Francisco L. JIMÉNEZ

Un docena de investigadores a bordo del buque oceanográfico «Vizconde de Eza» exploran desde el pasado 19 de abril el Cañón de Avilés con la pretensión de levantar el primer mapa detallado del fondo de esta sima submarina que los expertos consideran la tercera más importante del mundo de las situadas cerca de la costa (a sólo siete millas marinas -15 kilómetros- de la bocana de la ría). El descenso virtual a las profundidades del Cantábrico se realiza con ayuda de una ecosonda multihaz que tiene un alcance de 5.000 metros, casi los mismos que mide el cañón en su punto más profundo: 4.750 metros. Además, el barco dispone de una ecosonda paramétrica diseñada para efectuar perfiles de alta resolución del subsuelo.

Mientras la comunidad científica se frota las manos de satisfacción por la decisión del Gobierno de incluir el Cañón de Avilés entre los enclaves marinos españoles susceptibles de ser objeto de programas de protección y conservación, los pescadores asturianos no han dudado esta misma semana en exponer sus recelos y anunciar su rechazo a cualquier restricción futura a la actividad pesquera. Y es que aún escuece la forma como se gestó la reciente declaración de área protegida del caladero del Cachucho (en la perpendicular de Llanes), un proceso del que los pescadores salieron con las manos vacías. Los responsables de las cofradías asturianas asumen la necesidad de investigar en el Cañón de Avilés, pero advierten de que de ningún modo eso puede desembocar en penalizaciones para la actividad pesquera. A su favor exponen que el cañón es el último gran reducto hábil para la pesca de la merluza del pincho, una zona de alto interés para la pesca de arrastre y, en general, la gran reserva pesquera de la región.

El discurso de los pescadores contrasta con el de quienes, desde una óptica conservacionista, advierten de que el Cañón de Avilés es víctima de una intensa actividad pesquera, especialmente dañina en el caso de los barcos de arrastre. Asimismo, según las mismas fuentes, la proximidad de la fosa a la costa la hacen muy sensible a la contaminación por vertidos de aguas residuales, por el intenso tráfico marítimo e incluso por las obras portuarias.

La campaña en curso, que se enmarca dentro del programa «Life+Indemares», finalizará el 19 de mayo y durante la misma sólo está previsto, según fuentes del Ministerio de Medio Ambiente, cartografiar el fondo del cañón; la catalogación de especies y la investigación de los hábitats marinos existentes en la sima quedar pendiente para futuras expediciones. Será un trabajo ingente, pues se estima que en las profundidades abisales del cañón viven más de 800 tipos de peces diferentes, algunos de ellos auténticos desconocidos para los ictiólogos (expertos en zoología marina).

La finalidad última de estos trabajos es determinar qué áreas de la costa española pasarán a estar protegidas para dar cumplimiento al convenio de Biodiversidad de Naciones Unidas que establece el objetivo de acotar los usos agresivos con el medio al menos el 10 por ciento de la superficie marina del mundo.

Con anterioridad a la actual estancia del «Vizconde de Eza» en aguas del Cañón de Avilés, la zona fue objeto, al menos, de otros tres estudios de campo. En julio de 2008, el buque «Oceana Ranger» descubrió un rico ecosistema de corales de profundidad (negros y blancos), gorgonjas y esponjas gracias al uso de un robot capaz de descender a una profundidad de seiscientos metros. La relevancia del hallazgo es grande, pues se estima que la mitad de esos ecosistemas desaparecieron en los últimos años de las costas europeas.

En enero de 2009, la Unión Europea aprobó el proyecto «Life+Indemares», cuya primera aplicación práctica en el Cañón de Avilés se produjo en agosto del mismo año. Esa campaña consistió en la navegación lineal de 527 kilómetros durante 54 horas, lo que permitió realizar seis avistamientos visuales de cetáceos y obtener registro acústico de otros 69. Una segunda campaña similar a ésta comenzó el 2 de octubre de 2009, con el resultado de diez avistamientos de cetáceos y 4.195 aves en catorce días durante los que se recorrieron 687 kilómetros. Las especies más llamativas observadas fueron, entre otras, delfín mular, delfín listado, calderón común, rorcual aliblanco y delfín gris.