Oles (Villaviciosa),

Ignacio PULIDO

El corazón de Les Mariñes de Villaviciosa es de color negro. En su subsuelo se encuentra la que probablemente sea la mayor reserva mundial de azabache. Y es que el noventa por ciento de los minados azabacheros de la península Ibérica son maliayeses, lo que explica, en cierto modo, la importancia de este material para la zona. Un lugar repleto de leyendas que suele ser escenario de excursiones organizadas por la Comarca de la Sidra para captar turistas. El biólogo Juancho Aspra guía a los asistentes en ocasiones.

Las entrañas de los bosques de Oles están horadadas tras siglos de actividad minera. En La Perea de los Molinos, punto de partida de la excursión guiada por Aspra, se encuentra una de las últimas explotaciones azabacheras en ser clausuradas. Su bocamina es prueba de la intensa actividad extractiva desarrollada durante centurias y especialmente durante el último tercio del siglo XIX, época en la que la reina Victoria de Inglaterra estableció al azabache como elemento de luto, disparando el consumo de este material en las islas británicas.

Hoy, las bocaminas son tan sólo los restos de una época de bonanza para el azabache. Con el recuerdo de Tomás Noval, el último minero de la comarca, fallecido hace dos años a la edad de 87 años, los excursionistas siguen su marcha hacía la iglesia románica rural de San Félix, del siglo XII. Por el camino, los pequeños Juan y Miguel Serrano Prieto, participantes en la ruta, se topan con dos macrolepiotas. Es una buena excusa para hacer un alto y dialogar sobre las bondades culinarias de este tipo de setas.

Tras superar el templo, el camino inicia un pronunciado descenso a través de cantiles y paralelo a la orilla del mar Cantábrico. Los excursionistas caminan sobre la costa jurásica de Asturias. A pie de sendero, un cartel anuncia la presencia de icnitas o huellas de dinosaurio en uno de los pedreros cercanos. El entorno no puede ser mejor para una de las explicaciones de Juancho Aspra, que se detiene a disertar sobre diferentes variedades de helechos haciendo especial hincapié en la especie conocida como osmunda regalis. «Se trata de un fósil viviente», enfatiza el biólogo.

La marcha prosigue apaciblemente, aderezada con charlas. Éste es precisamente uno de los aspectos más valorados por los asistentes a las excursiones de la Comarca de la Sidra. «La gente no tiene prisa. Se puede conocer a otras personas y se aprende mucho. Todo está muy bien, tanto el guía como la compañía», subraya María José Fernández, una de las excursionistas. «Las explicaciones de Juancho son muy amenas y la gente participa mucho», advierte la ovetense Alba Cuñado, que asiste acompañada de dos amigas, Alejandra Álvarez y Beatriz Sanz, ambas procedentes de Madrid.

El faro de Tazones indica a los caminantes que la ruta está próxima a su fin. El grupo de participantes se descuelga a través de un sendero de piedra que conduce a las callejuelas del pueblo marinero. Frente a la pintoresca «casa de las conchas», la excursión toca a su fin tras casi tres horas de caminata, charlas y contemplación. «Es la primera vez que acudo a una visita de este tipo. Considero que es una actividad deportiva y educativa muy interesante. Me ha sorprendido gratamente», comenta el gijonés Vicente Porras, natural de pueblo maliayés de Argüero.