Por mucho que pasen los años, el Candás enlatado nunca caduca. La asociación cultural Canciones de la bodega ha puesto en marcha un nuevo proyecto, consistente en recoger el pasado conservero de la villa en revistas. La última publicación, a la venta en los quioscos del concejo, está dedicada a la saga Alfageme, creadora de uno de los mayores imperios industriales de Carreño. El historiador local Manuel Ramón Rodríguez, "Moncho", cuenta a lo largo de 34 páginas cómo un empresario zamorano, dedicado al trueque de textiles por pescado, se instaló en Candás e hizo de la mar un negocio. "El objetivo es lanzar un coleccionable cada tres meses y acabar haciendo un libro con las fábricas de conserva más importantes", comenta José Ramón González, presidente de Canciones de la bodega y artífice de la revista "La Bodega".

En ella, Moncho Rodríguez vuelca toda la historia de Bernardo Alfageme, extraída de los archivos municipales y de las entrevistas realizadas a vecinos de la villa. El estudioso candasín tiene en mente publicar unos diez ejemplares y darle protagonismo a las fábricas de salazón. "Son plantas de las que se sabe muy poco y que sin embargo tuvieron mucha mano de obra", asegura Rodríguez, que impulsó en la década de los noventa la Feria de la Conserva y lideró durante diez años el fallido proyecto del Museo de la Pesca de Asturias.

La publicación aspira a convertirse en un referente del sector conservero de Asturias y de España. "Cuando acabemos con los capítulos locales pasaremos a los regionales y nacionales. Porque muchas de las empresas que se asentaron en la villa también tuvieron sus sedes en otras localidades costeras", explican José Ramón González y Moncho Rodríguez. Eso es lo que precisamente pasó con Bernardo Alfageme, que, tras instalarse en Candás, expandió su negocio por Vigo, donde desapareció en 2006.

La revista -el primer número salió en julio sobre Conservas Herrero- incluye fotografías antiguas así como etiquetas y anuncios de las fábricas. Todas ellas fueron aportadas por Moncho Rodríguez y otros coleccionistas del concejo. "Cuando desaparecieron las últimas industrias, me dio tanta pena que me puse a buscar todo tipo de documentos. Hoy en internet encuentras de todo, hasta latas de sardinas cerradas de hace 50 años", comenta.

El historiador cuenta en la revista, diseñada por el candasín Daniel Durán, que los grandes empresarios conserveros de la villa eran oriundos de Castilla y León. Bernardo Alfageme, del pueblo zamorano de Vezdemarbán, empezó como fabricante de escabeche en Carreño en 1882. Sin embargo, en los años posteriores Alfageme se dedicó al comercio de tejidos y a la construcción de una casa de huéspedes. En ese tiempo, el zamorano se convirtió en uno de los referentes de la promoción del turismo veraniego a través de los baños de ola.

A raíz del auge del sector pesquero, Alfageme volvió al negocio marítimo y se centró en la fabricación de conservas. Moncho Rodríguez relata que entre los años 1920 y 1926 el empresario levantó "uno de los mejores ejemplos de arquitectura industrial de Asturias". El complejo, hoy desaparecido y ubicado en lo que se conoce como el parque de Les Conserveres, estaba formado por varios edificios. Una de las plantas se dedicaba a la elaboración de sidra achampanada, que popularizó la firma bajo el nombre "La Champanera".

Como dato curioso, Moncho Rodríguez indica que en 1914 Alfageme registró su marca más importante: "Miau". La imagen de los tres gatos acechando una lata de sardinas abierta alcanzó entonces una gran popularidad en el mercado nacional e internacional. El imperio candasín se desmoronó después de la Guerra Civil. Bernardo Alfageme, que de aquella tenía 87 años, y su nieto Hermenegildo fueron fusilados en la noche del 21 al 22 de septiembre de 1936 en la Ería del Piles (Gijón). Sus propiedades fueron incautadas por el gobierno del Frente Popular y la casa reconvertida en un hospital con 50 camas. Antes de ello, los Alfageme dejaron su huella en Candás con la construcción del todavía cementerio San Bernardo, que la familia levantó en 1927 con 30.000 pesetas en memoria del segundo hijo de Hermenegildo, llamado Bernardo y que murió con tan sólo 17 años.