Pola de Siero,

Manuel NOVAL MORO

Sor Josefa Del Amor Hermoso Álvarez cumplió estos días 50 años de entrega a la congregación de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados. Hace medio siglo que vivió la primera profesión, y desde entonces ha estado en residencias (ella emplea la palabra «casas», más adecuada a su vocación) por toda España. Gallega de nacimiento, llegó a la residencia Nuestra Señora de Covadonga de Pola de Siero en diciembre de 2006.

Y como ha sido en la Pola donde ha cumplido sus cincuenta años, el asilo le organizó una fiesta a la que asistieron hermanas de otras casas de la congregación que compartieron trabajo y devoción con ella, algunos vecinos asiduos del asilo, y también el alcalde, José Antonio Noval, con su mujer y diputada regional, Belarmina Montes.

Desde que entró en la orden hasta ahora han cambiado muchas cosas, pero no la esencia de su trabajo: «Los mandamientos de la ley de Dios no cambian». Sí ha cambiado «la manera de atender a la gente». Y ha sido para mejor.

Ahora hay más medios, aunque antes había más hermanas. Ahora las hermanas tienen la ayuda de gente del exterior contratada para determinados trabajos, y antes lo hacían todo ellas.

Otra cosa que ha cambiado es la mentalidad respecto a las personas: «Antes no había ni tantas enfermedades ni tantas exigencias como ahora».

Y también la edad. Cuando la hermana Josefa empezó, lo normal era que tuvieran en las residencias a gente con sesenta o setenta años, y unas pocas personas de en torno a los 85 años.

Ahora, sin embargo, la edad es mucho más alta. «Tenemos 15 personas de más de 90 años; antes era impensable», asegura.

Sor Josefa se mostró encantada con la fiesta que se celebró en su honor. En la misa, le colocaron una corona de flores en la cabeza, que significa el compromiso de la profesión solemne. Posteriormente, se hizo fotografías con hermanas y familiares, y compartió mesa con todos ellos.

Sor Josefa tiene 68 años, y aunque reconoce que no tiene la energía para trabajar que tenía a los 40 años, no tiene intención de dejar de hacerlo. «Aquí nos retiramos cuando no podemos hacer más. Yo no me pienso jubilar, no me interesa», sentencia. «Echas una mirada atrás y parece que fue ayer cuando entré, y ya son cincuenta años», dice, pero la vocación está por encima de todo. «Aquí prolongan la vida», sentencia una residente respecto a su trabajo.