Ya son doce las mujeres muertas en nuestro país a manos de sus maridos, amantes o lo que sean en lo que va de año. Gente retorcida y aviesa que merece el mayor de los desprecios. El número de este feminicidio del hombre contra sus compañeras irá -por desgracia- aumentando hasta San Silvestre y no habrá pulseras detectoras, ni alejamientos para disuadir al malvado que se la ha jurado a su mujer. La violencia es una lacra de la condición humana que arrastramos desde que -cuenta la Biblia- Caín dio muerte a su hermano por envidia o un plato de lentejas. En estos días Leticia Huergo y otros ponentes denuncian en Grado con imágenes y palabras la violencia contra las mujeres en la ciudad mexicana de Juárez. Un verdadero infierno donde la vida de un ser humano -nuestras compañeras del alma, las mujeres- vale tan poco como la efímera existencia de una vistosa mariposa o la flor de un día. Esposa, novia, querida, compañera... te doy que no una esclava ni mula de carga a la que apalear, para que la ames y respetes. ¡Qué bellas son las mujeres haitianas!