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La reconstrucción del crimen de Los Telares

El último día en el mundo del "Nano"

La Audiencia Provincial dictará sentencia próximamente por la muerte a balazos de Francisco Jiménez Vargas, de la que está acusado Florente Hernández, quien lo admitió todo

Florente Hernández, con camisa azul, sentado en la sala de la Audiencia donde fue juzgado junto a dos familiares que fueron acusados en su momento de encubrimiento. IRMA COLLÍN

El último día en el mundo de Francisco Jiménez Vargas, "Nano", fue el 24 de julio de 2013. Florente Hernández -comerciante de chatarra, padre de cinco hijos, tirador deportivo, con licencia de armas-, le mató a balazos en plena calle. Caía el sol a fuego en la avenida de Los Telares de Avilés. Hernández le disparó primero en un brazo, después en el abdomen, repitió dos veces en el tórax y se cegó con seis más en la cabeza. Todo esto después de haber intentado atropellar a su enemigo. El "Nano" iba a coger el coche cuando fue sorprendido. Francisco Jiménez Vargas acababa de salir de un bar de la avenida de los Telares en el que se había tomado una Coca Cola en la barra con dos compadres con los que había cerrado un negocio. Hacía calor aquel mediodía de verano, cuando la ciudad quedó congelada para siempre.

El día en que murió el "Nano" tuvo dos comienzos. Uno de sus compadres -el padrino de su hija- aseguró en el juicio que se celebró entre los días 19 y 27 de mayo en la Audiencia Provincial de Asturias que lo fue a recoger a su casa, en Gijón, "pasadas las diez de la mañana". El otro comienzo de la última jornada de Jiménez Vargas lo defendió uno de los hermanos de Florente Hernández. Dijo que "pasadas las ocho de la mañana" el "Nano" se plantó en la puerta de su casa -en una localidad rural de Avilés- y "le juró los muertos". Los dos comienzos tienen dos horas de distancia.

El compadre del "Nano", que también vive en Gijón, explicó que aquel 24 de julio de 2013 habían quedado los dos para cerrar la venta de un coche en Avilés. Los dos se ganaban la vida, por entonces, con ese tipo de negocios. ¿Estuvo el "Nano" en casa del hermano de Florente Hernández dos horas antes de que le cogiera en Gijón el padrino de su hija? Un segundo hermano del asesino dice que sí. De hecho, la Policía Nacional transcribió -consta en el sumario- una llamada telefónica intervenida de este segundo hermano del asesino en la que explicaba lo que, a su juicio, había sucedido en la avenida de Los Telares. Señalaba al "Nano" en Avilés dos horas antes de que su amigo y él hubieran salido para Avilés desde Gijón. La reconstrucción de los hechos definitiva la tiene que determinar en los próximos días el magistrado presidente de la sección tercera de la Audiencia Provincial, donde se desarrolló el juicio al término del cual el jurado declaró a Florente Hernández culpable de asesinato con alevosía de Jiménez Vargas.

Lo que hizo el "Nano" en las horas previas a su muerte no quedó aclarado durante el desarrollo de la vista. El primer hermano de Hernández que declaró como testigo en la vista aseguró que después de que el "Nano" hubiera dado voces debajo de su casa telefoneó a su hermano pequeño, a Florente. Hernández, entonces, aseguró su abogada, temió por la vida de uno de sus hijos pequeños porque creía que el "Nano" lo retenía. Dijo, incluso, que aquella misma mañana le había amenazado. Mientras esto estaba sucediendo, según la versión de los hermanos del asesino, el "Nano" habría llegado a Avilés y se habría reunido con dos personas más (que también declararon como testigos en la vista), según la opinión del compadre de Jiménez Vargas. Con estos dos era con quienes tenía que cumplimentar los papeles del coche. Así pues, Florente Hernández abre el armero, saca la pistola Smith & Wesson, sale de casa, sube a la furgoneta e inicia la búsqueda de quien, según declaró, creía que amenazaba a su hijo. Lo encontró en Los Telares y allí mismo lo intentó atropellar y allí mismo le segó la vida. Diez tiros, seis de ellos "de gracia", aseguró uno de los forenses.

