Ha muerto Jovino Martínez Cueva. Con él ha desaparecido un trocito de la historia coral mierense. Se puede decir, sin temor a error, que la música coral y la tonada asturiana eran la esencia de su existencia a más de un profundo cariño a Asturias y a su Mieres del alma. Jovino («Jovi» para sus amigos) se integra en plena juventud en el Orfeón de Fábrica Mieres, uno de los más antiguos del país (creado en 1.896) con su magnífica voz de tenor en el que permanece hasta la creación del Ochote «La Unión» en 1.975, siendo uno de los principales impulsores del mismo y permaneciendo como su presidente hasta el 2012, fecha de su disolución. Todo ello significa una vida dedicada a la música coral, compaginándolo con sus ocupaciones familiares y laborales.

En el año de 1.986 me integré, como director, en este especial y extraordinario grupo «Ochote la Unión» y durante tantos años de singladura musical por toda la región asturiana, por diversos lugares de España e incluso del extranjero, tuve la ocasión de disfrutar de la compañía y de la amistad de un grupo de personas excepcionales, tanto como por su valía personal como por la musical. Hay que pensar que, en una agrupación tan reducida, para perdurar durante casi treinta y siete años ininterrumpidos, no solo basta cantar bien sino ser una excelente persona. Así lo era Jovino, presidente, genio y figura del Ochote. Serían incontables las anécdotas que avalan este hecho e inolvidables los momentos de alegría y felicidad pasados en su compañía. Su fuerte carácter y genio se compensaban siempre con su humor divertido y su amor al grupo. «Para cantar bien hay que cabrease» solía decir antes de las actuaciones más comprometidas. Inolvidables fueron las situaciones en que Jovino fue protagonista absoluto de hechos increíbles; algunos como emborrachar, a las tres de la mañana y bajando el alto de la Pedraja (Burgos) a una pareja de la Guardia Civil y, abrazados los tres, hacerlos cantar el «Asturias patria querida», o aquel, en las bodegas Masaveu, de la Rioja, en que apostó al gerente de las mismas a que el Ochote acababa en un mes con todo el vino almacenado: «picaor», le decía, «esto lo acabamos nosotros en menos que canta un gallo»; «Señor, respondía el gerente, aquí hay más de un millón de botellas». Poco después, en el ágape celebrado después del concierto, el gerente claudicó: «Señor, tiene usted razón?». También en la gira a Cuba del año 1993 las azafatas del vuelo conocieron quien era Jovino cantando con él durante horas y en alegre jolgorio. Jovino tenía una memoria de elefante pues conocía casi todas las canciones y su música, desde el folklor asturiano, a las habaneras, boleros, canciones corales diversas, etc., etc. Su personalidad dejaba huella en todos los lugares y circunstancias en donde se encontrara. Y el Ochote siempre estaba para él por encima de todo, siendo inmensamente feliz cuando el Ayuntamiento de Mieres le dedicó su nombre a una calle de la villa.

Con estas breves líneas en su honor y en representación de todos los que fuimos compañeros e integrantes del Ochote La Unión, quisiera manifestar nuestro gran pesar por la pérdida de un amigo entrañable con el que compartimos muchos años de nuestra vida, muchas alegrías, y también, por qué no decirlo, algunos de los problemas de los que ninguna agrupación humana se escapa. En todos los casos, Jovino estuvo siempre para unir y conservar el espíritu del grupo y la demostración está en la duración de un ochote con casi los mismos miembros desde su fundación.

Esperamos que Jovino esté feliz en su nuevo destino final, haciendo felices allá en el cielo a todos los que sin duda lo estará rodeando y escuchando sus canciones. ¡Descansa en paz, amigo!».