Nos quedaban en el tintero varios asuntos pendientes sobre Trubia y su zona rural. A propósito, ¿en qué estarían pensando los padres de la Real Academia Española para atribuirnos aquello de «inculto, tosco, apegado a cosas lugareñas» a quienes llevamos el ser y sentir, colores, olores y el pálpito del campo y de lo montaraz en las venas? A lo mejor, esta consideración la hizo suya el anterior alcalde -de cuyo nombre no quiero acordarme porque ya me lo indican las decenas de placas conmemorativas erigidas por toda la noble ciudad de Vetusta- a la hora de elaborar los presupuestos «participativos» municipales. Pues eso. Que para Trubia y sus alrededores nada hay dispuesto para el año en curso. A ver cómo se arregla el camino de Godos y la escollera que necesita; la mejora del transporte urbano, con sus más de cincuenta kilómetros de recorrido; la pasarela de Soto; la falta de un polideportivo; programaciones culturales; un centro de salud con pediatría; saneamientos? ¡Todos somos Trubia y Haití sigue siendo «mon amour»!