintió inferior.

Ana María Rodríguez pertenece a la generación de mujeres que no podían trabajar en los pozos mineros. "Me encargaba de lavar el carbón en El Batán", cuenta. Entró en el sector cuando su hermano estaba en paro, una circunstancia que no gustó a su padre: "Puso el grito en el cielo", recuerda. Con sus compañeros, la situación fue diferente. Siempre se sintió arropada.