El legado de Falo Moro está a buen recaudo... y por duplicado. El Archivo Municipal de Siero, al que la familia del compositor donó meses atrás las partituras originales que conservaba del genial autor de "Campanines de mi aldea", recibió días atrás una copia facsimilar de esos mismos fondos, distribuida en cuatro volúmenes y encargada por el propio Ayuntamiento de Siero. Una copia de la que únicamente se han hecho dos ejemplares: uno para la familia y otro para el propio archivo.

La entrega de la copia facsimilar fue recibida con emoción por las hermanas de Falo Moro, Conchita y María Josefa Moro. "¡Ay, si él viera todo esto!", exclamaba María Josefa, que custodió estos fondos en su casa durante décadas y que siempre mostró una afinidad especial con el compositor.

Esos fondos fueron ordenados y catalogados, en los últimos años, por Agustín Rodríguez, quien destaca la versatilidad y la capacidad del compositor, de cuyo fallecimiento se cumplieron 20 años el pasado mes de enero. "Es difícil decir cuántas obras compuso. Es seguro que hizo unas 800 composiciones, aunque hay quien habla de hasta 1.300", comenta Rodríguez.

El volumen exacto de sus obras es imposible de concretar, en gran medida debido a la propia personalidad de Moro, cuyo nombre completo era Rafael Moro Collar: "Falo bien podía forrar un agujero de un zapato con una partitura. Pero es que su facilidad para componer era increíble. Y, además, era muy generoso, muy desprendido. Regaló muchísimas canciones", explica Rodríguez.

Esta facilidad, no obstante, no estaba reñida con la calidad. A Falo Moro se le deben canciones tan populares como la citada "Campanines de mi aldea" y los himnos del Real Oviedo y el Real Sporting de Gijón. Pero también zarzuelas como "Shira", operetas como "Ardides del juego son" e, incluso, fantasías como "Blancanieves" y "La Ronda de Fígaro".

Las leyendas sobre la figura de Falo Moro se mezclan con los hechos constatados para perfilar una figura singular y atractiva a un tiempo. "Era un bohemio", repiten sus hermanas.

Se cuenta que, al regresar una noche tras una homérica juerga con unos amigos, Moro escuchó unos pasos en la lejanía y los convirtió en canción: "Un paso en la noche". Otra de sus composiciones más apreciadas, "Su última nota", nació, según relataba el propio compositor, al ver un almanaque en un bar: la estampa reproducía la melancólica imagen de un tipo con un vaso en la mano y que tenía un violín roto a su lado.

Según los que le conocieron, el compositor pasó, en su juventud, largas estancias en Madrid, donde sobrevivía vendiendo sus composiciones. Muchas de ellas alcanzaron la popularidad firmadas por otros autores que se beneficiaron del talento de este poleso universal.

Porque, pese a su afición a recorrer el mundo y a viajar de noche, Falo Moro siempre mantuvo el contacto con la villa que, allá por 1911, le vio nacer, y a la que siempre retornaba. Por ello, que se custodie una parte importante de sus partituras, en torno a 150, en el Archivo Municipal es un logro para sus rectores.

"Hay que destacar la generosidad de la familia de Falo Moro", afirma la archivera municipal, Rosa Villa, que reivindica el esfuerzo del Ayuntamiento de Siero por recuperar el rico acervo musical del concejo. Un objetivo que ha propiciado que, en el mismo archivo, se custodien también partituras, originales o en copia, de otros compositores ilustres vinculados al concejo como Ángel Émbil, Joaquín Morales Vázquez o el letrista Pepín Domínguez, que, de hecho, trabajó habitualmente con Moro.

El legado del compositor, no obstante, va más allá de su propia obra. Toda su familia ha tenido una estrecha vinculación con la música: desde su hermana María Josefa, una cantante de talento que incluso interpretó una pieza de Moro en el mismo Archivo municipal, hasta su sobrino-nieto Juan Noval-Moro, un tenor consolidado que estos últimos días lució su voz en el Campoamor, donde actuó en la zarzuela "El rey que rabió".