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Torga: "El Papa Francisco trae el mismo aire fresco que el Concilio Vaticano II"

"Armé bastante lío", confiesa el cura jubilado, que presentó sus memorias en Nava

Alberto Torga, con el libro de sus memorias, ayer, en Nava. MARIOLA MENÉNDEZ

El sacerdote jubilado Alberto Torga y Llamedo presentó ayer en Nava la primera parte de sus memorias. Promete que habrá una segunda porque su vida, aparte de haberle hecho "feliz", también ha sido intensa. Pero en este libro no se centra únicamente en su experiencia personal y vital, sino que aprovecha para reflejar la vida de entonces y algunos momentos históricos claves, como la Guerra Civil. La contienda le cogió con poco más de tres años, pero guarda "recuerdos vivos".

Uno de sus divertimentos, junto a su hermano Saúl, era recoger los pasquines de colores que tiraban los aviones bélicos, pues los veían como "juguetes". Tiene grabado el día en el que estaba lavando las manos en el fregadero y su hermano le avisó para ir a recoger los "papeles", pero lo cayeron fueron bombas. "Era espantoso", rememora.

Torga nació en Vegadali el 11 de enero de 1933. Fue el hijo mediano del naveto Graciano y la gijonesa Argentina, ambos labradores, que prefirieron que acudiera a clase a Tresali en lugar de a Nava porque creían que era más peligroso, "había mucho tráfico". En realidad, pasaba un coche a la hora.

Confiesa que lo que le llevó al seminario con 11 años no fue la vocación, sino un pique con su hermano Saúl por "llevarle la contraria". Estudió en Tapia, en Valdediós -donde el hambre y el frío le hicieron mucha mella- y en Oviedo. Hasta el último curso reflexionó si ése era el camino que debía seguir. Pesó más su vocación de servicio que los momentos de soledad por no poder formar una familia y las a veces injustas imposiciones de la jerarquía eclesiástica. Pues Alberto Torga siempre fue un hombre que luchó por defender sus convicciones, a pesar de que le supuso algunos sinsabores. Una homilía en Tapia a favor de Juan XXIII le acarreó su "exilio" en Onís y también tuvo mucho que ver en que la famosa "Huelgona" llegara a Aller. "Armé bastante lío", reflexiona, al igual que el Papa Francisco animó a hacer lo mismo a los jóvenes en Río. La nueva política del sumo pontífice le recuerda al "aire fresco" del Concilio Vaticano II.

La primera parte de sus memorias abarca desde su nacimiento hasta 1975, cuando partió de Holanda a Alemania. En ambas ejerció como sacerdote de la inmigración. El libro se vende en el kiosco y en la librería Clarín.

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