"Dejamos las instalaciones el próximo 5 de mayo y lo hacemos muy dolidos, ya que iniciamos este proyecto con mucha ilusión. Después de tantas trabas y problemas con la Fundación del Centro Niemeyer, tenemos ganas de terminar esta etapa y empezar otra teniendo en cuenta que no se puede crecer con la Administración", señalaba ayer Laura Ondina, al frente junto a su padre de las instalaciones de hostelería del centro cultural de la ría y envueltos en un proceso judicial con la Fundación.

La familia Ondina, que el próximo mes cumplirá dos años al frente de la cafetería y el restaurante de la torre del Niemeyer, comunicó hace aproximadamente un mes su marcha mediante un burofax, rechazando así el derecho a prorrogar el contrato que les vence el 5 de mayo. Asimismo, ha notificado a la gestora del centro internacional la subrogación del personal de forma que, bien la entidad que maneja los destinos del Niemeyer, bien la empresa que la suceda en la concesión hostelera, se haga cargo de los trabajadores. "Nosotros asumimos en su día la plantilla que tenía Koldo Miranda, que era superior a la actual", indica Laura Ondina, desconocedora de la firma que les sustituirá. Aún así, le lanza un consejo: "La persona que venga tiene que exigir unas instalaciones dignas, algo de lo que nosotros carecemos", manifiesta para, a renglón seguido, censurar las limitaciones de actuación a las que fueron sometidos por parte de la Fundación del Centro Niemeyer: "Nos prohíben realizar eventos; siempre hay que estar a expensas de lo que quieran ellos".