Argüelles (Siero).

Los malos augurios se han hecho realidad. La cosecha de faba de Argüelles, lastrada por las inundaciones de primavera y por la sequía estival, ha quedado reducida a un tercio de la habitual y gran parte de la producción no gozará de homologación debido al pequeño tamaño de la legumbre. Hace apenas un mes, Ulpiano Huergo, portavoz de la sociedad San Martín, que engloba a cinco productores de faba de Argüelles, adelantaba a LA NUEVA ESPAÑA que la cosecha de este año se había echado a perder a causa de las extremas condiciones meteorológicas en la zona a lo largo de todo el año. No obstante, los cálculos de Huergo, que calculaba la pérdida de la mitad de la cosecha, se han revelado optimistas.

«La producción de este año quedará limitada a un tercio de la habitual», afirma Huergo, quien ha constatado esta situación durante la última semana, en la cual los productores de la sociedad San Martín han completado la recogida de la cosecha de faba.

Huergo ilustra el desastre con cifras: «el rendimiento se ha visto reducido de entre 1.600 y 1.800 kilos por hectárea a apenas 300, por lo que, al final, habremos recogido entre dos y cuatro toneladas, cuando lo habitual es 10 ó 12».

Otro productor de Argüelles, Tino Prado, explicaba este bajo rendimiento en una plantación situada en las cercanías del palacio de Argüelles, donde ayer un grupo de productores completaban la recogida: «Si miras las vainas, te encuentras pocas fabas, una o dos, cuando lo normal es que haya tres o cuatro. Pero las aguas, primero, y la sequía, después, no las han dejado fructificar». Huergo ve, además, un problema en el tamaño de las fabas: «Son muy raquíticas, una buena parte de la cosecha no dará el tamaño que exige el Consejo Regulador de la Denominación de Origen».

Pese a todo, los productores aprecian un grano de buena calidad, una situación que contrasta con la cosecha de 2008, cuando la producción se echó a perder a causa de las heladas.

«Estas fabas están limpias, tenemos un rendimiento muy bajo y no son muy grandes, pero son buenas fabas. En 2008, en cambio, recogíamos sacos y sacos de carbón, ya que sólo valían para atizar la cocina», manifiesta Ulpiano Huergo.

Los productores también se lamentan de las condiciones adversas que han tenido que vencer durante todo este año. «Ha sido un cúmulo de despropósitos», apunta Huergo; «cuando sufrimos las inundaciones, teníamos todos los piquetes ya instalados, lo que nos impidió resembrar, y, después, esta sequía ha acabado de rematarnos».

El tema de los piquetes fue crucial para la mala cosecha, ya que, si hubiesen podido resembrar, se hubiese limitado el daño por las inundaciones.

«En algunas partes del Occidente pudieron resembrar, lo que les ha permitido tener una cosecha aceptable, pese a todo. Pero, en nuestro caso, cuando llegaron las inundaciones ya habíamos instalado los piquetes que soportan las vías de cultivo y era inviable económicamente reinstalarlas», señala, con pesar, Ulpiano Huergo.

El remate llegó en verano, con la sequía: «la faba se mantiene con poca agua, pero es que este año no hubo nada, ni siquiera un miserable orbayu que le diera un respiro a las plantaciones. Sólo sol y nordeste». No obstante, la meteorología favorable de las dos últimas semanas ha permitido a los productores salvar, al menos, una parte de la cosecha.

Pese a todo, los productores evitan caer en la desesperación y ponen sus ilusiones en la próxima cosecha. «Ya lo dice el refrán, un año de peras y otro de peruyes», recita Huergo, quien destaca la excelente cosecha de 2009 y confía en que las tornas cambien para 2011 y la tierra devuelva a los productores de faba de Argüelles todo lo que les ha quitado este año.