Candás,

Braulio FERNÁNDEZ

La ermita de San Antonio se caerá al mar si no se traslada inmediatamente. Si hace veinte días el equipo de gobierno aseguró que el templo estaba asentado sobre roca y no corría peligro pese a que el acantilado sufría constantes desprendimientos, cada vez más cerca de la edificación, ayer los técnicos municipales informaron en una Comisión de Urbanismo de que urgía el traslado de la ermita si se quería evitar su destrucción. Los pequeños argayos de los últimos días han terminado por derribar las capas que separaban la esquina noroccidental de la capilla, y, según los técnicos, «es cuestión de días que se venga abajo toda la construcción».

Pese a una situación tan alarmante, el Ejecutivo local evitó hacer valoraciones sobre la posible caída del templo renacentista, construido en el siglo XVII y dedicado a San Antonio de Padua. Ayer se planteó como única solución «el traslado de la ermita a un lugar seguro», si bien, según los propios técnicos municipales, «es posible que ya no dé tiempo a salvarla». Hablando de alternativas se propuso una ubicación en el mismo cabo de San Antonio, aunque en una zona considerablemente más alejada del risco.

Vecinos y partidos políticos de la oposición dieron la voz de alarma a mediados del pasado mes de enero, al advertir que los desprendimientos habían dejado el templo muy cerca del acantilado. Entonces, el 18 de enero, el gobierno de PSOE e Izquierda Unida lanzó un mensaje de tranquilidad, asegurando que no corría peligro de ser arrastrada por los argayos, según un estudio encargado por ellos mismos. El informe revelaba que la capilla «se encuentra cimentada en su totalidad sobre un sustrato de roca, a diferencia del terreno que lo rodea, en las inmediaciones del acantilado, y que es de tierra».

No obstante, y debido a la inestabilidad de la zona y a que el paseo que rodea a la ermita había quedado también a escasos centímetros de la pendiente, se optó por retrasar la zona de vallado y alterar la senda costera peatonal, como ya se hiciera el pasado año con otra zona del cabo de San Antonio, donde se encuentra el conocido mirador de los cañones de la Guerra de la Independencia.

Los problemas de inestabilidad por los continuos desprendimientos en el cabo de San Antonio afectan desde hace un mes a la capilla donde se celebra cada mes de junio la romería del mismo nombre, la primera del verano candasín. Sin embargo, hace once meses la zona que se puso en peligro por los argayos fue la del mirador de los cañones, situada a pocos metros de la ermita. El Ayuntamiento de Carreño precintó en marzo de 2010 el mirador al advertir riesgos de argayo en toda la ladera del monte que da al puerto de Candás. Eso provocó incluso que se retiraran del lugar los equipamientos defensivos del siglo XVIII que presidían el emplazamiento que antiguamente servía como baluarte. Volvieron a ser colocados semanas después, aunque más retrasados con respecto a la línea del acantilado.

La causa de los desprendimientos puede tener curiosamente su origen en las obras de reforma del puerto de Candás, que finalizaron en el año 1999. «Los argayos se producen desde hace tiempo, a partir del momento en que se actuó en el monte de San Antonio por la reforma del puerto candasín», en opinión del portavoz de la Asociación de Vecinos de Candás, Luis Fernández. El colectivo lleva semanas advirtiendo de la constante caída de tierra en San Antonio. Esta postura es también la del geólogo y profesor de la Universidad de Oviedo Germán Flor, que también señalaba a las obras portuarias como una de las probables causas de la inestabilidad en la zona.