Poeta, Premio Nacional de Poesía y de Grabado

Piedras Blancas (Castrillón),

Saúl FERNÁNDEZ

El poeta y grabador Juan Carlos Mestre (Villafranca del Bierzo, León, 1957) entra en el centro cultural Valey de Piedras Blancas y dice a Jaime Luis Martín, director de la institución, y al periodista que ha pasado una noche «de pesadilla». Dice más: que en el mal sueño había participado «una mujer de tres metros». Y así es natural que se muestre cansado. Mestre es uno de los escritores más destacados del «Grupo de León», una promoción poética crecida en torno al magisterio de Antonio Gamoneda, Antonio Pereira y Victoriano Crémer y del que forman parte autores tan superlativos como José María Merino o Juan Pedro Aparicio. Mestre obtuvo el Premio Nacional de Poesía y el del Grabado. Participó ayer en el ciclo «Poesía y viajes en el Valey» que coordina José María Castrillón.

-¿Qué pasaba en León para que produjera tantos escritores?

-Lo que pasaba allá es lo que tenía que haber pasado en el resto del país, que hubo una serie de maestros supervivientes de la Institución Libre de Enseñanza (ILE), de «La Barraca», de Lorca, del espíritu de Pablo Iglesias, una serie de grandes hombres que perdieron la guerra y pasaron a la clandestinidad. Esta lista de maestros estaba encabezada por Antonio Gamoneda, por el cura Antonio González de Lama, un heterodoxo, Victoriano Crémer, un impresor anarquista que huyó de San Marcos, y Antonio Pereira, que se atrevió a dedicar uno de sus poemas a Jean Moulin, líder de la Resistencia francesa. Todas estas personas sembraron semillas invisibles que fructificaron en una conciencia exagerada, en una intención clara de devolver la razón a los que yacen en bajo toneladas de arena.

-¿Entonces es de ahí es de donde salen todos ustedes?

-Ezra Pound contaba que para escribir un buen poema era imprescindible ser buena persona. Esa, creo, es la primera condición de todos nosotros. Cuando un poeta asoma la cabeza en León no le esperaba la guadaña. Practicábamos la generosidad, la fraternidad, la alianza en el bien, alejándonos del poder, de las camarillas. No tenemos premios de importancia, no hay que repartir poder.

-¿Poeta o grabador?

-La clasificación por géneros es un artificio más del discurso que defienden los ornitólogos y los policías. Grabar, producir videos artísticos, escribir poesía, todas estas manifestaciones buscan averiguar el funcionamiento del mundo. Los creadores no damos soluciones, nuestra labor es preguntar. No creo en los compartimentos, en el control por medio de celdas. Los que apuestan por esto al final controlan la propia creación. No veo diferencias entre la poesía y el grabado. Las dos disciplinas responden al remoto sueño de aquel hombre de Altamira que atrapó al primer bisonte pintándolo en las paredes de su gruta. La imaginación es la gran amante de la cultura, no lo son los moldes los que determinan la creación artística. Todo es agua de un mismo río.

-Obtuvo el Premio Nacional de Poesía y el de Grabado de la Calcografía Nacional. ¿Eso le obliga a ser mejor poeta y grabador?

-Los premios, si no se tiene cuidado, ayudan a uno a ser más tonto; no hay que olvidar que vienen del azar, de la pura coincidencia. Por eso hay que aceptarlos o rechazarlos, yo no tengo valentía para hacer lo segundo. Mi formación ética no me ha permitido desprenderme de ellos. En mi generación hay quien lo merece más que yo. La lotería no toca al que lo necesita. El único premio que puedo tener, y que disfrutaría, será el de ser leído. La obra no existe por haber escrito versos, la obra es porque hay alguien detrás que la completa y da sentido.

-Escribió una vez: «La poesía ha caído en desgracia». ¿Se ha levantado?

-No, no se ha levantado. El encargo de la palabras es construir la casa de la verdad, que había sido destruida. La poesía había dejado de ser un referente moral de los hombres y ahora sé que las palabras han sido secuestradas por los publicistas y los demagogos. El poeta tiene que abrir su pequeño negocio de la verdad. No lo puede hacer si no existe el sentido de la verdad. José Luis García Martín escribió que el libro del que me habla no se entendía. Igual tenía razón.

-¿La poesía es una buena forma de vida?

-La poesía es mi única posibilidad en la vida. Escribo no porque los versos me ayuden a ser mejor persona, escribo para no ser mal antepasado. Imagínese qué pueden decir de nosotros dentro de 200 años. En octubre del año 2011, en Castrillón hubo una reunión. Hay que hacer una proyección hacia el porvenir y responder con justicia y con bondad. Los poetas no somos más que taxistas que ayudan a vivir su propia vida. No soy un predicador, soy una tabla de salvación para curiosos que se asombran del misterio.