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Concejo de Bildeo | Crónicas del municipio imposible

Adelgazamientos

Las técnicas de Abelardo para perder kilos y los inventos de Isidro relacionados con la salud de los vecinos del pueblo

Adelgazamientos

De nuestro corresponsal, Falcatrúas

Abelardo es un vecino oriundo de Bildeo y disidente en Oviedo (es del Sporting), que, harto de arrastrar sus muchos kilos, se apuntó a una de dieta de esas que asignan al cliente un couch para que gobierne sus lorzas, michelines y otros descuelgues grasientos. Decía la publicidad que los dietarios, o inventores de la dieta, garantizaban adelgazamientos a razón de un euro el gramo, es decir que te eliminaban los cuartos y los gramos al mismo ritmo. Mil euros después, al subirse en la pesa electrónica de precisión, sacando el culo y metiendo la barriga para poder ver las arrobas en rojo chillón, nuestro hombre descubrió que había adelgazado un kilo y hasta tuvo un momento de alegría, que duró lo que tardó en darse cuenta de que esta vez se estaba pesando sin la ropa, los zapatos, el manojo de llaves, la cartera y el reloj. Mandó al couch a tomar por donde se empiezan los cestos y desde aquel día sube la empinada escalera de casa, mascullando aquellos versos bildeanos: "Arriba culo, arriba patas, que en este mundo todo son trampas".

Por aquel tiempo, Isidro, el inventor de Bildeo, daba vueltas a uno de sus profundos estudios, que tenía como objetivo inicial el formiento (fomento) de la salud entre sus vecinos, a los que utilizó como conejillos de indias para después aplicar los resultados obtenidos al conjunto de la nación. Con el tiempo, el objetivo fue cambiando, se olvidó del formiento y fue a las fogazas.

Isidro se inspiró para este trabajo en otro precedente a cargo de un sindicalista que llevó a cabo un estudio empírico respecto a los diferentes tipos de cubalibre y su repercusión en el comportamiento y la salud de los aficionados al bebercio. Por aquello de ahorrar, el representante sindical centró la investigación en su propio cuerpo serrano, evitando así experimentar con los obreros que decía representar, ni siquiera recurrió a los concejillos de indias, le bastó con el territorio donde vivía. Pasó cerca de cuarenta años tomando abundantes cubalibres a diario, comenzando por libar los originales con ron, la mezcla perfecta inventada por los caribeños, luego siguió con los cubalibres de ginebra, los de coñac y por último con los de whisky, hasta llegar a la conclusión de que lo realmente dañino para su organismo y que lo hacía naufragar borracho perdido era la coca-cola.

Isidro ve mucho la tele y se ha dado cuenta de que uno de los asuntos más manidos en toda clase de programas tiene que ver con las dietas, los métodos de adelgazamiento, los productos milagrosos que nos van a poner esbeltos como sílfides y vamos a perder kilos, eliminar culos y barrigas sin esfuerzo alguno por nuestra parte. Adelgace pasivamente, dicen. El inventor bildeano, pensó en aportar algo de claridad a este asunto, combinando dos conceptos que se complementan como el agua y el aceite: dieta y ejercicio.

La dieta la copió de las vacas. Los rumiantes no podrían vivir comiendo sólo pienso, necesitan grandes cantidades de vegetación en forma de alfalfa, heno, hierba, narvaso, etc., con cuya digestión los animales obtienen proteínas, minerales, encimas y debajos para llevar energía a sus células; el pienso es un complemento alimenticio que se les da para compensar la cantidad de leche que producen o para el engorde y venta posterior. Isidro elaboró su primera dieta con seis lechugas, doce tomates, seis cebollas y cualquier otro material que haya en casa y que sirva para aderezar una ensalada. Se pica todo bien y se echa en un balde de la ropa de los de toda la vida.

Se comienza por dar veinte vueltas corriendo alrededor del balde, para luego sentarse en el suelo un momento, meter una estocada con el tenedor una sola vez en el recipiente y comer lo que haya quedado ensartado; acto seguido hay que ponerse en pie de nuevo, correr otras veinte vueltas, nueva sentada rápida en el suelo, una de picoteo, arriba, veinte vueltas más, y así sucesivamente. Completada una tanda de veinte picoteos, se dejan las vueltas para otra sesión y en su lugar se procede a saltar por encima del barreño veinte veces antes de ingerir una nueva diócesis de ensalada.

Cuando se acabe todo el contenido del barreño o cuando comience a salir un jugo verde por los oídos, ha llegado el momento de hacer un alto en el ejercicio alimenticio para dar un paseo y así expulsar por una o por ambas bocas del cuerpo la cantidad de gas procedente de la digestión de la clorofila; al día siguiente más de lo mismo; como variantes, puede añadirse a la ensalada una aceituna por cada lechuga.

Seguiremos informando.

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