La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La figura de la semana | Ramón Martínez Campo | Uno de los pocos aprendices de Ensidesa que han trabajado en las cuatro acerías avilesinas se jubila, y ayer fue su última jornada laboral

La siderurgia fue su segunda madre

El sector asturiano del acero tiene futuro gracias a la gente que, como este praviano, pone pasión y tenacidad para ser "los mejores del mundo" y habla con orgullo del camino andado

Ramón Martínez Campo, con el convertidor al fondo. IRMA COLLÍN

A Ramón Martínez Campo le compraron sus primeros pantalones largos para ir a clase a la Escuela de Aprendices de La Toba. Y ahí empezó, al cobijo del acero, su iniciación para hacerse un hombre. Estrenó aquella prenda de perneras largas, hasta entonces desconocida en su armario, el 6 de octubre de 1969; tenía 14 años y era un "guaje" en el sentido estricto de la palabra. Desde ese día a hoy, el primero que pasará liberado de sus obligaciones laborales, toda la vida de este señor rechoncho, bienhumorado y con bigotón ha girado en torno al acero.

Si la siderugia puede ser una vocación, este praviano residente en Piedras Blancas es un botón de muestra: sólo hay algo de lo que habla con más emoción que del acero y son sus dos nietas, de las que ahora disfrutará mucho más tiempo gracias a la jubilación. Ayer de noche hizo su último turno en la acería, de la que es jefe eléctrico, y poco perdería quien apostase a que sus ojos se humedecieron cuando en la soledad del vestuario colgó la ropa de trabajo en la percha por última vez. Si fue así, quedará en secreto entre él y esos muros, que son los cuartos entre los que trabaja pues Ramón Martínez Campo empezó a los 17 años en los hornos Siemens y sucesivamente pasó por las acerías LD-I, LD-II y LD-III; es decir, conoció las cuatro acerías que hubo en la cabecera de Avilés, algo que pocos podrán decir. Lo mismo que serán contadas las personas que acumulan en toda España un historial laboral de 42 años trabajando ininterrumpidamente a turnos: mañanas, tardes y noches... Y vuelta a empezar: mañanas, tardes y noches... Un régimen laboral maratoniano.

Hubo, hay y habrá muchos "Ramones" que trabajan duro y dan lo mejor de sí para que la siderurgia asturiana siga en pie cuando las cosas se ponen feas. Traer a estas páginas a uno de ellos pretende servir de reconocimiento a todos los que ponen pasión, orgullo, entrega y vergüenza torera para que el sector regional del acero se mantenga en la vanguardia de la competitividad. Y esto no es perorata sindical, sino compromiso de la plantilla con la buena marcha del negocio, lo que se demuestra tanto en la mejora continua de los procesos productivos como en el sacrificio que entrañó -y de esto no hace mucho- recortar los sueldos para que cuadrasen los resultados en plena crisis.

La siderurgia asturiana, tal y como reivindica Ramón Martínez Campo, en cuanto le sacan el tema es fruto de las cosas bien hechas por parte de tres generaciones de trabajadores que han mamado el oficio, que saben de la importancia que tiene el sector para la región y que hablando por ejemplo de la acería, la pieza clave de todo el entramado siderúrgico, han sido capaces de alargar a 28 años su vida útil estimada inicialmente en 20, con al añadido de que con la mitad de personal cuela hoy casi 4 millones de toneladas de acero al año pese a haber sido diseñada para una producción bruta de 2,5 millones.

A este respecto, Martínez Campo saca pecho: "No hay otra acería en todo el mundo que resista la comparación con la nuestra. ¿Y sabes por qué? Pues porque en ninguna parte hay siderúrgicos tan comprometidos, con tanta inventiva y con tanto amor propio como en Asturias". Apuntala su argumento con un puñetazo en la mesa, y pobre del que le rebata porque la discusión -se adivina- podría acabar fatal.

Llegado el momento de poner punto final a su trayectoria siderúrgica, queda el orgullo de haber sido parte de una empresa fundamental para Asturias y se abren muchas posibilidades: cultivar hortalizas en la aldea, ejercer de abuelo y seguir soñando con la revancha futbolística: a Ramón Martínez Campo, hincha del Real Oviedo, aún le escuece el 1-4 que endosó el Sporting B al equipo carbayón cuando ambos militaban en Segunda B y quiere vivir algún día ese mismo resultado en El Molinón. "Luego" -bromea- "ya podría irme a gusto para el cementerio".

Compartir el artículo

stats