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MARINA GURDZHIYA | Ayuda de concertino de la Orquesta Oviedo Filarmonía

"La burocracia impidió durante tres años que mi hija pudiera vivir conmigo en Oviedo"

"Alexandra tiene el hueco de una infancia sin madre, le costó aceptarme, tuve que ganármela y me llevó mucho esfuerzo; para ser padre hay que ser buen psicólogo"

Marina Gurdzhiya, en el auditorio de Oviedo. IRMA COLLÍN

La violinista Marina Gurdzhiya (Moscú, 1975) describe su formación como una disciplina muy dura que le robó su infancia. Desde los 6 años hasta los 23 estudió violín, primero en la Escuela Tchaikovsky y después en el Conservatorio. En la entrega de ayer contó cómo era la vida para una familia media en el Moscú soviético y la dejamos con 23 años, recién divorciada y con un bebé en los tiempos en que Rusia seguía devastada por la caída del sistema soviético.

-Volví a casa de mis padres. Mi padre había perdido el trabajo. Cuando me ofrecieron una prueba para una orquesta de Alemania mis padres me dijeron que fuera un año, que ellos criarían a mi hija a cambio de mis ingresos.

- ¿Qué orquesta era?

-Filarmonía de Naciones, formada por músicos de toda Europa, los mejores metales de Inglaterra, cuerdas de Rumanía y Rusia, vientos de... Tenía la sede en Hamburgo y giraba siempre, por Alemania, Europa, EE UU...

- ¿Y al año?

-Se convirtió en dos años que viví en aviones y fueron musicalmente muy buenos, aprendí muchísimo a tocar en orquesta, mucho repertorio y conocí el mundo.

- Lo que quería su abuela.

-Pero necesitaba estar con mi hija. El trabajo me salvó de la depresión, estudiaba y trabajaba para no pensar. Cuando iba a Moscú pasaba con Alexandra cuarenta y ocho horas seguidas.

- ¿Cómo logró cambiar?

-Mi abuela era amiga desde la infancia del concertino de los "Virtuosos de Moscú", Arkady Futer. Venía a casa, me escuchaba tocar, me daba clase. En los años 90, los "Virtuosos" encontraron su segunda casa en Asturias, invitados por la Familia Real. Le dije a la abuela que le preguntara si había plazas. Sabía que aquí podría vivir.

- ¿Por qué?

-A los 14 años di recitales con mi hermana en Barcelona y me enamoré del color del cielo y de los naranjos. En 1998 toqué en La Coruña y en 2000 en Avilés.

- ¿Por qué interesó a Futer?

-Necesitaba violinistas. Un día de junio de 2001, en el aeropuerto de Fráncfort, de regreso de Kuala Lumpur y con billete para Moscú, me llamó al móvil Arkady y me preguntó si podría estar en dos días en Asturias para un concierto y luego una audición. Cambié los billetes y al día siguiente toqué porque conocía el programa.

- Aquí el cielo no es azul y no hay naranjas en los árboles.

-Es lo único que no me gusta, pero si vienes de Rusia no importa tanto. Me enseñaron lo que había, la forma de trabajo de esta orquesta, pensé que podría estar con mi hija y empecé a prepararme para la prueba de noviembre.

- ¿Cómo fueron esos meses?

-De mucha ilusión. Tenía 25 años, podía entrar en una orquesta asentada en una ciudad de un país que me gustaba y tener a mi hija conmigo. No fue lo que pasó.

- ¿Por qué?

-La primera tarjeta de residencia no te da derecho a traer familia. Si lo llego a saber no habría venido. Cada papel tardaba meses. Pasé tres años más sin mi hija y tenía menos huecos para verla.

- ¿Cómo vivió eso?

-Cuando iba a Moscú ella siempre pensaba que la llevaría conmigo. Cuando iba a marchar de Moscú mi madre tenía que despistarla. Es muy duro oír a tu hija de 4 años que por qué no la dejaba entrar en la maleta, que seguro que podría pasar. Me iba como si me hubieran amputado un brazo. Que los funcionarios sepan esto.

- ¿Cómo se fue haciendo con Asturias?

