Lo que no se consiguió el martes en cinco horas de reunión a puerta cerrada en Madrid -llegar a un acuerdo para reorganizar el reparto del trabajo en las fábricas asturianas de Arcelor- lo lograron unas llamadas de teléfono: las que realizó a altas horas de la noche un responsable de recursos humanos de la empresa a los pesos pesados de los sindicatos. La conversación, más o menos, fue una invitación a la sensatez -los delegados sindicales se habían levantado de la mesa negociadora dando por sentado que habría huelga- y en su transcurso se anunció un cambio sustancial de planteamiento por parte de la siderúrgica, proclive ahora a hacer cien contrataciones antes del 31 de mayo para reforzar la plantilla y satisfacer así una de las principales demandas sindicales.

Una vez producido el deseado movimiento de ficha de Arcelor, los comités de fábrica de Avilés y Gijón obraron en consonancia ayer por la mañana: reunida de urgencia la permanente de esos órganos, dejaron en suspenso la anunciada convocatoria de movilizaciones y aceptaron reanudar las negociaciones con la dirección de la multinacional tras el paréntesis festivo. Así, las partes volverán a verse las caras el martes; será de nuevo en Madrid y las posturas no aparentan ser tan inflexibles como hace dos días. No obstante, en medios sindicales persiste cierta desconfianza, como se refleja en el comunicado trasladado a los trabajadores y que literalmente dice: "Este comité ha decidido, en aras de un último esfuerzo, retrasar la convocatoria de movilizaciones, con la advertencia expresa de que el martes día 22 será el día límite para llegar a un acuerdo". El mismo comunicado califica de "avance" el compromiso de la empresa de proceder a hacer de inmediato cien contrataciones -la oferta inicial era de cuarenta, más otros sesenta entre mayo y septiembre- adelantando las previstas para los contratos relevo de los nacidos en 1954.

La solución a la que se viene conociendo como la "crisis de las vacaciones", caso de producirse el martes, pasará indefectiblemente por dos postulados: la asunción por parte de la empresa de la existencia de un problema estructural de escasez de plantilla que se manifiesta durante todo el año, no sólo en verano, y el reconocimiento por parte de los sindicatos del derecho de la empresa a organizar los turnos vacaciones haciendo uso de las jornadas irregulares que marca el convenio y que para 2014 totalizan 80 horas por empleado.

En medios sindicales se congratulan de que la dirección de Arcelor-Mittal haya abierto los ojos a una realidad que es la que, supuestamente, motiva el malestar laboral reinante en los talleres: faltan decenas de puestos de trabajo por cubrir y eso, en un momento álgido de carga de trabajo como el actual, dispara la realización de horas extras y el absentismo, situaciones indeseables para el buen funcionamiento de la plantas.