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La figura de la semana | Carmen Palmira García | Presidenta de la Asociación de Donantes de Sangre de Avilés y Corvera

Una mujer con la lucha en las venas

La cántabra, que pelea contra la leucemia desde hace más de una década, es emblema de la solidaridad por transfusión

Carmen Palmira García. RICARDO SOLÍS

Sangre asturiana corre por sus venas, aunque es cántabra de pura cepa. No es una metáfora. Carmen Palmira García está viva gracias a los donantes, a esas personas anónimas a las que tantas veces urgió colaboración como presidenta, desde 2004, de la Asociación de Donantes de Sangre de Avilés y Corvera. Volvió a nacer hace solo unos días, en el Hospital San Agustín, su "Houston" particular, después de una transfusión de diez bolsas, unos cinco litros. Ingresó grave, con la hemoglobina por los suelos. A Carmen Palmira García le diagnosticaron hace ya más de una década leucemia linfática crónica, un cáncer de la sangre en el que la médula ósea y los órganos del sistema linfático producen demasiados linfocitos B, un tipo de glóbulo blanco que, a duras penas, cumple su misión de defensa del organismo.

"Cuando los donantes supieron que estaba ingresada acudieron al Hospital. Eso me emocionó mucho, muchísimo, y estaré eternamente agradecida. Creo que si ocurre esto algo debemos estar haciendo bien desde la Asociación", precisa esta mujer de armas tomar que ha hecho de la sonrisa una compañera. Llora solo de vez en cuando, unas veces a escondidas; otras, en la iglesia, mirando a la Virgen del Carmen. "Sé que estoy corriendo una carrera de obstáculos pero soy optimista y positiva", subraya. Ese es su mensaje, el que se repite todos los días: "Esta enfermedad machaca, pero cada día me levanto, me arreglo, me miro al espejo y me dijo '¡Pero Palmirina, cómo vas a estar cansada!', y salgo a la calle". Carmen Palmira García es de las que no se rinde. Si cae, se levanta.

Nació en Santander un 28 de marzo de 1951 y es la pequeña de cinco hermanos, todos varones. En Cantabria, conoció siendo moza a un marino maquinista naval jefe y se enamoró. Se casó con 27 años con José Manuel Martínez Riancho. "Había una plaza en la Junta de Obras del Puerto de Avilés y él la sacó a concurso. Así llegamos a Avilés en el año 1978", explica. Un año después nació su tesoro, su hija Patricia. Ella es hoy la que le da fuerza para seguir adelante un día y otro, para pelear contra viento y marea y también para luchar contra la leucemia. "Patricia lo es todo para mí y, últimamente, parece más mi madre que mi hija porque me echa más de una bronca si me excedo", confiesa sin perder el humor.

En 2003, a Carmen Palmira García le diagnosticaron leucemia linfática crónica y, como ocurre casi siempre con esta enfermedad, de la forma más inesperada. "Quería adelgazar y al hacer unos análisis para empezar el tratamiento vieron que algo no iba bien. Aquel fue un palo muy grande, pero me dijeron que la leucemia estaba dormida lo que me tranquilizó bastante", subraya. En 2006, su leucemia se despertó "con mucha alegría". Debió someterse a un tratamiento con quimioterapia que se prolongó hasta 2007. "En ese momento, cambia la escala de valores y te das cuenta de lo que realmente importa", asegura.

Hace dos años, su enfermedad rebrotó y, en esta ocasión, apenas pudieron darle quimioterapia. "Estuve hasta ahora con un tratamiento con hemoderivados para subirse las defensas", manifiesta. Pasó un año de infección en infección. Su médico, Javier Sánchez, le recomendó realizar una limpieza pulmonar y una biopsia de control. "Me dieron de alta el sábado y al miércoles pasado ingresé con 3,8 de hemoglobina cuando las mujeres debemos tener valores entre doce y catorce. Por este motivo me transfundieron diez bolsas de sangre y por esta razón puedo presumir de llevar la sangre de treinta patas negras asturianas", acentúa. Le dijeron que su pronóstico era malo, el peor. Pero no se rindió. Porque ella es así.

"Espero morirme con la enfermedad, pero no de ella", afirma, segura de sus palabras. Carmen Palmira confía en la sanidad pública y de deshace en elogios con el personal del Hospital San Agustín que le presta atención, especialmente, al equipo de Hematología. "Debo agradecer el trabajo de los doctores Sánchez, Ordóñez y Medicina, de enfermas, auxiliares, limpiadoras y sobre todo de Isabel y Mónica, el alma del Hospital de Día", enumera. A la ciencia, le pone coraje. "En una ocasión, José Ramón Quirós (exconsejero de Sanidad del Gobierno regional) me dijo que la mente puede con todo y en los últimos días me acordé mucho de sus palabras. Para superar esta enfermedad, el setenta por ciento depende de la persona y el treinta restante de las medicinas, para atrás no hay que mirar nunca", señala.

La cántabra de sangre asturiana es de esas que se dice "¡nena, tú vales mucho!" y de las que ve en el tratamiento con cortisona una forma de esconder las arrugas. Por eso, tiene previsto seguir al frente de la Asociación de Donantes de Sangre de Avilés y Corvera. Estos últimos días ha participado el tiempo que le ha permitido su enfermedad en el maratón que se celebró en Corvera y próximamente estará al pie del cañón en el de Avilés, que se desarrolla en el salón de Plenos del Ayuntamiento.

"Nosotros pedimos sangre para que esa sangre espere por el enfermo y no al revés". Ahora Carmen Palmira García sabe mejor que nunca de lo que habla. Ella está viva gracias a una transfusión y a la generosidad de muchas personas que decidieron donar el preciado líquido rojo. Esa sangre, la avilesina nacida en Cantabria la adereza con grandes dosis de humor y mucho cariño. Tiene ganas de vivir y eso se nota. Todavía tiene muchas cosas pendientes que no se quiere perder. "Quiero ser abuela", concluye. Y vuelve a sonreír.

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