La Nueva España

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La mansión de los cuentos

El hada del invierno

La aparición de una figura mágica capaz de ayudar a los caminantes en un pueblo tomado por el frío y las nevadas

Niños durante la lectura de relatos protagonizados por personajes de la sección infantil de LA NUEVA ESPAÑA de Avilés.

Hace unos días escuché a alguien hablar sobre una leyenda y rápidamente captó mi atención. A mí las leyendas me encantan, las de Gustavo Adolfo Bécquer... Y, por qué no, también la de Ratonchi. Así que solo con escuchar la palabra "leyenda" mis sentidos se agudizaron.

La leyenda que hoy os voy a contar es muy antigua y bonita. Se dice que, hace muchos años, existía un pueblo entre las montañas nevadas, donde reinaba el frío y todos los paisajes eran blancos, cubiertos de nieve y escarcha. En el valle había unas casitas preciosas donde vivían felizmente varias familias.

Y fue precisamente en ese pueblecito en el que ocurrió algo mágico. Algo que se recuerda desde tiempos muy antiguos y se cuenta de generación en generación. En ese mismo año, concretamente en el mes de enero, el clima estaba más frío que nunca. Los niños apenas podían salir de casa y los vecinos trataban de recoger toda la leña que podían para tener sus hogares a una temperatura más cálida.

Pero un día, el cielo amaneció más encapotado que nunca, el sol parecía no querer salir, y las personas sentían que había algo raro en el ambiente. Algo que no les gustaba demasiado, sabían que algo iba a ocurrir, y estaban en lo cierto.

A primera hora de la tarde, el cielo se volvió más oscuro, el viento comenzó a soplar enfurecido y la nieve comenzó a desprenderse de los tejados, cayendo al suelo y siendo empujada contra las casas.

Todos los vecinos se encerraron en las suyas. El viento parecía querer abrir las puertas de forma violenta. Las familias se abrazaban con fuerza, cerraban los ojos y todos deseaban que pasase pronto el temporal. La nieve seguía cayendo y desprendiéndose de los tejados. Grandes copos se lanzaban contra las ventanas, cubriendo los cristales de hielo, impidiendo de este modo la visión.

De pronto, el viento se tornó aún más encolerizado, y ocurrió algo terrible. Un inmenso alud se desprendió de la montaña más alta, propiciando una enorme avalancha que fue cayendo hasta sepultar por completo el pueblo.

No se veían las casas ni los árboles. Todo había desaparecido en cuestión de unos segundos. Minutos más tarde, el tiempo parecía volver a estabilizarse, el frío desapareció y el cielo volvió a su tono azul. El silencio reinaba en aquel valle, sepultado por la nieve. Un silencio que parecía eterno.

Pero no todo acababa ahí. Minutos antes de la avalancha, una joven apareció frente a las puertas de las casas. Parecía que el viento no le afectase, ni tan siquiera alborotaba su cabello. La joven llevaba un vestido azul, su cabello era largo y sedoso, su expresión era angelical. Abrió una por una las puertas de las casas, para sorpresa de los vecinos. Pidió con gestos a todos los vecinos que salieran de sus casas y la acompañasen. Lo normal hubiera sido que las familias permaneciesen en sus casas, cobijándose del temporal, pero en esos momentos de incertidumbre y miedo, la siguieron. Nunca habían visto en el pueblo a la joven, y aún así le hicieron caso. Había algo en su rostro, tal vez en su mirada que les hacía ver que debían seguirla, y así lo hicieron.

La joven llevaba algo en su mano, se trataba de un candelabro que ni siquiera el viento podía apagar su llama. Los miembros de cada familia se agarraron en fila unos a otros y fueron guiados por la joven. No tenían nada que perder, sabían que el temporal dañaría su pueblo, y tenían esperanzas en su guía. La joven se abrió paso en un camino del suelo, un túnel secreto que jamás habían visto. Lo atravesaron en silencio durante unos cuantos kilómetros. El túnel estaba iluminado por la llama del candelabro. De pronto, comenzaron a ver una luz al final del túnel, y se apresuraron a salir. Acababan de llegar al pueblo más cercano que se encontraba a unos ocho kilómetros. Allí el cielo era azul y el frío no era tan intenso. Salieron todos del túnel, rieron, se abrazaron de la emoción. ¡Estaban salvados!

Cuando quisieron agradecer a la joven que les había salvado la vida, se volvieron, todos miraban de un lado a otro y nadie la vio. Había desaparecido. Nunca supieron más de ella. Algunos decían que era un ángel, otros un hada del invierno, o del mes de enero, otros incluso el fantasma del pueblo. Fuera como fuese, la joven les había salvado de una muerte segura.

Dicen que cuando el frío es muy intenso y alguien necesita ayuda, la joven de semblante angelical aparece de nuevo. Algunas personas aseguran haberla visto, con su candelabro en mano, esperando guiar a todo aquel que lo necesite.

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