La noticia del fallecimiento de José Joaquín Suárez García, más conocido como "Pepe el Mangolo" cayó ayer como un jarro de agua fría en Luanco. Pese a su edad, 93 años, no había perdido el sentido del humor que le ha caracterizado durante toda su vida, como indican una y otra vez sus allegados. "Pepe el Mangolo" era muy conocido en la localidad, entre otros motivos, porque fue durante doce años el abanderado de la procesión de La Venia. Lo hizo durante años alternos ya que su oficio, el de marinero, le impedía estar siempre que deseaba en el encuentro de Jesucristo con la Virgen en la playa de La Ribera, que se celebra cada Domingo de Resurreción.

El sustituto de Suárez García como abanderado de La Venia fue Lorenzo Rodríguez, "el Noi", que asumió la responsabilidad por primera vez el 31 de marzo de 1991. Desde entonces y hasta 2010, "El Noi" fue el encargado de portar la bandera roja de la Cofradía de pescadores. Desde hace seis años, esta reconocida labor la desempeña César Menéndez.

"Voy a echarlo mucho de menos, era un hombre dicharachero, bromista y trabajador como pocos y le debo mucho porque todo lo que sé de pesca y aparejos se lo debo a él. Era como mi segundo padre", dijo ayer el presidente de la asociación "Luanco recuperación de Tradiciones", Javier Artime, que aprovechó la ocasión para desvelar un secreto. La intención de esta asociación cultural era conceder a "Pepe el Mangolo" el primer galardón de "Fato del año", que se entrega durante las fiestas del Socorro. Sin embargo, el ahora fallecido rechazó entonces la designación "porque no le gustaba figurar".

"Pepe el Mangolo" fue uno de esos marineros que dejan huella en Luanco. Muchos lo recuerdan en su embarcación, la lancha "José Arturo", en la que más de una vez portó a la Virgen del Carmen durante la procesión marinera que se celebra en las fiestas luanquinas de mediados de julio.

El funeral por la muerte de José Joaquín Suárez será mañana a las cinco de la tarde en la iglesia parroquial de Santa María de Luanco. Seguidamente, el cadáver será incinerado en la intimidad familiar.