Ya ha llovido desde que la fisiocracia francesa acuñase el «laissez faire, laissez passer» referido a lo económico, suponiendo que había una especie de ley natural por la cual los problemas se solucionaban por sí solos. No sé qué validez tendría la cosa en economía, pero hay ámbitos en los que la intervención de los gobiernos es fundamental. Los vecinos del barrio de La Luz consideran que los problemas que les afectan y todo el mundo conoce están estancados. Los acuerdos sobre presencia policial disuasoria y otros no se han llevado a efecto con el rigor y la periodicidad propuesta. El comentario vecinal raya en la desesperanza y las ilusiones puestas por el cambio de gobierno municipal empiezan a teñirse de decepción. Hay quien comenta que todo se solucionará cuando la Policía Local se traslade a la zona, así, por arte de birlibirloque, como ocurre con los ultrasonidos para ahuyentar roedores, pero un amigo sabio me comentó: «No lo creas, Vicente. ¡Bastante mieu tien el obispo a los curas!». No sé? ¿Será que después de las vacaciones uno ve las cosas con menos optimismo?