Mieres del Camino,

D. MONTAÑÉS

El título de conde tiene su origen en la época del Bajo Imperio Romano y distinguía a ciertos acompañantes del emperador con responsabilidades militares o administrativas. Si bien durante siglos conllevó ciertos privilegios sociales, a partir del XIX pasó a ser únicamente una cortesía honorífica. Desde hace casi un siglo, el concejo de Mieres tiene título nobiliario. En 1911, el rey Alfonso XIII nombró conde de Mieres al empresario malagueño, afincado en el municipio, Manuel Loring y Martínez de Heredia, iniciando una dinastía familiar que ha llegado hasta nuestros días. El reciente fallecimiento, a los 61 años, de Manuel Loring Martínez de Irujo, tercer portador del título y nieto del citado noble, ha permitido a las generaciones más jóvenes conocer la existencia de esta saga, que, más allá de la importancia que cada cual quiera otorgar a estos reconocimientos sociales, está ligada fuertemente a un período clave en el desarrollo de la comarca del Caudal, en buena parte debido a la fusión con otro ilustre apellido: Guilhou. Un binomio que, en su momento, fue para el concejo mucho más relevante de lo que ahora pueden significar las marcas industriales Thyssen y Rioglass.

A la espera de la confirmación del joven Manuel Loring Díaz de Bustamante (1976), primogénito del fallecido, como cuarto conde de Mieres, la historia de esta familia se sustenta casi sobre los mismos pilares que el propio municipio. Para comprenderla hay que remontarse hasta mediados del siglo XIX, con la llegada a la comarca del banquero francés Numa Guilhou, una figura clave en la historia del territorio. Tras adquirir varias empresas en Asturias, en 1870 puso en marcha Fábrica de Mieres, unos altos hornos que a mediados del pasado siglo daban trabajo a más de 7.500 personas; un gigante del carbón y del metal con conciencia social, como prueban las guarderías que impulsó y la Escuela de Aprendices, todo un referente docente. En torno a esta gran factoría y a las minas, el concejo edificó su crecimiento económico, no sin esfuerzo y penurias. Guilhou tuvo un hijo, Ernesto, que murió joven, dejando a cargo del patriarca a dos nietas. Una de ellas, Marta, se casó con el conde Benahavis, quedando viuda muy pronto y heredando su título. Al poco tiempo, el destino le hizo conocer, casi por casualidad, a un joven empresario andaluz miembro de una familia de la burguesía malagueña que mantenía relaciones profesionales con Numa Guilhou, llamado Manuel Loring y Martínez de Heredia, con el que terminaría contrayendo matrimonio. El industrial, tras la unión, se trasladó a Asturias y pronto fue situado por su suegro al frente de Fábrica de Mieres. Su familia tenía buenas relaciones con el rey Alfonso XIII debido a su peso específico dentro de la burguesía andaluza. Así, el monarca reparó en el crecimiento que en poco tiempo experimentaron los altos hornos mierenses, situados en La Rebollada y, esgrimiendo su importante papel en el desarrollo industrial de España, en 1911 concedió a Manuel Loring el título de conde de Mieres. Fue, para más relevancia, el primer nombramiento nobiliario otorgado en Asturias el pasado siglo.

Como antes había hecho Numa Guilhou, el primer conde de Mieres tuvo que hacer frente a años muy convulsos. Había empleo, pero bajo condiciones muy duras, y los trabajadores se movilizaban reclamando mejoras sociales y salariales. La familia residía en una gran finca conocida como «La Gerencia» y situada en la zona donde ahora se levanta la antigua Perfrisa (Mieres Tubos). Pasaban los veranos en Bayona (Francia). En el año 1936 el estallido de la guerra civil les sorprendió allí. El conde nunca regresaría. Decidió quedarse en la citada ciudad para evitar posibles represalias y, pocos meses después, fallecía.

Al término de la guerra, Fábrica de Mieres, el hilo conductor de esta historia familiar, recuperó la normalidad. La viuda del conde, Marta Guilhou, unió en torno suyo a la familia, manifestando un enorme interés en que todos los partos tuvieran lugar en «La Gerencia», fortaleciendo así los lazos con el concejo. Su hijo mayor, Manuel Loring y Guilhou, se convirtió en el segundo conde de Mieres. Se casó con Ana María Martínez de Irujo. De esta forma, emparentó, indirectamente, con la dinastía más emblemática de la nobleza europea, el ducado de Alba. Ana María era hermana de Luis Martínez de Irujo, primer marido de la actual duquesa de Alba y padre de sus seis hijos, incluido Carlos Juan Fitz-James Stuart y Martínez de Irujo, duque de Huéscar y heredero del título de su madre. A la postre, primo del recientemente fallecido tercer conde de Mieres.

Los Loring son una familia con unas sólidas convicciones religiosas, muy católicos. Curiosamente, Numa Guilhou era protestante y, como tal, está enterrado en el cementerio familiar de La Rebollada. No obstante, según relata el veterano corresponsal de prensa y amigo de la familia, José María Pellanes, «era una persona muy tolerante», y esta diversidad de doctrinas «nunca le incomodó».

En 1974 el segundo conde de Mieres fallecía en Benavente a causa de un fallo cardiaco. Era Navidad y, como a su padre, la muerte le llegó lejos de su concejo. La historia se acaba de repetir con el tercer conde de Mieres. Manuel Loring Martínez de Irujo, de 61 años, murió en Madrid el pasado 5 de abril, víctima también de una dolencia cardiaca. Pese a que desarrolló su vida familiar y profesional lejos de su municipio natal, siempre mantuvo una estrecha vinculación con el territorio, presidiendo una asociación como Norte Joven, que atiende a personas con riesgo de exclusión laboral, y manteniéndose al frente de la sociedad Fábrica de Mieres, custodiando el legado patrimonial de la antigua factoría. Era ingeniero de minas y estaba diplomado en economía por la Escuela Superior de Petróleo de París. Su trayectoria laboral fue muy intensa y variada, participando en numerosas entidades, entre ellas la Fundición Nodular y Consignas Asturias. Pese a su título, era bastante desconocido en Mieres. Quienes le trataron le definen como una persona prudente, educada y muy religiosa. Deja tres hijos. El mayor, del mismo nombre que los tres condes ya desaparecidos, salvo que el Rey formule alguna objeción, proseguirá con la dinastía.