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Fin del calvario en González Abarca

Los comerciantes de la céntrica calle mantienen los ánimos encendidos por los daños y molestias que causaron las obras de remodelación, recién acabadas

Una madre y su hijo cruzan la calle frente al colegio Sabugo. I. C.

Las obras de la calle González Abarca finalizaron el martes por la tarde a falta de algunos remates pendientes, pero los ánimos encendidos de los vecinos y comerciantes por los daños y las molestias que les causaron los trabajos todavía no se han aplacado. "Esto fue una locura", apunta José Ignacio López, propietario del Bazar Suro, quien, ante la casi nula presencia de clientes en su negocio durante los tres meses de remodelación, decidió cerrar por la tarde en julio y agosto. Este comerciante critica la tardanza de los trabajos, el polvo que generaron, el ruido que ocasionaron y las dificultades para transitar por la vía, llena de obstáculos. "La gente mayor, los vecinos de movilidad reducida y los padres con carritos de bebés fueron los más afectados", indica, para señalar que una vecina de avanzada edad perdió el equilibrio, cayó al suelo y rompió una muñeca.

De entre la larga lista de quejas, este empresario destaca el polvo que inundaban el entorno un día tras otro. " Cuando cortaban con la rotaflex se formaba una gran nube blanca y al asfaltar la polvareda era negra", asegura, irritado y al tiempo aliviado al ver la calle despejada de máquinas y operarios y recién asfaltada.

Las obras perjudicaron la marcha de los negocios de la calle de Sabugo, según denuncian algunos afectados. López sitúa la caída de ventas en el 50-60%. "La gente no pasaba por la calle, sólo los vecinos que entraban y salían de los portales", anota. En este sentido apunta el cierre de una tienda de alimentación situada a la vera de su negocio: "Sin clientes no pudo soportar el alquiler y los gastos", añadió. Por su parte, Carmen Fernández, propietaria de la joyería Alejandra Álvarez, también vio cómo su economía se resentía ante la falta de público. "No hice ni una venta. Tuve días cerrado porque no se podía acceder a la tienda. Incluso puse un cártel en la fachada diciendo que me veía obligada a cerrar y no se podía leer porque era imposible acercarse a la fachada", relata.

La indignación de esta mujer es mayúscula. Ha bautizado la calle con el nombre del Escorialín por la tardanza en acondicionar las aceras y la carretera, ahora de un sólo sentido. "Espero que no vengan los políticos a inaugurarla porque me van a oír. Estuvieron aquí durante la campaña electoral para hacerse la foto pero nada más. Nadie dio la cara. No defienden a nadie. Les importa un pimiento lo que aquí pasamos", señala para seguidamente dirigir la mirada sobre la grieta que ha aparecido en una de las paredes de su joyería como consecuencia de las vibraciones de los martillos eléctricos.

Carmen Fernández siguió paso a paso la reforma de González Abarca, incluso hizo fotos que almacena en el móvil. Cuenta que durante los últimos tres meses asumieron los trabajos tres contratas diferentes y explica que el pequeño muro que remata la acera que se ha ampliado "no estaba previsto en el proyecto inicial y se hizo porque no había altura suficiente para las diferentes conducciones". También explica que algunos tramos se levantaron y asfaltaron varias veces.

Frente a la retahíla de problemas padecidos, tanto José Ignacio López como Carmen Fernández , Pay Muñiz Menéndez -dueña de la peluquería Pay- y el personal de la farmacia Muruais -Raquel Calabria y Sofía López de Arenosa-, se hacen eco de las ventajas que ha traído la reforma de la calle: aceras más anchas que sobremanera benefician a padres y alumnos del colegio público Sabugo. "A la entrada y salida del centro estaban todos apretados; si había carritos de bebés no tenían espacio y era un peligro para los niños", coinciden en destacar. Esta ampliación -una vieja demanda vecinal- ha sido muy bien recibida por la comunidad educativa de Sabugo. Carmen García, secretaria del centro, indica que con las nuevas aceras, más amplias, "hay más seguridad para los niños, sobre todo para los más pequeños, ya que salían del colegio y pasaban a la carretera".

Como consecuencia de la ampliación de las aceras, la calzada es más estrecha y los dos carriles se han convertido en uno. No obstante, se mantiene el aparcamiento en la margen derecha.

La calle ya está abierta a vehículos y peatones si bien aún no han sido colocados los bancos, las farolas ni las papeleras. No tendrá árboles, ornamento que algunos vecinos echan de menos "porque visten la calle y dan un ambiente agradable", apunta Pay Muñiz, para destacar el trato que dice haber recibido su peluquería de los operarios al frente de las obras. "Se portaron muy bien con nosotras, nunca nos perjudicaron el trabajo", concluye.

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