Pola de Siero,

Franco TORRE

Al oeste de Pola de Siero, escondido entre los edificios circundantes y atenazado por la cercanía de la estación de autobuses, se yergue el último de los paraguas proyectados y construidos cuatro décadas atrás por el ingeniero Ildefonso Sánchez del Río para cubrir el mercado de abastos de la localidad. Una majestuosa estructura octogonal, de hormigón, que con los años se ha convertido en un icono de la localidad y que recientemente ha cobrado de nuevo actualidad a cuenta de su polémico proyecto de rehabilitación.

El origen de este paraguas laminado, de 40 metros de diámetro, se sitúa en abril de 1972. Su proyecto, que se conserva en los archivos municipales, fue registrado por Sánchez del Río al tiempo que se realizaban las pruebas de carga de otros tres paraguas cuadrados, de 20 metros de diámetro, que se habían construido en la que actualmente es la plaza de Olof Palme.

«Tanto los paraguas como la plaza de abastos y el depósito de agua de El Rebollar, las tres obras de Sánchez del Río en la Pola, son emblemáticas. Pero, curiosamente, el mercado fue un fracaso, en el sentido de que a los ganaderos y los tratantes no les gustaba, porque por su forma de embudo y su ubicación sufría muchas corrientes de aire», apunta el cronista oficial del concejo, Juan José Domínguez.

«Cuando éramos críos, jugábamos ahí al tenis, en el mercado. Pero luego se pusieron a construir los tres paraguas, justo en el sitio en el que nosotros jugábamos», rememora el historiador Carlos Fernández Cuesta. Estos tres paraguas, realizados para resguardar a terneros y tratantes de la lluvia, debían su forma particular, con los aleros vueltos hacia arriba, como si el viento hubiera invertido su posición natural, a la necesidad.

Como explicaba Jaime Llames Viesca, quien fuera colaborador de Sánchez del Río durante esos años, en su artículo «El ingeniero de los paraguas», publicado por LA NUEVA ESPAÑA el pasado 21 de julio, esta particularidad fue una solución del ingeniero para evitar que el agua se colase entre un paraguas y otro, provocando que se mojasen los terneros: «Me llamó desde Madrid y me dijo: "Ya tengo resuelto que no se me mojen los xatinos, les damos la vuelta a los paraguas, como por efecto del viento, y resuelto"», apunta Llames.

Para cuando estos tres paraguas cuadrados, además de otro hexagonal de 10 metros de diámetro que se localizaba al oeste de los demás, estaban concluidos, la actividad del mercado hacía necesario ampliar el espacio hacia el Este, a la zona más elevada del recinto. E Ildefonso Sánchez del Río proyectó un nuevo paraguas para cubrir esa zona.

«Los primeros días, los tratantes se quedaban mirando para arriba, con miedo a que les cayeran los paraguas encima», recuerda con humor Carlos Fernández Cuesta. «Aquellos tres paraguas cuadrados casi pegaban unos con otros. No sé cuánto duraron las obras, pero desde que se comenzaron esos tres paraguas hasta que se concluyó el grande pasaron varios años», apunta Jenaro Soto, futuro presidente de la Sociedad de Festejos. La memoria no falla a Soto. Según el propio Llames, las pruebas de carga de este último paraguas se realizaron a finales de 1974.

Este último paraguas, también invertido pero más complejo y del doble de tamaño que los otros, revela la auténtica pericia del ingeniero: «Era un erudito del hormigón, lo tenía completamente dominado, y era, además, un adelantado a su tiempo. No hay más que ver lo que hizo en la plaza de abastos», argumenta el arquitecto José Ignacio Suárez Vicentiz, que incide en la originalidad y el acabado estético de los trabajos de Sánchez del Río: «No hay más que ver el gran parecido entre los tres paraguas cuadrados que hizo en el mercado de la Pola y el diseño de Norman Foster para las estaciones de Repsol», argumenta, con una risa cómplice, el arquitecto.

Para comprender la complejidad de erigir estas estructuras, hay que tener en cuenta las limitaciones técnicas de aquellos años: «El hormigón tiene un problema con el aire, que va dañando su estructura, por lo que se conoce como carbonatación. Por eso, actualmente se trabaja el hormigón con una técnica que es el vibrado, por la cual se van expulsando las burbujas de aire y el hormigón coge resistencia. Pero en los años en los que trabajaba Sánchez del Río no se conocía esta técnica, y el aire se echaba con varas de metal», explica Vicentiz.

El uso de esta técnica da aún más valor al trabajo de Sánchez del Río para el arquitecto: «Con el vibrado, el hormigón se endurece y es más fácil de trabajar, pero Sánchez del Río no tenía esa ventaja. Y, aun así, pudo hacer estructuras como el propio paraguas o como la plaza de abastos, con ese gran arco».

Pero el conjunto de paraguas del mercado sólo se pudo contemplar durante unos pocos años. A finales de la década, los tres paraguas cuadrados presentaban muy mal estado. A decir de los técnicos municipales de la época, el viento había dañado de manera crítica la estructura de uno de ellos, que acabó por caer, y su cercanía a los otros les había provocado daños muy graves. En los primeros años de la década de 1980, los técnicos municipales derribaron los otros dos paraguas, por una cuestión de seguridad, y miraban con preocupación el gran paraguas octogonal.

«Por ese mismo problema de la carbonatación, al hormigón le afecta mucho estar a la intemperie. En el caso de la plaza de abastos, por ejemplo, la estructura está cubierta, impermeabilizada y pintada por el interior, lo que hace que no sufra. Pero los paraguas, al estar al aire, carecen de esa protección y sufren un mayor deterioro», explica Vicentiz. «La parte del cuello estaba agrietada, y con el viento la cubierta oscilaba de lado a lado», corrobora el arquitecto municipal, José Benito Díaz.

Esa circunstancia llevó a una intervención en 1984, en la cual se colocó una camisa exterior al cuello del paraguas, de la que salen unos refuerzos para la cubierta, a fin de evitar la rotura. Pero ese mismo año, se construyó la estación de autobuses, un edificio que enmascara la creación de Sánchez del Río.

Desde entonces, la estructura no ha experimentado otra actuación más allá de la colocación de una malla de seguridad para evitar que los cascotes que se desprenden de su estructura provoquen un accidente. El Ayuntamiento de Siero, que años atrás pospuso una actuación sobre el inmueble debido a su elevado coste, está ahora barajando nuevamente la intervención, dentro de un proyecto de ampliación de los andenes de la estación. «Es necesario rehabilitar el paraguas y quitar esa malla de ahí, que es pecado», concluye Juan José Domínguez.