En el juicio se escuchó que Florente Hernández creía que el "Nano" estaba armado. Los policías que inspeccionaron el lugar del crimen no encontraron ningún arma: ni blanca, ni de fuego. La única que había entrado en escena fue la de Florente Hernández. ¿Actuó ofuscado? El jurado no reconoció este atenuante, es decir, el jurado cree que no actuó ciego de odio, que lo hizo alevosamente. La fiscal señaló a este respecto lo evidente: que estampó su furgoneta contra el "Nano". "¿Dónde está la pistola de Jiménez Vargas?", se preguntó Ignacio Hernando, el abogado de la familia del "Nano".

Florente Hernández se reconoció autor de la muerte en el mismo momento en que la Policía Nacional le detuvo y le tomó su primera declaración: siete días después de los tiros y a casi 400 kilómetros de distancia del lugar del crimen, en Xinzo de Limia, a un paso de la línea de Portugal. Hernández no se desvió un ápice de aquella primera confesión durante el juicio. Había matado al "Nano" y lo había hecho con las balas que salieron de su Smith & Wesson, una de sus tres armas documentadas por la administración. "El 'Nano' era el lobo de los lobos y yo el cordero, pero me hizo ser un león cuando amenazó a mi hijo", se excusó Florente Hernández en su primera declaración ante un jurado formado por seis hombres y tres mujeres: nueve ciudadanos que dictaron el veredicto de culpabilidad contra él.

En aquel verano de sangre de 2013, Francisco Jiménez Vargas tenía 42 años. No estaba casado con la madre de uno de sus hijos porque se cernía sobre él una orden de busca y captura y no podía acudir a un Registro Civil si pretendía sortear una detención más que patente. Su familia procedía de Grado, aunque sus padres vivían en Las Regueras. Allí fueron velados sus restos mortales. Aquella noche la ciudad de Avilés fue cerrada a cal y canto por multitud de controles policiales. Más de setenta furgonetas de familiares de ambas partes que pretendían llegar a la ciudad fueron detenidas a las puertas de la villa. La muerte del "Nano" podría transformarse en la mecha de una escalada de violencia que finalmente se sustanció en incendios de vehículos, cócteles molotov lanzados contra las ventanas y una tensión en las calles de barrios como el Nodo o el fondo de Valliniello más que patente.

Mientras los Hernández desaparecían de Asturias, la viuda de Jiménez Vargas trataba de reiniciar su vida. La pareja vivía en Gijón porque, se escuchó en repetidas ocasiones en el juicio contra Hernández, los patriarcas lo habían desterrado por sus males artes. La defensa del asesino del "Nano" puso sobre la mesa los antecedentes policiales del muerto: comenzaban en los años noventa. Había acusaciones por robos con violencia y también por tráfico de drogas. Hernández, sin embargo, estaba limpio... Hasta aquel día tan caluroso de 2013.

"Todo esto es nuevo para mí, este juicio, todo esto me asusta bastante. No tuve oportunidad de pedir perdón: a la sala, pero también a la familia del 'Nano'", declaró Hernández en el último minuto del juicio, un instante antes de romper a llorar: "Me casé a los 14 años, a los 15 vi morir a mi padre, a la los 16 ya era padre. Fui hombre muy pronto. Y lo único que he hecho ha sido luchar por mis hijos. Estos son errores que cometes, fue una cosa de locura. ¿Cómo puedo reparar lo que hice? Hablé con la familia y le entregamos al hijo del 'Nano' lo que pudimos (algo menos de 5.000 euros, cuando la acusación particular reclama 150.000 como responsabilidad civil). Sé que cometí un pecado ante Dios. Oré por sus hijos. Sé que Dios me ha perdonado". Sin embargo, la justicia de los hombres le aguarda a la vuelta de la esquina, entonces habrá terminado la última jornada en la Tierra del "Nano".

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