Tener un proyecto, una ilusión, compartirla y llevarla adelante es la historia de esta larga peregrinación que ha seguido la sociedad civil polesa «pro órgano de la iglesia» para dotar a su parroquia de San Pedro de un ilustre y singular órgano, un Grenzing. El día 8 de febrero, día de su bendición por el excelentísimo arzobispo de Oviedo, don Jesús Sanz Montes, sonó por primera vez tocado por el joven y experto organista don Juan de la Rubia. La expectación era inmensa, la iglesia llena, espléndidamente iluminada, y parecía que los inigualables frescos de Casimiro Baragaña también se preñaban de curiosidad, de sorpresa, de contento, de novedad. Intuían un nuevo vecino y que algo mágico, algo único, iba a suceder. Y no les faltaba razón, y es que en esta ceremonia se hermanaban la palabra (del señor arzobispo), la música (del órgano) y la pintura (los frescos del altar). El protocolo sencillo, natural y directo -discursos del señor Daniel Grenzing, del señor director de la Obra Social y Cultural de la Caja de Ahorros y del señor alcalde- y después la cuidada y rigurosa ceremonia de la bendición, muestra de la importante liturgia católica, donde los protagonistas fueron el señor arzobispo, que inició sus peticiones con «despierta, órgano instrumento sagrado, tú entonarás la alabanza de Dios», y el órgano, que respondía con su correspondiente nota, y así hasta seis veces, con diferentes súplicas... concluyendo el mitrado pidiendo al Dios omnipotente que «bendiga este órgano para que resuene en tu honor y eleve nuestros corazones hacia Ti...».

El pasado día 8 de febrero -festividad de Santa Josefina Bakhita, una santa africana de hoy que soportó las miserias humanas de los tiempos que vivimos (esclavitud personal)- había ilusión en Pola, a pesar de la abundante lluvia que cayó y caía al inicio del oficio. El interior del templo estaba ansioso y alegre y todas las miradas se dirigían hacia la parte izquierda del presbiterio, donde ha tomado cuna el nuevo órgano, la nueva criatura, pues, como dijo el insigne prelado, asistíamos al nacimiento de un nuevo hijo, el órgano, que estará al servicio del Dios compositor, para interpretar las sinfonías o las historias incompletas del ser humano.

El pasado 8 de febrero la parroquia de San Pedro recordó la leyenda del convento de Santa Inés en Sevilla, donde público de toda edad y condición acudía a la misa del gallo para escuchar al ilustre organista Maese Pérez, pero con una importante diferencia, debida a los tiempos, y es que los feligreses de Pola no sólo pudimos escuchar el órgano, sino también contemplar, bien en directo o bien por pantalla, la ejecución del organista, los movimiento de las manos, de los pies... ¡Todo un espectáculo de concentración, de entrega! Daba la impresión de que cada nota musical alimentaba el cuerpo del organista, que artista y melodía se fundían en uno solo, ya con partitura o sin ella, y con piezas de Haendel, Bach, Kerl, Pierné y Vierne o con la recreación improvisada del «Romance de la danza prima».

El 8 de febrero nuevamente la música fue protagonista en la Pola, y ésta es una tradición que no se improvisa, que tiene historia, que tiene abolengo, y esto es sólo el inicio de otras muchas posibilidades como se pudo comprobar al escuchar al Coro de Ángel Émbil interpretar magistralmente «Bendita la reina» o el himno de Covadonga, arropado por el órgano.

Este concierto-bendición me evocó uno de los momentos más importantes y agradables que un servidor vivió en el Ayuntamiento de Siero, cuando en el último Pleno ordinario antes de las elecciones municipales de 2011 se aprobó una modificación de crédito de los presupuestos de 2011, por importe de 3.294.422,79 euros, para llevar a efecto importantes inversiones, con el apoyo de la mayoría de los concejales que tenía entonces el Ayuntamiento, concretamente veintiuno, y sin ningún voto en contra. Sólo porque entre todos habíamos puesto como principal meta Siero y sus vecinos. Hubo altura de miras.

El otro día en San Pedro de Pola revivimos lo que ya dejó escrito Bécquer y que reproduzco: «De cada una de las notas que formaban aquel magnífico acorde se desarrollo un tema... diríase que las aguas y los pájaros, las brisas y las frondas, los hombres y los ángeles, la tierra y los cielos cantaban, cada cual en su idioma, un himno al nacimiento del Salvador». ¡Enhorabuena!