-Estudiaba español por mi cuenta, con libros, en una cafetería con terraza muy grande frente a la playa. Viví en casa de Arkady hasta que saqué la plaza. Era el primer sitio en el que vivía que tenía mar. En enero ya vine a Oviedo, que con sus montañas me parecía una ciudad de cuento.

- Su hija vino en 2005.

-Ya tenía 6 años, su carácter y su formación. Es muy social. No hablaba nada en castellano, pero nunca se quejó de ir al colegio y en dos meses aprendió a hablar.

- Nunca habían vivido solas, ¿qué tal encajaron?

-Este hueco se nota. Me llama Marina, no mamá. Es difícil y todavía nos cuesta. Tiene carácter fuerte, es líder y yo también. No tiene problemas para estudiar y está más integrada socialmente que yo. Estudia Fisioterapia.

- ¿Van a Moscú?

-Poco. Ella echó mucho de menos a la abuela, con la que tenía un vínculo muy fuerte. Mi madre fue más madre con ella que conmigo. Le costó aceptar que yo era su madre, tuve que ganarla y me llevó bastante esfuerzo. Ahora tiene un hermano de 8 años y lo quiere, pero siente celos, y si estamos los cuatro juntos se pone más mimosa. Mi hermana y yo nos tenemos celos porque las dos somos violinistas y nos comparaban. Para ser padre hay que ser muy buen psicólogo porque cada niño tiene su personalidad.

- ¿Cómo conoció usted a su pareja?

-En el año 2008. Era amigo de una familia que vino con los "Virtuosos" y teníamos amigos en común. Fue en un momento en el que me sentía muy bien y pensaba que no necesitaba nada. Es algo que recomiendo, no hay que buscar pareja en los momentos malos porque vuelves a caer. Vi en él un "feeling" que me apeteció estar más que tomando café.

- ¿Cómo es?

-Se llama Alejandro Bermúdez Cuervo, es de Oviedo, tres años mayor que yo, transportista y montador de muebles. Canta muy bien y acierta todas las notas. Me pidió que le enseñara a tocar el violín, pero me negué porque es un instrumento que tiene un sonido tan frágil que no soportaría el ruido del aprendizaje.

- ¿Cuajó pronto la relación?

-Fue bastante rápido. Me conquistó porque mi hija tiene un carácter muy fuerte. Estaba muy celosa y no dejaba acercarse a la gente. Él no trató de comprarla con regalos, ni estaba con ella por mí, fue muy paciente y nos mostró respeto, amor, y eso nos dio seguridad. Su familia también.

- ¿Se siente a gusto ahora?

-Mis padres están en Rusia; los de mi pareja ayudan, pero son mayores, y los niños están totalmente a nuestro cargo. Desde que nació el niño jamás estuvimos solos más que unas horas, pero después de haber estado separada de mi hija todo me parece una bendición y agradezco la situación cada día.

- Se atrevió a tener otro hijo.

-David. No sabía si tendría fuerzas, pero Alejandro me transmitió mucho apoyo, cariño y seguridad, la situación era estable y arriesgué. Además, se parece al padre, pero en carácter salió a mí y lo entiendo mejor que a nadie de mi familia. Quisiera tener más tiempo para mí y para mi pareja, pero el resto es un regalo.

- ¿Van a ser músicos?

-No quería que mis hijos tuviera una infancia como la mía. Alexandra no tenía muchas capacidades musicales y eligió una buena carrera. Pero el primer ruido que hizo David sonaba tan bien su voz que pensé en darle una formación. Toca el piano bastante bien y tiene muy bien oído. Estudia en la Escuela Tchaikovsky en Gijón.

- ¿Qué tal siente que le ha tratado la vida hasta ahora?

-Muy bien. Me dejo equivocarme, pero poco. Mi infancia fue dura, pero saqué de ella la seguridad de mi profesión y encontré trabajo en lo que me formé. Me crié en un país tan grande y vivir en Moscú me hizo de una manera, conocí el mundo y puedo vivir en un lugar de lujo con paz y seguridad como hay pocos. No puedo quejarme.

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