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FERNANDO VICENTE | Ilustrador y pintor

"Hago muchas cosas, pero no tengo afán de nada... la ilustración está mal pagada"

"La ventaja de ilustrar libros de autores muertos es que no tienen voz ni voto; los vivos siempre quieren opinar"

Fernando Vicente, en la exposición de su obra en Avilés. RICARDO SOLÍS

El pintor e ilustrador madrileño Fernando Vicente (1963) expone en el Centro Municipal de Arte y Exposiciones (CMAE) de Avilés su colección "Clásicos Ilustrados" hasta el domingo. Esta semana visitó la ciudad para explicar su trabajo a los escolares avilesinos. Conversa con LA NUEVA ESPAÑA en un bar cercano a la sala que acoge la síntesis de su obra artística.

- ¿Qué le aportan los chavales que acuden a sus visitas guiadas?

-Siempre está bien porque trabajo mucho para ellos: hago libros ilustrados. A veces para adultos, pero sobre todo para jóvenes. Les he explicado las ilustraciones a chavales de 15 años y también a otros más pequeños. Tengo dos hijos: uno de 14 y otro de 18 y sigo sus vidas, cómo van en los estudios... así que, cuando viene una visita guiada, les escucho, trato de entender su forma de ver las cosas. Me preguntaba Jorge Iván Argiz (comisario de la exposición) que cómo me había ido con los pequeños. Le dije que me habían preguntado hasta cuánto cobraba, una pregunta que un adulto no te hace nunca.

- Pero sí un periodista. ¿A cómo se paga lo de ser ilustrador?

-Mal, bastante mal. No se lo he contado, pobrecillos, pero las ilustraciones están mal pagadas. Hay que hacer muchas cosas: yo hago muchas cosas, pero no porque tenga afán de nada... Está mal pagado.

- ¿Y alguna vez lo estuvo bien?

-No, nunca lo ha estado. El trabajo ahora está un poco de moda y, por eso, hay muchos ilustradores, sobre todo, jovencitos, pero es un trabajo que, en principio, no da dinero. Lo da si eres una superestrella, que no es mi caso. Hay un francés que se llama Benjamin Lacombe que vendió dos millones de libros... Con esas cifras, pues ves dinero, como ve dinero Arturo Pérez-Reverte o Javier Marías. Pero no es lo normal.

- Ilustra clásicos universales, de esos que todo el mundo tiene en la cabeza. ¿Cómo se atreve?

-He hecho las ilustraciones de "Drácula" leyendo el libro. No tiene nada que ver con las películas, con Béla Lugosi o Christopher Lee. La más cercana al libro podría ser la de Francis Ford Coppola, que yo creo que también ha envejecido muy mal. Cuando me encargaron ilustrar el libro, repasé todas esas películas y tenía claro que no iba a recrear la imagen de la película de Terence Fisher: el tipo engominado, con la capa. Lo que hice fue mi visión de lo que estaba leyendo. Mucha gente me pregunta si hace falta volver a hacer a Peter Pan, Alicia o Drácula. Pues hombre, a un ilustrador este tipo de personajes siempre le encantan: son temas que ya conoces.

- ¿Y cómo salva los cánones?

-Alicia está descrita con un vestido azul y con melena rubia, pero mi visión de Alicia no tiene nada que ver con la de Walt Disney y eso a mí ya me vale. Cuando hice "Estudio en escarlata" me planteé quitarle la levita y el gorro de cazador a Sherlock Holmes, pero es imposible. Aunque no existe una descripción de Sherlock Holmes así -en ningún libro- no podía desprenderme de esos elementos. Si se los hubiera quitado hubiera dejado de ser el personaje.

- ¿Le salen mejor las ilustraciones de los clásicos o las de los libros modernos?

-La ventaja de los clásicos es que el autor está muerto. Es una ventaja un tanto dramática, pero es así. No te peleas con nadie porque, lógicamente, cuando haces una ilustración para un libro, incluso la portada, de un autor vivo éste siempre quiere opinar. Barrie o cualquier otro autor del estilo están muertos, así que no tienen ni voz, ni voto. Además, cuando los derechos de autor son libres, hasta ganas más dinero porque el porcentaje que tú tienes, no lo tienes que repartir, por ejemplo, con Lewis Carroll. Los derechos de Alicia, por ejemplo, son públicos desde el año pasado. Con "Peter Pan" pasa tres cuartos de lo mismo.

- ¿Y cómo es trabajar con el autor?

-He ilustrado un par de libros de Arturo Pérez-Reverte y él me dio libertad absoluta, que es algo que siempre pido cuando firmo un contrato. Quiero que me dejen trabajar, que yo pueda hacer lo que me dé la gana. Sin embargo, si un autor de peso como Pérez-Reverte me dice "esto no me gusta", pues yo lo cambio. Porque él es el que manda, porque el texto es suyo.

- La primera exposición que hizo fue hace treinta años.

-Sí, llevo treinta años en esto.

- ¿Y cómo ve ahora aquello?

-Mi trabajo de aquella época yo lo veo horroroso: tengo serias dificultades para aceptarlo. Me hicieron una exposición en Madrid y otra en Mallorca donde se veía aquel trabajo y sí, lo confirmo, horroso. Tengo la suerte de que fui mi propia escuela: aprendí según iba trabajando. Soy autodidacta. Además, empecé haciendo cómic y, luego, ese mundo desapareció y me puse a trabajar en publicidad. Cuando regresé a la ilustración me di cuenta de que lo que hacía era algo distinto a lo que había hecho diez años antes. La diferencia de estilo en realidad es de cabeza, porque desde que empecé hasta que retomé los pinceles habían pasado más de diez años.

- ¿El paso de la pintura a la ilustración es natural?

-No, porque no hay muchos ilustradores que también sean pintores. Lo que yo quería ser de pequeño era pintor, nunca me planteé ser ilustrador, ni tampoco ser autor de cómic. Mi primera frustración fue que no pude hacer Bellas Artes porque me lo impidió la nota de la Selectividad. Puse un recurso y me admitieron, pero ya estaba en la Movida Madrileña, yendo a Rockola: era feliz y no quise entrar en la Universidad. Lo que sí que me pasó es que me puse en contacto con una galería, con la que trabajé durante todo este tiempo, hasta que cerró por la crisis. Ahora ando buscando nueva galería. Lo de ser pintor ha ido siempre en paralelo a la ilustración, hasta el punto de tener dos currículos.

- ¿Qué será lo próximo?

-Tengo que entregar "Frankenstein", un libro del que se cumplen ahora doscientos años. Como ilustré "Drácula", una editorial se puso en contacto conmigo para ver si quería ilustrar a Mary Shelley. Y yo, feliz como una perdiz.

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