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Las vegas de Grado quieren resurgir

Los productores que quedan en el concejo proponen concentrar el suelo y especializarse para aprovechar la fertilidad de la tierra, "que da de todo y bueno"

Suso Sánchez, en sus invernaderos. SARA ARIAS

Grado y la huerta son dos palabras prácticamente indisolubles. Mantienen un estrecho vínculo que desde el siglo XII, cuando se le concede a Grado la Carta de Puebla y se le otorgan los mercados de miércoles y domingos, ha ido en aumento, convirtiendo a la villa en referente asturiano de los productos del campo. Sin embargo, la década de los años ochenta del pasado siglo comenzó un lento declive en los cultivos en las vegas del Cubia y del Nalón. Hoy son pocos los moscones que plantan en los terrenos de regadío y muchos menos los que lo hacen de manera profesional. La desaparición de las tiendas, sustituidas por grandes superficies, y el estancamiento de los precios han abocado a las huertas mosconas casi a la desaparición.

"Hace años estaba toda la vega plantada y todos los días salían carros y carros para tratantes y mercados, ahora todo eso ya no existe", afirma Valentín Álvarez, que tiene un huerto familiar en la zona conocida como El Rancho, en la vega de Castañeo. En su finca crecen berzas, lechugas y repollos con brío "porque es muy buena tierra", detalla. Una suerte de vegas fértiles, bañadas por los ríos que atraviesan el concejo, y que la convierten en vergel donde verduras, legumbres y hortalizas crecen con fuerza y aportan calidad en la mesa.

"A estas vegas hay que darles de comer como a un chiquillo", comenta Celestino Menéndez, "son buenas de trabajar y abajo hay mucha piedra que filtra el agua; aunque llueva hoy, mañana puedes trabajarla sin problema". Además, cuentan con el regadío natural de los ríos. En su huerto crecen variedad de cultivos, incluso pimientos picantes de Chile o verduras chinas. Así, con mucha variedad, Menéndez consigue sacar la producción adelante, que venden sus hijos en los mercados de Avilés y Mieres. Él se califica como "el último mohicano" y asegura que en la vega hay "como mucho tres o cuatro productores".

De hecho, según un reciente estudio que encargó el grupo de desarrollo rural "Camín Real de la Mesa", los suelos "atesoran una fuente de riqueza y empleo que puede aflorarse cambiando la orientación productiva local". En el trabajo, realizado por geólogos e ingenieros agrónomos, se propone cómo aprovechar los terrenos, entre otras cosas convertir la huerta moscona en un distrito agrario diferenciado, donde productos como la cebolla tienen una alta rentabilidad.

Y es que los terrenos son inmejorables para los cultivos. "Da igual lo que plantes, se da todo muy bien y con calidad, es un terreno muy productivo", destaca Sergio González, quien cuenta con una huerta de autoconsumo. En casa de Suso Sánchez llevan toda la vida dedicados a la huerta y él se ha profesionalizado mediante una hectárea al aire libre y 5.500 metros cuadrados de invernaderos. Es uno de los pocos. "Vivíamos de las tiendas pequeñas pero fueron a menos, de las cuarenta que repartíamos antes se perdieron dos tercios", comenta.

Y es la comercialización uno de los principales obstáculos que encuentra. La venta al por mayor se traduce en precios bajos, "como hace veinte años", indica. Una situación que les impide competir en superficie por culpa del minifundio, pero que sacan adelante con el valor añadido de la calidad: "Es lo único que podemos hacer, aunque algunos mayoristas pagan precios razonables aquí siempre estamos en crisis".

Los pocos productores que quedan en las vegas del concejo confían en que el potencial de los terrenos las pueda hacer resurgir, convirtiéndolas de nuevo en "el pulmón de Asturias, aún recuerdo vagones de tren llenos de verdura", declara Sánchez. Para ello, consideran indispensable que la administración tome medidas, aunque en opinión de Menéndez "los políticos nunca se preocuparon de esto, venden el mercado de Grado pero se venden cuatro cosas plantadas aquí".

Es difícil, reconocen. Las vegas están repartidas en pequeñas huertas de distintos propietarios, muchas abandonadas o con caballos y vacas pastando: "Eso nunca se había visto aquí, los animales estaban para trabajar la tierra nada más", recuerda Valentín Álvarez. Entre las ideas que manejan aquellos que un día produjeron para la venta y los que insisten hoy en día en dedicarse al campo está la creación de una cooperativa o la concentración parcelaria.

Sánchez rememora que a finales de los años ochenta del pasado siglo se planteó la posibilidad de que el sector se uniese para poder competir en los mercados al por mayor. "Había un potencial muy fuerte, pero la mayoría no estaban dados de alta, había mucha economía sumergida", sostiene. En opinión de Álvarez, una cooperativa podría servir para asegurar la comercialización de los productos y poder competir en superficie y precios. En ese sentido, Menéndez apuesta porque el Ayuntamiento destine alguna de las naves del polígono industrial de La Cardosa como almacén. "Antes salían 20.000 kilos de fréjoles todas las semanas y otros cuantos de repollos, se puede conseguir", apostilla.

En cuanto a la concentración parcelaria, los agricultores tienen dudas. Pero saben, por los resultados en otros concejos como Tineo, que son efectivas. "Da gloria ver aquellas fincas, si lo hiciesen aquí no hay quien pare la huerta de Grado", estima Menéndez. Para Álvarez la concentración parcelaria pondría las vegas en rendimiento y eso podría animar a vecinos a iniciar una producción.

Así están las vegas de los ríos Cubia y Nalón en Grado. Y atrás queda la imagen de las fincas llenas de huertos, de los camiones recogiendo la mercancía, los trenes llenos de repollos en la estación y de un pasado que sacó adelante a muchas familias del concejo. Lo curioso es que todos los que un día se dedicaron a la tierra y los que aún siguen haciéndolo observan en los terrenos de regadío de Grado un nicho de trabajo. Y también de promoción para el concejo. Sólo hace falta profesionalización y conseguir superficie para cultivar verduras, hortalizas y legumbres como se hizo desde hace siglos.

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