La violencia descorazona y la violencia contra los débiles, sobrepasa. «Fando y Lis» es una tragedia ultraviolenta. El montaje que se estrenó el viernes pasado en el teatro Palacio Valdés consiguió descorazonar y sobrepasar los límites impuestos. Fando es un psicópata armado con una correa, Lis es una minusválida enamorada y medio idiota. El imperio de él sobre ella agarrota los prejuicios de los espectadores. Y así el público sale del teatro con mal cuerpo. La catarsis -eso que buscaban los griegos-, se desboca y si se desboca no consigue sus objetivos. Marisa Pastor, la directora de la función, opta por los golpes en directo, latigazos con luz cenital, música a todo trapo. Y ahí es cuando se descubren dos tipos de espectadores: los que se incomodan en las butacas y quieren salir al escenario para darle a Fando su merecido y los que apagan su conciencia y dicen «es sólo teatro». Remover almas crea escudos y rechazos estéticos. O sea, que el último espectáculo de «Teatro Margen» sumó loas y angustias a partes iguales. «Fando y Lis» es un montaje que a nadie puede dejar indiferente. Las almas que se apagan lo hacen como defensa contra los corazones desquebrajados.

Ángeles Arenas es una extraordinaria Lis, una actriz que se supera en cada trabajo que interpreta. Pablo Martín, que es Fando, va de acá para allá: de las hostias, a las carantoñas... sin solución de continuidad, pero es que «Fando y Lis» no pide una línea coherente. Fernando Arrabal, el dramaturgo, no va de eso. La obra tiene más de medio siglo. La escribió en la crisis atómica de la centuria más violenta y, pese a ello, mantiene su actualidad. La violencia contra los débiles, contra las mujeres, era cruel en el momento en que se escribió. Y continúa siéndolo. La literatura, si es buena literatura, certifica la evolución del alma... o su congelación. «Fando y Lis» congela la esperanza y eso que va de la búsqueda del porvenir, de la ciudad de Tar.

Mención aparte merece el trío de personajes huidos de «La Naranja Mecánica»: humanidad desocupada bajo los paraguas, personajes impresionistas en blanco y negro. La estética con que se ha pintado «Fando y Lis» tiene un no sé qué de «dèja vu»... Un espectáculo que empieza ahora su recorrido. La aventura violenta hacia Tar.