"Todavía décadas después de la Guerra Civil los españoles llegaban a Suiza o Alemania en trenes, hacinados, y los metían en corrales hasta que llegaban los patronos y se los llevaban a trabajar", recuerda María Luisa Fernández, natural de la parroquia carreñense de Piedeloro, como su padre, y que después de la guerra fue una más de las exiliadas políticas que abandonaron el país. Eso sí, en su caso no para quedarse en un sitio. Vivió en Francia, en Alemania y en México, para regresar a España tras la muerte de Franco. Ayer fue condecorada en la tierra de sus antepasados y la suya propia, Asturias, Carreño, como la emigrante del año 2013, premio que entrega la Asociación para la Integración y Asesoramiento de Emigrantes Retornados del Principado de Asturias (APIAERPA).

Fernández nunca se quedó en una emigrante más, sino que "demostró gran solidaridad con otros emigrantes, siendo una luchadora incansable por las libertades", como la definió ayer la que fuera alcaldesa de Gijón, y miembro del jurado de APIAERPA, Paz Fernández Felgueroso. Era el "ángel de la guarda" de tantos y tantos emigrantes, "políticos y económicos, daba igual, todos exiliados al fin y al cabo", como recuerda ella. Su testimonio es especialmente útil a día de hoy, con tantos exiliados, esta vez económicos todos, y muy jóvenes, que dejan España y se encuentran en los países de destino con "una situación extremadamente difícil, no tan diferente a la que yo me encontré en Francia o en Alemania en los cuarenta o cincuenta".

Por eso es tan relevante la misión que Fernández llevó a cabo, sirviendo de guía para los compatriotas. "La integración nunca es fácil; cuando yo me fui era otra vida, había mucha explotación, y eso está pasando ahora de nuevo, lo que demuestra que en determinadas cosas no hemos evolucionado nada", señaló la premiada, que estuvo acompañada en el acto de ayer por el Alcalde de Carreño, Ángel Riego, el eurodiputado Antonio Masip o el diputado Antonio Trevín.

De todos los recuerdos en el exilio, Fernández recuerda como "especialmente duro" el caso alemán. "Fue lo peor que yo conocí, porque todo el que iba a allí lo hacía sin ningún apoyo o control del gobierno español", dice, y recuerda otra vez los paralelismos de aquello que sucedió hace medio siglo, y se ha reproducido tal día como hoy.