La Nueva España

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La mansión de los cuentos

La horrorosa enfermedad (y 2)

La cura de la mujer que languidecía de envidia

Dos niños leen cuentos de LA NUEVA ESPAÑA de Avilés.

Hola amigos y amigas, hoy conoceréis el final del cuento que comenzásteis a leer la semana pasada. Espero que lo disfrutéis y recordad que nos vemos todos los miércoles en LA NUEVA ESPAÑA. Y os espero también el próximo sábado, 16 de diciembre, a las 19.00 horas, en el Centro Comercial de La Carriona, ya que en ese lugar presentaré mi último libro "Las catastróficas maldades de la Bruja Picotera". Os dejo con el cuento:

De pronto la señora miró al doctor muy alarmada. "¿También padezco del corazón?", preguntó.

-Sí, pero no se asuste, es normal, está todo relacionado. Usted tiene una gran barrera negra que rodea y envuelve su corazón. Es tan tupida, que ya le afecta hasta a la vista y ya no le permite ver los colores alegres y brillantes de la vida, la luz, la felicidad...

Todos los síntomas apuntan a ello. Es una enfermedad de las más graves. Por ello, debo recetarle lo siguiente:

1) Cada seis horas debe tomar un comprimido de "alegrinina", lo que le permitirá alegrarse del bien de los demás en lugar de sufrir cuando a uno de sus conocidos le salgan bien las cosas.

2) Cada ocho horas, debe tomar tres gotas de "solidaritina", de esta manera usted ayudará a toda aquella persona que lo necesite, sin importarle nada más que hacer el bien por ayudar a los demás. Verá cómo cuando lleve unos días de tratamiento, se encontrará mucho mejor consigo misma. Es muy gratificante.

3) Con cada comida, debe tomar una pastilla de "amabilina" que le ayudará a ser amable con las demás personas. Ya verá qué bien sienta esto, porque observará que los demás también son más amables con usted.

4) Antes de acostarse debe tomar medio comprimido de "respectofeno": esto le ayudará a respetar a los demás, ya sean niños, mayores, animales, naturaleza...

5) Una vez al día, debe tomar una cucharada de jarabe "buenaeducación". Es muy importante que no se le olvide: de hecho, se recomienda este jarabe a muchas personas aunque no estén enfermas, pues siempre viene bien.

Además de todo esto, debe hacer unos ejercicios. Son muy sencillos, pero requieren mucha práctica. Cada hora, debe ponerse frente al espejo y sonreír diez veces. Puede que tras el primer día tenga agujetas, pues no está acostumbrada a hacerlo, pero ya verá cómo con la práctica le sale solo. Además, verá que los demás también le sonreirán, y eso será maravilloso. Con todo esto, le aseguro que, si lo cumple a rajatabla, se curará, si no, seguirá sumida en la más profunda oscuridad de por vida. La volveré a ver en quince días. Y así la señora volvió para su casa con una bolsa llena de medicamentos y dispuesta a que su vida cambiase, por su propio bien y el de su vista.

Pasados los quince días, la puerta de su casa se abrió lentamente: era el día de la revisión. Los niños que pasaban cerca, corrieron hacia sus padres temerosos. La gente miraba inquieta esperando ver salir a la misma gruñona de siempre. Pero de pronto, algo muy extraño se escuchó. Era un sonido que nadie había oído hasta el momento, procedía de dentro de la casa. Era como si... No podía ser. Era una melodía, ¡la señora estaba cantando! Y no solo eso, ¡salió de su casa bailando y dando brincos!

-¡Buenos días vecino!, ¡buenos días vecina, que pase usted un excelente día!, -decía la mujer a toda persona que se le cruzaba.

Los vecinos estaban totalmente boquiabiertos, nadie podía creer lo que estaba viendo. De pronto, la mujer vio un carricoche. Se acercó corriendo a él. Los papás de la criatura se pusieron nerviosos, estaban temerosos. Todo el mundo se quedó paralizado, en silencio. La mujer miro al bebé e introdujo la mano en el bolso. Algo iba a sacar. La gente se echaba las manos a la cabeza. De repente, la señora sacó de su bolso un caramelo de envoltorio colorido y brillante y se lo ofreció al pequeño. La gente seguía sin creerlo. La mujer, volvió a meter la mano en su bolso y sacó un puñado de caramelos que arrojó al aire. De pronto los niños corrieron junto a ella para poder atraparlos. La mujer aplaudía y los niños reían.

Nadie se podía creer lo que estaba ocurriendo. Donde siempre habían visto a una señora amarga y antipática, ahora veían a la persona más alegre y dulce del mundo. Nada más entrar en la consulta, al doctor no le hizo falta hacerle más pruebas, pues sabía que la mujer se había curado. Podía ver su sonrisa, la alegría de su mirada. Era otra persona. Desde aquel momento, su vida cambió para siempre. Su vista había vuelto a la normalidad y veía todo en color. Pero lo más importante es que su corazón estaba libre de envidias y malos deseos hacia los demás y se había llenado de amor. La mujer estaba verdaderamente curada.

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